29 diciembre, 2010

Nuestra habitación

Me acuerdo de cuando soñaba con estar entre cuatro paredes contigo, con una cama y una luz en la habitación. Entonces, la ceguera aumentaba mis ilusiones y mi imaginación corría veloz hacia aquel sueño estúpido y minimalista. Ahora que tengo el cuarto, no lo quiero. Y no lo quiero porque nos peleamos por la luz. Y también por la cama. El mundo que creamos se nos ha quedado pequeño. Por eso necesitamos comprar una puerta para huir de vez en cuando. Y una mesa, y dos sillas, para comer y discutir en otro sitio distinto, que enzarzarse siempre por lo mismo aburre. Quizás no estemos hechos para nuestra casa de cuatro paredes, una cama y una luz. Lo peor es que tú sigues obtinado en que sí, en que sí podemos sobrevivir encerrados como locos. Por eso discutimos en este momento, porque yo quiero traer una puerta a casa y tú no quieres ni oír hablar de ello. Bueno, por lo menos hemos variado y el tema no es que nos rozamos en la cama o que queremos encendida o apagada la luz.

19 diciembre, 2010

Navidad

El Sol brillaba a través de la ventana, entre las cortinas. Un piano sonaba. Quizás el vecino de abajo había decidido comprarse uno para darse el gusto esta Navidad. No tocaba atropelladamente, sino fluido, con arte, como si tuviese el piano desde hacía mucho. Puede que yo no hubiese estado tan en silencio como entonces lo estaba. Cada nota se me clavaba en el pecho como una aguja de hielo. Afortunadamente, dejaron de tocar al minuto y medio. Me aproximé al árbol artificial que había plantado en una esquina, con lo que, entonces pensé, era demasiada decoración. Apagué las luces que tenía y me senté en el suelo. Me puse a contar las bolas que llevaba, pero rechacé la idea al poco tiempo de empezar. Así era yo. Nunca terminaba nada. Sólo había logrado finalizar la decoración de ese árbol, y me di cuenta, mientras lo miraba, que había sido un fracaso. Me había encaprichado con tantos adornos que, al final, había sobrecargado el pequeño árbol. Regresó la música al salón y me incorporé. Fui a por un café y, al darme cuenta de que tú no estabas ya desde hacía... Tantos días, me redirigí a la esquina y comencé a quitar la Navidad de mi vida.

14 diciembre, 2010

Alba Vidal Arce

Es de esas personas que te hacen sonreír sin ni siquiera buscarlo. Tratar de explicar el efecto que tiene sobre mi estado de ánimo es como intentar hacer comprender un concepto de Filosofía cinco minutos antes de un examen. Sólo puede hacerlo ella. Tiene la absurda manía de estresarse, y eso... Me encanta. En realidad, todavía no he encontrado una cosa de ella que no me guste. Es como una buena golosina, en la que el sabor dura poco entre tus brazos y tarda mucho en irse de tu boca. No hace falta decir que tiene los ojos más bonitos del universo. Pero, ahora, no estoy hablando de su físico. Estoy escribiendo sobre sus virtudes, sobre lo que ha hecho en mí, cómo me ha cambiado. Es de las pocas que confía en mí, que me abraza cada vez que me ve un poco sensible y que me tiende su mano sin necesidad de palabras. Eso es. Ella es la clase de chica que está a tu lado y no necesita hablar para hacerte sentir mejor de lo que estabas cuando llegaste a su sonrisa. Me acuerdo de la primera vez que leí el relato que escribiste. Creo que ya te lo mencioné, pero la protagonista siempre me recordó a ti.

No hace falta que yo te lo diga, pero eres fantástica. Y lo mejor es que lo eres veinticuatro horas al día.

Te quiero.

04 diciembre, 2010

He took the light and left me in the dark

Posé mis manos sobre el escritorio y comencé a quitar cosas, cosas que me regalaste, o que me recordaban a ti y a lo que una vez tuvimos. Empecé a pensar que tener esos objetos allí no haría que volvieses, ni tú, ni tus sonrisas. Era hora de recoger las piezas que había recopilado sobre ti y guardarlas debajo de la cama. Me apetecía que regresases. Me hacías falta más que nunca. Pero debía dejarte marchar. Quizás quise meterme en tu vida como yo te había permitido entrar en la mía. Sentía si te había contado demasiados problemas, si te había agobiado con mi egoísmo. Era posible que lo nuestro se hubiese acabado por un simple gesto, o por algo que yo hubiera hecho y que te hubiese molestado. Dejé de darle vueltas, porque ya le había dado demasiadas. Antes de dormir, pensaba en ti, en los días de playa y en los bares. Creía que estabas conmigo una vez más, y que no tenía de qué precouparme, porque ya no estaba sola, habías vuelto. Sin embargo, cogiendo entre mis dedos aquellas cosas, me sentía más sola que nunca, y tú no estabas para decirme lo contrario.

24 noviembre, 2010

Anaiss

Tiene andares de gata, pero es un poco princesa. Le gusta bailar y beber. Tequila tras tequila se quita la máscara de tristeza y, frente al espejo, se maquilla los ojos, que se mueren por un dueño, para que no se note tanto, para parezca casualidad que su mirada se encuentre con otra. Todos observan con deseo lo que no podrán poseer nunca, pues ella sabe controlarse y elegir detenidamente. Ella tiene una ligera idea de lo que quiere llevar a su cama de cristal, donde guarda su corazón entre espinas de hielo pinchado, para que no se escape a buscar a otro que no la sepa querer. Ah, hay que conocerla bien para decir qué narices le hace ser tan diferente. Va de fuerte, y es la más frágil. Se tiñe de acero y, luego, se derrite en tus manos como chocolate. Es todo dulzura, todo pasión, todo sonrisa. Sólo hace falta dejar de mirar sus andares para darse cuenta de que está hecho para ser una princesa.

Paolis

Tiene las gafas más geniales del mundo, y una nueva manía relacionada con sus uñas. Su hiperactividad me da ganas de saltar, gritar, cantar y, por supuesto, sonreir. Ella es... Nadie es como ella, con lo que no existen comparaciones posibles. Todavía retiene en su personalidad una pequeña parte de locura que todos quieren robar, porque aún no ha perdido el sabor de la infancia, la embriaguez mientras se está sobrio. Me encanta Paola porque tiene diecisiete años y no quiere crecer, al contrario que el resto de la población.

14 noviembre, 2010

Escribe mientras tengas tinta.

Prometí escribir día a día y, cada semana que pasa, me cuesta más seguir con la rutina. Se me terminan los temas y empieza la monotonía en mis cartas. Mis argumentos desaparecen detrás de una fina nube de tachones de bolígrafo cansado. Mi vida es aburrida y así lo reflejan mis palabras sin sentido. Están sucias, borrosas, gastadas por el uso. No quieren salir de mi mente vaga y estúpida. Mi memoria se destruye a velocidad insospechada y mis dedos no reciben órdenes ya, sólo me piden que pare, que me quede quieta, que no piense. Ni siquiera la música saca lo que hay dentro de mí. Nada queda de aquellos días en los que mis manos estaban ansiosas por coger un lápiz y ponerse a escribir, redactar cualquier cosa, incluso un relato poco coordinado. Las flores de mi corazón se agotan como las ideas en mi cabeza. Lo que más me fastidia es que no puedo hacer nada para evitarlo. Nada.

Cárcel

Ésto es una maldita cárcel. Decorada, con matices arcoiris, pero una cárcel. Lo peor de todo es que se mueve conmigo, y es de cristal. Lo peor es que no me había fijado hasta que un rayo de Sol le dio de lleno y se reflejó en el escaparate de una tienda de la ciudad. Agh. ¿Por qué tengo que estar encerrada en esta mierda de realidad? ¿Por qué no puedo escapar y liberarme de... Todo?

Noche cerrada.

Removí entre mis dedos aquellas llaves. La noche era bien cerrada y llovía. No había estrellas y hacía frío. Un frío aterrador. Mi boca expulsaba aliento y, con él, sin querer, el calor. Mis huesos me llamaban a caer al suelo. No quería volver a casa. Allí estabas tú.

Domingo de otoño.

Otro domingo, otra vez lluvia sobre el ventanal, horas interminables, gris infinito. Vuelven las preguntas, los vientos fuertes y el ala leve de la depresión. Regresan los negros, morados, rojos y marrones a tu armario. Lo único que no cambia es tu pijama, gastado de estar en casa. Otro domingo imposible, pero cierto. Otro otoño que parece invierno.

Metáfora

Estoy aquí, acurrucada al borde de la cama. No quiero moverme. Por si me caigo en el intento, por si... Cambio de idea en el camino de ida. En cierto modo, es una metáfora que representa mi vida. No queiro dar un paso adelante porque tengo miedo a perder todo lo que tengo y... No conseguir nada.

Discusiones.

-Eres imbécil, de verdad que lo eres.
+Ya, cuéntame algo que yo no sepa.
-¿Por qué no te llevas mi corazón y me dejas en paz?
+¿Cuándo te enterarás de que tu estúpido corazón no me importa?
-¿Qué?
+Que ni tú, ni tu corazón de hierro, ni tus piernas kilométricas, ni tus ojos infinitos, ni tus labios sabor a tequila barato, ni tus lágrimas de cocodrilo, ni tu melodramatismo inventado me interesan.
-Pero... ¿Cómo te atreves a decirme éso?
+Porque es lo que pienso, y siento. Porque ya me has hecho mucho daño y tú... Tú no vas a callarme con gritos y sollozos otra vez.

Fuentes.

Me aproximé a la fuente, con aire distraído. Era un amanecer azul claro, sin amarillos ni rosas, limpio de nubes. El agua era cristalina y parecía fresca. Me senté al borde y saqué de mi bolsillo la pequeña moneda que había estado guardando durante toda la semana. Recordé quién me la había dado, para que la protegiese y pidiese un deseo aquel domingo, a las siete y media de la mañana. Tras varios minutos pensando, decidí que no debía tirar el céntimo, pues yo no era nadie para desear en nombre de otro. Volví a meter la moneda en mi chaqueta y observé el pequeño lago, montado en una estructura de mármol en mitad de la plaza. Oí unos pasos, pero no me giré. Me convencí de que no era nadie. Seguramente, pensé, era un mendigo, o un trabajador madrugador en aquella ciudad fantasma. Continué en mi ensimismamiento hasta que el desconocido comenzó a hablar:
-Ya veo que no eres capaz de pedir mi deseo -susurró.
No me volteé, ¿para qué? Ya sabía quién era. Me molesté. ¿Por qué me había mandado esa mañana, a esa hora, si él podía venir?
-No me creo con el derecho -respondí.
-Me lo prometiste -replicó.
-Tú también prometes muchas cosas, y no cumples ninguna.
Me agarró del brazo, sin mucha fuerza, para obligarme a mirarlo. Me enfadé más, y me zarandeé hasta que cesó en su esfuerzo.
-Era algo fácil de pedir -empezó, mientras se sentaba a mi lado.
-Para ti -contesté, alejándome un poco-. Es tu deseo. Yo no tengo por qué pedirlo.
-Y, ¿por qué has venido? -preguntó.
-Toma tu maldita moneda y tírala tú.
Enfadada, le devolví lo que me había confiado y me levanté. Pero él también se había incorporado, y parecía que no iba a dejar las cosas así.
-No lo entiendes -dijo-. Quiero que lo hagas tú.
-No. No voy a hacerlo. Olvídate ya.
-¿Por qué te resulta tan difícil? -exclamó.
-Porque no puedo, no soy capaz.
-Vamos, por favor,... -se burló.
-Que no -dije, molesta-, no voy a hacerlo. No puedo pedir una persona para ti. Empezando porque las personas no se piden con monedas.
-Hablas como si te hubiese pedido que le rogases a la suerte otra mujer. Y no. Te estoy pidiendo que te pidas a ti. Maldita sea.
-Y una estúpida fuente no va a darte lo que quieres -terminé.

Domingo por la mañana.

El sábado noche ha dejado huella en ti. Ya no estás hecho para estas fiestas, repites, vanamente. Mientras te levantas de la cama y te diriges al cuarto de baño, mil imágenes recorren tu cabeza. No sabes cuáles son reales y, cuáles, un sueño. Te miras al espejo y ves el reflejo de un post-adolescente dolorido, con los ojos enrojecidos y las ojeras pintadas hasta la boca. Abres el grifo y te lavas la cara. No recuerdas con exactitud a quién te llevaste a las sábanas. Quizás a nadie. El estómago te duele gracias a ese nosequé con falso tequila que te tomaste, por lo menos diez veces, ayer. La última fiesta a la que te apuntas, te dices. Pero tú y yo sabíamos que habría muchas más, por desgracia para tu hígado. Todo el cuerpo te cruje y los cigarrillos que se encontraron contigo en un bar te han dejado marcas en el brazo derecho. Abres la puerta de tu habitación, con miedo. Ya habías salido de allí antes; sin embargo, no te habías fijado en si había alguien a tu lado. Despejado. Bien. Te acercas a abrir la venta y subir la persiana. Hay que deshacerse del olor que desprende cada rincón del cuarto. La luz del Sol te despeja por completo. Vas en busca de tu móvil y paras a mirar esa foto que siempre ha estado en tu mesita de noche. Ella y tú. Vosotros antes de que ella decidiese que lo adecuado para su relación con otro chico fuese verte menos. Hacía una semana que estábais enfadados. Desbloqueaste la pantalla y... Seguía sin llamarte. Te vistes y descubres un papel escrito encima de tu escritorio. Una tal Susana quiere que la llames. Así que coges tus llaves de la mesa del salón y sales del apartamento. Al abandonar el portal, marcas su número. Y ahí, en un banco, está ella, sola, con la lárgima en la mejilla y el corazón hecho pedazos en el suelo. Susana iba a tener que esperar.

05 noviembre, 2010

Querido Señor Corazón.

Querido Señor Corazón,

Sepa usted que he decidido no volver a llorar nunca más por culpa suya. No voy a pedirle que deje de sentir lo que siente. Es obvio que no puede. Mientras tanto, mientras el dolor se apaga en su interior, me veo obligada a pedirle, de rodillas, si lo cree necesario, que debe abandonar el apartamento que le alquilé nada más nacer. Sé que suena precipitado y absurdo, además de estúpido, pero debo admitir la necesidad de dormir durante una noche entera sin tener considerables pesadillas. Siento decírselo así, sin tiempo para hacer las maletas y buscar otro piso parecido para alojarse. No lo haría si no lo creyera de suma importancia para mi salud mental. Otra vez, admita mis disculpas por desear arrancarlo de mi casa de esta manera. Por supuesto, no descarto la posibilidad de necesitar su ayuda dentro de poco. Le pediría, si no es aprovecharse en exceso, que no me abandonase del todo. Un saludo.

Maldito dolor.

Me encanta ver cómo el corazón intenta mantener las manos ocupadas en alguna acción, guardando la paciencia que no posee, haciéndose sangrar para que el dolor del alma se sofoque ante uno mayor. Sin embargo, un simple corte en el dedo índice no sirve, y las lágrimas salen del cuerpo con aire desbocado, con prisa por llegar al tobogán de la mejilla sonrosada del que, tiempo atrás, lloró de alegría. Ese llanto ya no sabe dulce, sino amargo, salado, excesivamente triste. El pulmón se remueve en su estrecha cavidad con exagerada agitación, como si intentase el ahogo de la torpe grieta que se abre paso en el pecho y que se extiende. Ah, maldito dolor.

18 octubre, 2010

Noche de otoño.

Una farola parpadea en la calle, ilumina mi figura y dibuja la sombra a lo largo del camino. Ando sola, con la mano agarrando firme el corazón que arrasto. Ya ni él me quiere cerca. Ya ni los recuerdos disfrutan quedándose conmigo. Me duelen, al caminar, los huesos. Pesan, y están mojados. Porque está lloviendo. Voy pisando charcos con los pies descalzos, cansados del asfalto. La farola se ha apagado y continúo mi andar en la oscuridad, con la luna escondida y las estrellas perdidas. La llave que abre la puerta de mi casa no gira. La saco y la miro. Color amarillento, y anaranjado. Quizás está oxidada. Llamo. La puerta se abre. Chirría como mis ojos al despertar una mañana soleada. Me tiro en la cama. Otra cama vacía. Otro otoño con sábanas mojadas de tanto llorar.

03 octubre, 2010

You could be happy.

No voy a decirte qué hacer. Me he cansado de llevarte por el camino que me gusta. A partir de ahora, te toca volar solo. Te he enseñado muchas cosas, tantas como he aprendido de ti. Pero, aquí, en este punto de la carretera, nuestras almas se separan para echarse de menos todo lo que les queda por vivir. Hasta aquí he llegado para salvarte. No voy a hacerlo más. No voy a dejarte mis zapatos si se te rompen los tuyos. No vas a tener mi paraguas cada vez que llueva. No tendrás mis sábanas para dormir, ni mis brazos para llorar. No. Ésto se acabó. Ahora te toca a ti volar, volar alto, sin ninguna piedra en el bolsillo dictando lo que tienes que hacer. Vamos, vuela, pequeño. Yo confiaba en ti. Sabía que podías hacerlo. Ahora que tus alas se despliegan, yo no tengo nada que hacer, más que mirar como te mueves en esta gran selva que algunos todavía llaman mundo.

Tú, tu amor destrozado y yo.

Mi paciencia se agota a la velocidad del Jack de tu copa. Estoy cansada de discutir, y de meterme en la cama con alguien que ni siquiera puede aguantarme. Si tu mente no soporta mi tono de voz, mis contestaciones, mis estupideces, ¿qué haces aquí, echado en las mismas sábanas que yo? ¿Qué haces dándome cariño, caricias, besos, cuando la luz se apaga? Para mí, la oscuridad no cambia nada. Sé que estás sufriendo porque llevo la correa muy prieta, porque no paro de tirar de ti en todas las direcciones distintas en el menor tiempo posible. Comprendo que no quieras quedarte a mi lado si soy así, ni siquiera yo tendría las fuerzas para quedarme. Pero te pido, sí, te pido, que, si quieres irte, abandones ahora y no vayas dejando huellas por el camino, mientras me miras y me dices adiós, día tras día, con la expresión destrozada. Te pido que te des la vuelta y eches a andar. No te pido que te dé igual, no te pido que me olvides, no te pido que no sufras por mí cuando lo hagas. Sólo te ruego que no mires atrás, que no me observes mientras caigo al suelo y me destruyo con los restos destrozados de tu amor.

No. No. No. No.

No me llames. No intentes que vuelva. Déjame. No me cojas de la mano. No me agarres de la cintura al bailar. No me pidas bailar. No preguntes por qué estoy mal. No te intereses por mí. No me mires. No me quieras. No me eches de menos. No pienses en mí. No me envíes mensajes desesperados. No me digas que no puedes vivir sin mí. No te acerques. No te sientas culpable. No vengas a buscarme. No entres en mi casa. No. No. No. No hagas nada de lo que te pido.

28 septiembre, 2010

Mañana me iré.

No es un adiós, es un hasta luego. Es triste, pero estoy cansada de los hasta pronto, de las perecederas distancias. No. No quiero más dolor. Quédatelo. Ni deseo más palabras, que caen, que rompen en mi cuerpo y hieren. Mi corazón sangra, mis ganas se pierden con la sangre que, poco a poco, inunda mis pulmones. Ya no respiro, ya no camino por la carretera que tú hiciste para llegar hasta ti. No puedo más. No soy capaz de seguir. Mis pies están destrozados y mi vestido roto, sucio, inservible. Voy a dormir un rato, aquí, en la cama fría y dura que, ahora, me construye tu amor. Mañana me iré.

27 septiembre, 2010

Invierno.

Lo nuestro ha existido lo que ha durado un largo invierno, lleno de ternura y de calor cerca de la chimenea. Ha tenido tiempo de moldearse, de quedarse, de tener días de frío, y con nieve. Ha habido tormentas, de días, de apagones mundiales y reconciliaciones como rayos, de cinco segundos, y se acabaron. Debastador, así ha sido nuestro amor. Se ha llevado todo con el agua de las lágrimas al caer sobre las casas. Se ha cargado la carretera con el hielo que ha arrancado de nuestros corazones y que ha ido quedando en los bordes. Nunca hemos terminado de pelear, sólo hemos dejado la pala de apartar la nieve y hemos corrido dentro de casa, al sofá, o a la cama, y nos hemos dado demasiado. Entonces, volvíamos a empezar. Al amanecer, ya teníamos un nuevo tema de discusión. Mi amor, ha llegado la primavera. Y esa estación no es la nuestra. No hay nieve, no hay chocolate caliente, no hay chimenea ni hay besos entre las mantas de encima del sofá.

Lo que dura un recuerdo.

No me preguntes por qué, pero cada vez me siento con menos fuerzas y con más ganas de abandonar. De dejar todo y alejarme a una velocidad mayor que la de la luz. Quiero desaparecer, que nadie me recuerde. Deseo olvidarme de todo lo que dejo atrás, mientras camino, mientras mis huellas se quedan pegadas en el suelo, todavía mojado por las lágrimas que cayeron cuando dije que me iba. Que me largaba para no volver. Ah, regresar. En la vida, demasiadas veces se dice "nunca"; sin embargo, ¿cuánto dura ese "jamás"? Lo que dura un minuto de angustia, o de pasión. Se puede decir que perdura lo que también dura un "siempre". Es decir, nada, ni siquiera segundos robados del reloj. Tiene el mismo tiempo que posee un amor. Una noche entre sábanas blancas. Y se acabó.

I don't feel like go, forgive and forget.

We're always like this, always arguing, always thinking about the fucking problems that we both have. I'm tired of all this shit, because it makes me ungry, it makes me stupid, it makes me sad. And I don't want to be like this anymore. But I don't want to be every single second with you either, because... Because... What's going to happen when we won't be able to be together? I won't know what's going to happen with you, but... What about me? I'll be lost. And I don't think all this love deserves my pain.

23 septiembre, 2010

Seamos rebeldes.

Esta sociedad no es más que una mentira, una ilusión. Nuestro último fin es intentar vivir un poco más de tiempo, con ninguna enfermedad y la posibilidad de poder seguir corriendo. Una imposibilidad. Eso de que nada es imposible, ¿quién lo dijo? Obviamente, lo proclamó para alguien que perdía la esperanza por la estúpida vida humana. Y yo pregunto: ¿de verdad te importaba tanto esa persona? Habitamos en un mundo egoísta y capitalista, donde el pez más grande es el que abusa de otros y consigue amontonar el máximo dinero en las Islas Caimán. Aquí no parece sobrevivir nadie, la inmortalidad no se puede comprar con un par de billetes. En esta mierda de mundo, hay dos clases de personas: las que merecen la pena, o rebeldes, y las que no merecen la pena, o los que aparentan ser rebeldes.

No tengo nada.

Al parecer, no había conocido el verdadero amor, sólo pequeñas porciones de pasión y poco compromiso. Tampoco sabía nada del mundo, puesto que, cada vez, se sabe menos y menos; se pretende enseñar y, al final, poco se aprende, o no se aprende nada. Salvar el medio que me rodeaba no era mi fuerte; rara vez reciclaba y me gustaba el coche para unas distancias de veinte minutos andando. Mi escritura se había tornado vana, siempre tenía ideas para libros, pero también se quedaban en un capítulo, o en unas absurdas páginas. Ni siquiera servía para cocinar; la pasta se me quedaba dura y los huevos se rompían antes de salir de la sartén. Supuestamente, todo ser humano tenía una razón para su existencia, sin embargo, yo todavía no había encontrado la mía. Y éso, me ponía de los nervios. Vivir para nada, ¡qué sin vivir!

22 septiembre, 2010

Adam y Elisabeth: Bailes.

-¿Qué le ocurre, Señorita Linn? -preguntó con cierto aire de broma.
-El problema es que... Llevo noches sin dormir, y mi mente descansa sólo cuando piensa en un estúpido arrogante. No sé qué hacer, porque él no merece la pena, ni siquiera llega a mi altura. Lo único que sabe hacer es bailar. Bailar demasiado cerca, para mi gusto -resumió Elisabeth mientras Adam arrastró sus dedos por la espalda y le acercó a sí, de manera peligrosa, sin decoro alguno.
-Si es el Señor Gill, debo decir que no opino lo mismo en cuanto a su baile extraordinariamente fantástico... -comenzó, con tono sarcástico y una sonrisa torcida en la cara.
-No es el Señor Gill, no es nada prepotente y, además, pisa mi vestido al danzar.
-Entonces, ¿quién es, Señorita Linn? -preguntó.- ¿Una nueva conquista?
Terminó la canción y sus cuerpos quedaron separados. Al hacer la reverencia pertinente, Elisabeth terminó:
-No, no hay nadie que ocupe mi loca cabeza, además de usted, Señor Wright.
Adam cogió su mano y la besó, y añadió:
-Ha sido un verdadero placer haber compartido este baile con usted. Una pena que no tenga toda la noche para continuar en sus brazos.
Los dos se separaron y avanzaron hacia un extremo, y otro, del salón. Se miraron, disimuladamente, durante la velada. Mientras bailaban con otros, charlaban o tomaban un poco, o mucho, champagne.

21 septiembre, 2010

El tiempo no corre en mi reloj.

El tiempo no corre en mi reloj, ha debido quedarse parado. ¿A qué esperas? Tengo prisa. Me entretienes con tus agujas paralizadas. Nunca cae la noche en mi ciudad. Es raro. Además, el ayuntamiento ha decidido gastarse el dinero que presupuestaban para arreglar las casa más desperfeccionadas por la gran catástrofe, en farolas. Hay miles de farolas en las calles que no se utilizan. Que no sirven para nada. Rara vez hay atardecer, o amanecer, así que los amantes están desesperados porque no pueden dar un romántico paseo por la playa. Yo no entiendo qué ven en éso. Qué obsesión por lo romántico. ¿Qué es el amor, al fin y al cabo? Unas manos juntas, unos abrazos al despertar, unos besos antes de dormir. El amor no sirve para nada, igual que las farolas.

Tic, tac.

Puede decirse que hace mucho que no escribo, o que hace muy, muy poco. Los días han sido eternos, y cada hora parecía un siglo. Sé que es una estúpida hipérbole, que nadie podría hacer que su tiempo fuese tan largo. Muchos lo quieren para sí, ésto que yo estoy viviendo y que se llama un parón en el tiempo. La clave es precisamente el aburrimiento. Si estás terriblemente aburrido, tu vida será larga, larguísima. Si, por el contario, lo pasáis en grande, vuestros segundos correrán para llegar al final. La llave para abrir, pues, la semi-eternidad, es engañar al reloj y hacer todo lo posible para que él no piense que estáis, sinceramente, disfrutando ese momento.

14 septiembre, 2010

Adam y Elisabeth

Sus tacones resonaban por la vieja madera de la casa construida años antes. No sabía decir cuántos, aquella no era su mansión, pero le echaba unos veinte, por lo menos. Aún siendo antigua, todavía guardaba rincones ostentosos, que denotaban una gran afición por el oro y la madera tallada en formas elegantes y sobrias. Decidió quitarse los zapatos, ya que, lo único que hacían era intentar descubrir, ante sus anfitriones, su escapada nocturna a la ciudad; acción que no hacía mucho favor a su imagen, que guardaba el decoro de la época. Al final del extenso pasillo, vio una vela encendida. Por un largo segundo, guardó su aliento para otro momento y esperó. La luz se disipó, pero pasos se oyeron sobre el suelo. Tras su viaje, los pies reposaron sobre la moqueta color escarlata en la que también aguardaban, silenciosos, los pies de ella.
-No está muy bien visto que una señorita salga, sin compañía y a altas horas de la noche, de cualquier casa. Incluso es menos decoroso que abandone la estancia siendo una invitada, Señorita Linn -dijo una voz masculina demasiado conocida, con un ligero tono de arrogancia, de poder.
Elisabeth respiró, por fin. Se quedó mirando a aquel hombre, ese muchacho que se creía maduro y que tenía la absurda manía de aparecer cuando menos se le requería. Adam era el hombre más deseado del viejo Londres, y Elisabeth seguía sin entender por qué. Él era egocéntrico y derrochador de un dinero que no le pertenecía. Además, se comportaba como si su madre fuese la mismísima Reina y tenía fama de mujeriego insoportable. Nunca había entrado en su cabeza la idea del compromiso, y el simple roce cercano al matrimonio había sido denegado hasta que tuviese los veinticinco. Era apuesto, era cierto, poseía unos ojos grises que penetraban, de forma inusual, en los ajenos, y que paraban, de vez en cuando, y con disimulo, en las curvas de las mujeres, lo que ponía de los nervios a Elisabeth. Era alto, medía una cabeza y media más que ella, y sus músculos sobresalían, perfectos, únicamente cuando su chaqueta era retirada por el calor que le proporcionaban unas copas de más. No comprendía por qué las jovencitas suspiraban, no sólo por su físico envidiado, sino también por su carácter engreído y altivo.
-Y usted entenderá, Señor Wright, que un señor no puede estar levantado a tan altas horas de la madrugada. Debería estar descansando para finalizar con éxito su tarea de anfitrión esta semana -respondió susurrando.
Elisabeth era una muchacha que tenía aires de superioridad, que era difícil de manejar y que se quejaba de cada pequeño fallo. Era demasiado dominante, incluso en los bailes. Aún así, su rostro y sus preciosos vestidos, distintos a los de las demás, sobresalían en los salones con grandes lámparas y extensos espejos que sólo reflejaban su brillo. Tenía las mejillas sonrosadas siempre, incluso sin haber tocado el alcohol, y sus ojos eran marrones, oscuros, con más seguridad de la que tendría ninguna otra. Ella disfrutaba con las miradas puras de los hombres, que le pedían uno, y otro, y otro baile. Lo que irritaba realmente a Adam es que adoptaran una posición grosera con ella, bajando la mano un poco por su espalda, antes de recibir su mirada de queja y regresaran a la situación inicial de danza. Él no entendía como su estilo reprochador y soberbio era tan preferente ante los hombres que rodeaban sus círculos.
-Entonces, ¿cree que debería guardar su secreto? -preguntó Adam.
-Haga lo que usted crea conveniente -contestó Elisabeth.
-Puede que, si me lo pide de manera más educada, pueda ayudarla con su querida madre. La señora Linn no parece desear más disgustos.
-¿Debería tomarme eso como una amenaza, Señor Wright?
-Debería tomárselo como usted crea conveniente, Señorita Linn.
-Le pido disculpas por mi comportamiento, si es usted, así, más feliz. No hace falta dar información a nadie sobre mi aventura. Ha sido una vez y no volverá a repetirse. Se lo prometo -terminó ella, con ironía y dándose la vuelta para llegar a su habitación.
-No es creíble, Elisabeth.
Ella regresó a estar enfrente de él, pero parecía estar más cerca que antes, y sus labios casi rozaban el pecho de él. Hasta entonces, no se había dado cuenta, pero Adam llevaba los pantalones de su pijama, dejando a la vista sus esculturales abdominales. Le miró a los ojos.
-¿Sabe qué, Señor Wright?
-Dígame.
-Es usted un estúpido arrogante, Adam.
Giró para ir, enfadada, a su cama, pero una mano la detuvo.
-¿Sí? Pues es usted una señorita que se cree mejor que los demás y que piensa que nadie la merece.
-No tiene usted la educación necesaria para hablar con una mujer.
-¿Con una mujer, o con usted?
-Lo que decía, un completo idiota.
-Cállate.
Adam se sintió atraído por una fuerza gravitatoria que ella emitía, y se aproximó a su vestido mojado. Pasó los dedos por su cadera y se quedó ahí, parado, con su nariz pegada a la de ella. Elisabeth entreabrió los labios y se paralizó, hipnotizada por su mirada metalizada y constante. Después de varios minutos, se separó de él y dio un paso atrás.
-Elisabeth... -comenzó él.
-Buenas noches, Adam -dijo deslizando sus delgados y finos dedos por la piel de él.
Los dos caminaron hacia su aposento aquella noche, pero ninguno pudo conciliar el sueño. No sabían, exactamente, lo que había pasado. Simplemente se daban cuenta de que había ocurrido, entre ellos, un hecho poco decoroso. Una corriente que les azotaba y que pensaban que nunca llegarían a sentir.

03 septiembre, 2010

Vacío.

Es un vacio incrontolable, que crece y se hace ancho, que cava un agujero tan grande que atraviesa el poco alma que me queda. No me siento muy llena ahora mismo, ni de felicidad, ni de alegría, ni de curiosidad, ni siquiera de imaginación. El amor parece que... No se acabó, pero se rompió en pedazos tan pequeños que no soy capaz de reconstruirlos. Lo he intentado ayer, durante casi toda la noche. Y, ¿de qué me ha servido? De nada, los trozos siguen en el suelo, desordenados, con sangre en los bordes. Tengo los dedos destrozados después de una lucha incansable durante horas y horas, en las que los segundos se contaban con cortes de cristal. ¿Qué va a pasar ahora? ¿Qué hago? ¿Meto las fracciones en una caja o los abandono ahí, esperando a que alguien los recoja por mí? ¿Echo a correr o me quedo quieta? ¿Te beso, o ni lo intento? Tengo miedo, porque no sé lo que voy a hacer, ni lo que va a pasar después de que lo haga. Y no soluciona las cosas que presiones. Porque tú estás sufriendo, pero yo también. Porque no puedo decirte que quiero estar contigo si ni siquiera me has dado tiempo para saber cómo estaría sin ti.

Doloroso, estúpido y poco corriente.

Te has ido porque yo te lo he pedido. En estas horas, sólo he tenido las ganas para pensar que era imbécil por dejar que te pierdas, que eches a andar y que, al girar una esquina, ya no te vea. ¿Sabes? He tenido el teléfono entre mis manos, y no he sido capaz de llamarte. Desde el último mensaje, he estado cinco horas dando vueltas sobre la cama mirando el móvil con cara de ansiedad, con las lágrimas cayéndome por la mejilla y con la angustia pegada a la garganta. Me he levantado al baño doce veces, hasta que decidí caminar hasta el salón con el rollo de papel higiénico en la mano. Me puse a escribir en el cuaderno, en el diario que no habías querido leer. Nunca había llorado tanto. Ni me había sentido tan mal, ni siquiera había probado el sabor amargo de un adiós tan poco corriente, tan doloroso y tan estúpido.

Culpa mía.

Es un sentimiento tan fuerte que ni se me ocurre describirlo. En cierto modo, yo me lo he buscado. Nadie ha venido y me ha pegado, o me ha dicho cosas que no me han gustado. Yo sola me he metido en esta especie de habitación sin puertas que, cada vez, se hace más pequeña. Estúpido miedo. Porque fue sólo éso. Miedo. Llegó un momento en el que me asusté tanto que... Únicamente encontré una salida. Puede que no sea la correcta, o que, quizás, sea la demasiado acertada. Ya me he cansado de pensar. Y de llorar. Me hace falta un poco de... Tiempo, para tomarme en serio ésto, para creerme que ya no estamos... Que... Ni tú estás ahí, ni yo estoy aquí. No para un nosotros. Mi cabeza juega mal, mi mente me ataca, hasta mis piernas me llevan la contraria. Y nunca había tenido sueños tan horribles y tan cortos. Estaba haciendo la matrícula y me hicieron pagar 1,12 euros. Me tragué el maldito nudo de la garganta y seguí finjiendo, entreteniéndome, poniendo sonrisas. Lo peor de todo ésto... Es que es mi culpa.

31 agosto, 2010

Tiempo muerto

Quizás sea hora de dejarnos marchar, de darnos un tiempo, de aprender a echarnos de menos. Tenemos que estar separados para tener la capacidad de pensar en un "nosotros", porque, ahora, tú tienes tu idea, y yo tengo la mía. Y no queremos juntarlas. Cuando lo hagamos, entonces será el momento de volver a encontrarnos, bajo las sábanas, o encima de una valla. No quiero que forcemos un sentimiento que no debería forzarse, que tendría que salir solo. No estamos preparados, ni siquiera lo intentamos. Parece que no queremos salir de ésta, que disfrutamos de hacer daño al otro. ¿Sabes? Ya hemos sufrido bastante. Estoy pensando en mí. Y yo, yo ya no tengo fuerzas para pelear, ni para reconciliaciones que duran lo que dura un rato en la cama, o un beso que no significa nada.

The end is near, and I know it.

And... May I stand all your stupid acts? May I pay for every second that I'm not kissing you? What do you really think about us? Because we've just began the war. We've already destroy the feelings. There's nothing in my place, even the desolation left yesterday. There are no more tears for our fight. I guess I don't know when the end is.

I can't breathe but I still fight while I fight

No duele, sólo cansa. Únicamente siento como todo camino recorrido desparece porque pareces tener gran habilidad con la escoba. Estoy agotada hoy. No voy a molestarme en tener nada contigo, no dos días antes de mis exámenes. ¿Para qué? ¿Para no poder dormir, una noche más? No. Aprendo rápido lo que me interesa.

30 agosto, 2010

Escrito el 1 de Agosto.

No sé cómo tratarte, por éso no lo hago. Pero yo ya no sé si no me das caricias porque tienes miedo a mi rechazo, o no me regalas besos porque ya te has cansado de mí y de mis tonterías. Lo siento si soy una imbécil que te está dejando escapar por la puerta delantera. Me disculpo por ser tan estúpida de querer retenerte aquí con cualquier escusa barata. Ya no voy a hacerlo más. Si quieres andar a mi lado, camina. Si deseas quedarte parado porque estás cansado, yo no voy a esperarte.

Melendi.

¿Por qué mirarte a la cara? ¿Por qué mirarte a los ojos? Para mí, son las patadas, y, para ti, los elogios. ¿Por qué quedarme contigo? ¿Por qué seguir a tu vera? ¿Por qué esperarte despierto en vez de hacer las maletas?

Deja de esperarme

Yo hago muchas cosas mal desde que he vuelto del país extranjero. Siempre me equivoco. Nunca doy un maldito paso bien, jamás piso en la parte del suelo que no has fregado todavía. No puedo con tanto. No soy capaz de vivir bajo tus exigencias. Porque nadie puede. Es imposible que recupere todo mi lado pasado. Sí, a ti te gustaba más. Sin embargo, no puedo complacerte esta vez. Ni creo que pueda hacer tus deseos realidad más adelante. Es demasiado para mí tener que pensar cada movimiento que doy a tu alrededor y que, aún así, te moleste. Deja de exigir, de pedir, de esperar. No voy a volver. ¿Qué hago si las cosas te gustaban más como antes? ¿Fingir? ¿Es eso lo que quieres? 

Yo soy más importante que tú.

No te puedes imaginar el mal humor, las ganas de reventar una ventana con la mano. Quiero clavarme todos, y cada uno, de los cristales que se rompan. A ver si duele menos. A ver si, así, reacciono de una vez y lo mando todo al sitio donde debería estar hace mucho tiempo. ¿Sabes cuál es nuestro problema? Que sólo pensamos en "yo", "yo" y "yo". Mientras leo tus textos, la furia recorre mi sangre, la hierve. Pero no porque me haya dado cuenta de que te haya hecho daño, si no porque tú me estás dañando. Y, por lo que denotan tus letras, yo soy la amenaza para ti. Yo, para ti, soy la mala. Y tú, para mí, eres lo peor. No... No vamos a ninguna parte. Hace tiempo que caminamos sin rumbo y discutimos por estupideces. Hace bastante que dejamos de preocuparnos por el otro. Quizás nunca nos pareció importante preguntar por algo que no fuese el "yo".

El amor existe, pero es perecedero

Las mitades perfectas no existen, ni las medias naranjas. El amor que dura para siempre parece escondido, sólo capaz de encontrarse por cuatro estúpidos de cada millón. Las relaciones nunca son eternas, duran lo que tardas en descubrir que algo no te gusta, que muchas cosas ya no son lo que eran cuando os conocíais un poco menos y decidísteis embarcaros en ese viaje, tan largo y angustioso, que os vendieron como perfecto. El amor es extraño y rebuscado, jamás tiene una solución fácil y siempre pierdes a alguien por el camino. ¿Qué es el amor? Una carretera con una acera muy estrecha. Cada día, pasan miles de coches, que no facilitan la conversación. Y, cada noche, un conductor para a uno de los dos y le dice que, si quiere, le puede transportar. La única condición es que su compañero se quede allí. Los pies duelen muchísimo y el cansancio ha creado ojeras. Te quedas por un tiempo, hasta que descubres que tu acompañante ya ni se molesta en gritarte, en parar y besarte a mediodía, ni siquiera cuando cae la noche y los grillos están de fondo. Te das cuenta de que, ahora, la maleta que compartíais, y que peleábais por llevar, sólo descansa sobre tu espalda. Entonces, a la decimoquinta noche, decides subirte a un coche, o tienes que soportar como tu pareja se lanza al asiento delantero de un Renault Megane color azul noche, más bien tirando a gris oscuro después de los años. Te preguntas qué has hecho mal. Yo te lo diré. Nada. El amor se acaba. Y tiene la jodida manía de terminarse a destiempo.

Todo cambia.

¿Tienes que buscarme en un papel cuando me tienes delante? ¿Debo dibujar corazones para no sentirme mal? Me parece estúpido. De niños pequeños. No compartimos muchas ideas. Ya no pinto corazones en los bordes de los apuntes, porque las hojas no son mías. No voy a encontrar tu nombre en un árbol, ni siquiera voy a esforzarme en mirarlo. Tampoco voy a ser la persona que escriba una fecha en una mesa, en una pared, en un papel. Alguien vendrá, y romperá la mesa. Otro irá, y tirará la pared, o la pintará. Pasado el tiempo, el papel caerá en manos poco apropiadas y acabará en una hoguera. ¿Para qué propagar nuestro amor, si sólo necesito que lo sepas tú, ahora? No quiero que lo sepas mañana, porque no sé si mañana seguiré sintiendo lo mismo. Las cosas cambian. Las personas cambian. Y las iniciales que comparten tu vida también cambian.

¿Es una obligación?

Yo nunca he dicho que dejaras de importarme; simplemente, no estoy todo el tiempo encima de ti diciéndote que me importas. Yo jamás te he sugerido que no te ame; únicamente, no repito en tu oreja, cada vez que te veo, que te quiero. ¿Qué pasa? ¿Que ahora tengo que demostrarte, a todas horas, que significas algo para mí? Por estar contigo, ¿estoy obligada a actuar como tú actúas conmigo? Pues menuda hostia te vas a llevar, mi amor.

No intentes dominarme.

Tu puta estupidez intenta dominarme. Parece que no ves que no soy así de fácil. Yo soy libre, yo soy el caballo que todavía corre al atardecer por el bosque, cada verano, al ritmo del viento. No me importa hacia que sitio vaya, siempre encuentro el camino de vuelta a mi casa. Y mi hogar está en muchos lugares distintos. Una noche, una cama. No pretendas atarme, porque tendrás agarrado mi cuerpo pero no mi corazón. No desees que te llame, porque no voy a hacerlo. No después de tener que escuchar cosas como ésas.

29 agosto, 2010

Nuestro Diciembre nunca será fácil de olvidar.

Nunca serás fácil de olvidar. Ni siquiera si lo intento, lo conseguiré. Y lo sabes. Ya nos hemos roto demasiado el corazón esta semana. Cambiemos de ambiente, vayámonos a dar una vuelta al parque. Saquémonos fotos como dos enamorados que acaban de conocerse. Volvamos a ser los de antes, regresemos a los dieciséis. Mi futuro contigo no se ha ido, sólo se ha esfumado un poco. Únicamente, ha decidido irse de viaje, y todavía no ha vuelto. ¿Crees que va a durar mucho? ¿De verdad piensas que mis ideas de futuro no se impregnarán de tu olor cuando llegue el invierno, y con él, el frío, los desayunos, las mantas y la nieve en la ventana? Piensa cómo actúas, pregúntate a quién he llamado, a quién he perseguido. Cuestiónate a quién quiero, a quién amo. Si tu amor se agota, ¿de qué vivo yo este Diciembre? ¿con qué me arropo cuando la noche caiga y siga esperándote?

Escribiéndote.

Tengo el momento de escribirte, y no como novia, ni como amiga, ni siquiera como conocida. Tómatelo como que soy sólo el espectador, la espectadora de tu vida, que paga, cada día, una entrada al cielo para ver cómo te manejas. Eres divertido, y te desenvuelves bien con las personas. Y yo, se puede decir que también. Entonces, ¿por qué estamos solos? Es inexplicable. Quizás no nos dejamos por éso. Puede que, únicamente, aguantemos todo, y más, por miedo a que nuestras sospechas sean ciertas. Y que no tengamos a nadie para cuando el otro ya no esté. No digo que no nos queramos. Claro que lo hacemos. Hemos sobrevivido así, arropados con la ceguera imaginando un mundo para los dos. Pero éso no está bien. ¿Y los demás? Ni tú tienes en quién confiar, ni yo tengo con quién llorar. Tu ausencia en aquel viaje, y supongo que la mía, sólo me lo demostró aún más. Ni yo te merezco, ni tú me mereces. Estamos juntos porque nos gusta sobrevivir, como a cualquier ser humano. Hace tiempo que no me parece una buena razón para luchar por ti, y me siento muy, muy, casi demasiado culpable. Me caigo, y tú me recoges. Te caes, y soy incapaz de tenderte mi mano y decirte: "Estoy aquí". Porque estoy terriblemente asustada, aterrada de que te des cuenta de que bajo la guardia y... Ataques. Y te asfixie, y te vayas. Porque, si no pudimos ser amigos antes de ser novios, ¿por qué íbamos a serlo después de hacernos tanto daño? Idea estúpida y cobarde. Palabras tontas y sentimientos absurdos. Pero no puedo cambiarme, no ahora. Al final, resulta que sí te hablaba como algo más que un simple oyente.

Letras

No quiero escribir más, no ahora que me siento demasiado sucia. Entonces, ¿qué hago? Sólo sirvo para ésto, y cada vez lo hago peor, con menos ganas. Me lo impongo como obligación. No puedo dejar de hacerlo, porque me ayuda, porque me hace sacar todo, porque... Es bonito pensar que tienes alguien en la otra parte del mundo que escucha tus estupideces, que las aguanta y que se siente, exactamente, igual que tú. Que vive tus experiencias como si fuesen suyas y que saca la ira que tú le das con las letras. Porque son sólo éso. Letras que, en conjunto, forman frases y hacen daño, que marcan un diálogo, o un monólogo. Que zarandean, abruman, enfadan. No es nada más, es un sin sentido, una búsqueda de lo que todavía no ha sido inventado, una estupidez sin estúpido que luche por ella.

Soledad.

Tuve que irme a Canadá para darme cuenta de que estaba sola. Abandonada entre un montón de gente. Sé que se dice mucho éso de que la soledad se encuentra en el lugar con más personas del mundo, pero... Nunca lo había sentido de verdad, jamás había pensado en ello totalmente en serio. Ahora, no soy más que un medio para un fin, una asquerosa pieza más, traída desde el infinito y llena de polvo confinada al fondo de la estantería. ¿Debería asustarme? Y si es así, ¿por qué? ¿De qué serviría? Simplemente, me encontraría todavía peor, con menos utilidad y con más estupidez. ¿Qué pasa con el cielo nublado? Ni las nubes disfrutan de mi compañía ya. Joder, éso sí que es ser aburrida.

28 agosto, 2010

Estrés.

Nunca había visto una piedra tan pequeña y tan difícil de saltar. Tengo que aislarme, concentrarme y seguir estudiando. Lo repaso y me lo sé, pero, por momentos, el olvido se apodera de mí. Me pongo todavía más nerviosa y no soy capaz de encontrar la hoja. Entonces, me doy cuenta de que me salté un tema hace dos días, y que, ahora, tengo que volver a empezar con la historia otra vez. Dios mío, ésto me supera. Mi corazón no está hecho para estas carreras. A partir de hoy, tengo que comenzar a hacer más deporte. Así, estaré tan cansada, y con tantas agujetas, que, si mi ritmo se acelera, no me entrarán ganas de echar a correr.

24 agosto, 2010

Recuerda que me odias y te odio.

-No te olvides de que me odias.
+No te preocupes.
-Es que, mañana, vienes y me das un beso, y todo se te pasa.
+No, no, no te voy a dar ningún beso mañana.
-Más te vale ni recordar mi número de teléfono.
+Vale. Ningún problema.
-¿Sabes qué? Que te odio.
+Yo también te odio, mi amor.
-Olvídame.
+No, no pienso olvidarte.
-¿Por qué no te pierdes?
+Porque me gusta cómo te enfadas.
-Ah, te parecerá bonita la vista, estúpido.
+Tan preciosa como tú.
-¿Vas a seguir así mucho tiempo?
+Sólo hasta que me dejes besarte.
-Entonces, ya puedes esperar sentado, porque vas a tener que esperar mucho tiempo.
+¿Sí?
-Sí.
+Bueno, siempre es agradable pasar tiempo contigo.
-(Le besa) Ahora, lárgate, que no te quiero ni ver.
+(Le agarra y le besa más fuerte) ¿Y quién ha dicho que yo quiera perderte de vista?

Si yo no dormía, él tampoco.

Dejé mi peso sobre la barandilla del balcón y sentí cómo el viento recorría mi pelo. La fría noche aguardaba un amanecer perdido entre las horas, un salir del Sol que, quizás, y con suerte, nunca pasaría. Me alejé del borde y pasé a mi habitación. La gran cama con sábanas rojas estaba deshecha de tantas vueltas y el edredón había optado por el suelo. Paseé mis pies descalzos por la madera y llegué hasta el sofá. Allí, echado en una posición practicamente imposible, se encontraba él. No parecía haberle afectado nuestra pelea, nuestra discusión a altas horas de la mañana. Dormía placidamente, incluso sin almohada. Estaba terriblemente enfadada, y él no sentía nada. Giré alrededor del mueble y lo miré fijamente. Agarré su mano y tiré. Si yo no dormía, él tampoco. Se levantó sobresaltado y de muy mal humor. Me observó, con aire decidido, con el ceño fruncido. Me cogió de las rodillas y me llevó sobre su hombro. Le chillé, le pegué y, aún así, no paró. Me posó tumbada en la cama y se echó encima de mi cuerpo. Nuestras pieles se fusionaban, se insultaban, se pegaban y se decían a gritos que se amaban. Intentó besarme y le aparté la cara. Me mordió el cuello. Aquella noche, terminamos desnudos, tan frágiles a la luz detrás de la ventana. Estaba amaneciendo y nosotros seguíamos con nuestra lucha. Mi boca buscaba la tuya, y la tuya... La tuya buscaba un poco más abajo.

23 agosto, 2010

Dancing without you, love.

Y, con la fría lluvia de fin de verano, me puse a bailar. No te necesitaba para tener una vida, podía yo sola con todo. Aunque tú pensaras que no. Ya no soy débil. Ahora, soy fuerte. Ahora, soy soy capaz de moverme al ritmo de la música sin ti.

¿Por qué me voy a quedar sentada?

Hay veces que la vida da mil vueltas, y que te lleva al mismo lugar del que te fuiste. Conmigo, éso no ha pasado. No todavía. A veces, lo echo de menos. Esa pequeña sensación de sentir todo por todos. Sin embargo, ahora ya no espero de nadie, sólo de mí. No me quedo bajo la lluvia un día más aguardando a que me llames. Si nadie tiene tiempo para bailar conmigo, ¿por qué me voy a quedar sentada?

22 agosto, 2010

Sola.

Creo que tengo que descansar un poco de todo. Del ambiente, del alcohol, de los amigos, del amor. En general, necesito olvidarme del mundo. Porque no hace más que traerme problemas. Un día, puedo estar feliz pero, descuida, por la noche vendrán comederos de conciencia. Al siguiente, podré pasar un buen rato en un café, sin embargo, no tardarán mucho en llamarme, reprocharme y estropearme el momento. También quiero alejarme de la familia. Deseo estar SOLA.

15 agosto, 2010

Coliss, Coco, je vais m'ennuyer de toi.

Y se fue nuestro verano, dejando promesas de un regreso poco lejano. Igual no nos vemos mañana pero, dentro de diez años, sí. No quiero vivir de deseos, de sueños, de estúpidos recuerdos. Y, aún así, voy a tener que sobrevivir a base de ellos. ¿Y ahora qué hago? ¿Qué te digo? Sé que no puedes quedarte, la gente te espera al otro lado del charco. Pero yo también te aguardo. Ahora, cada dieciséis de Junio recordaré nuestro desayuno, nuestra primera comida juntas. Nuestro encuentro sorprendentemente amistoso. ¿Nos conocemos de toda la vida? No, ha sido sólo un verano. Ni siquiera éso, dos malditos meses metidos en una autopista a ciento veinte kilómetros por segundo. Este año has llorado más que nunca, repetías. Algo raro en ti, porque no te gusta malgastar lágrimas. A partir de hoy, todos los Junios, Julios y Agostos estarán dedicados a pensar en ti. En nuestras confesiones, nuestros secretos, nuestras risas, nuestras... Más que tonterías. ¿Quieres que sea tu hermana, aunque me conozcas desde hace tan poco? No te preocupes, lo seré. Eres la persona más maravillosa que... Me podía haber tocado. Rememoraré nuestra despedida toda la semana, porque no puedo quitármela de la cabeza. Estabas esperando a que llorase, con un nudo en la garganta. Dios, si es que soy tan predecible. Es hora de separarnos, ya nos volverá a juntar el tiempo. Recuerdo aquel quince de Junio, porque no quería irme; y hoy, el quince de Agosto, no quiero que te vayas tú.

14 agosto, 2010

Corinne Thauvette.

Te vas y no sé qué hacer para que te quedes, o me lleves contigo. Te voy a echar de menos más de lo que imaginas. Me voy a sentir sola sin alguien que esté veinticuatro horas conmigo, a mi lado, siempre escuchándome, siempre atenta a todo lo que digo, por si se pierde. Nos quedan las horas contadas, asi que... ¿Para qué seguir escribiendo sobre lo que siento? Voy a sentarme a tu lado y voy a mirarte, voy a abrazarte y besarte, voy a dejar que me cuentes lo poco que te quede por relatarme. Espérame, que voy a molestarte, a revolotear a tu alrededor. Voy a pasar las horas que nos quedan conociéndote.

El tiempo pasa y mi libertad se va con él.

El tiempo pasa, irremediable, delante de mis ojos. Intento atraparlo entre las manos y quedarme un rato más en un momento, pero no puedo, no soy lo bastante fuerte. Ni yo ni nadie. Me cuesta andar tan rápido, me molesta correr por, lo que se supone, es mi vida. Sin embargo, es todo menos eso. Todos controlan mi existencia. No sólo mi madre, el ambiente, el aire que me rodea. Me controlan todos y cada uno de los que se sientan a mi alrededor. Incluso los que están más alejados de mí. Organizar mis ideas es una tarea que lleva mucho tiempo, y yo... Yo ya no tengo de eso.

13 agosto, 2010

Adiós, Independencia.

Seguía parada porque mi corazón no quería soñar, no deseaba viajar y molestarse en seguir a otro, en amar distinto. Mi corazón ya no latía, aunque sonase en mi pecho, no sentía por nadie, ni siquiera por los que suspiraban por él.Ya había llorado demasiado, y sangrado. Ya no tenía ganas de llorar por los demás. No tenía lágrimas, o quizás sí, sólo se escondían. Nunca me encontraba bien, no estaba cómoda. Me gustaba estar sola, más que de costumbre. Después de un mes en el extranjero, había aprendido a guardar mis sentimientos y a reprimir el deseo de caricias, abrazos o besos. Ahora, debía volver a la pequeña realidad, en la que mi independencia dependía de los demás.

Dos vistas.

Tengo miedo de equivocarme al sentir distinto. Ésto es nuevo para mí y, sin embargo, me siento tan dentro, que puedo adivinar los movimientos de mi cuerpo. Ya no me guía el corazón, me lleva la razón, la cabeza, mis ideas. Quiero vivir un futuro en el que sólo existo yo. No imagino personas a mi lado porque todo cambia, todo se transforma. Por eso procuro no mirar adelante, tampoco atrás. Las dos vistas, aunque preciosas, duelen.

Futuro.

Te cansarás de no oír palabras bonitas. Te abrumará el no volver a vivir despedidas románticas y estúpidos besos al final de cada día. Siento mucho no ser como antes. He cambiado, y no voy a hacer nada por regresar al pasado. Ya no quiero callarme nada, no ahora, que tengo demasiado que decir. Poseo todo el tiempo del mundo que me quede hoy para vivir lo que no haré mañana. Puede que, para ti, esté metida hasta dentro en un futuro; sin embargo, opino que eres tú el que tenía los pies encima de él. De otra manera distinta a la mía. Para variar, claro.

Andrea.

Las palomas salieron volando mientras yo miraba la fuente. Con aire melancólico, me levanté. Había dejado las ganas de esperar metidas en el agua, y mi orgullo había salido disparado junto a mi dignidad. Aunque me sentía más fuerte que nunca, en las mejores condiciones para abandonar ese estado bucólico y triste, para apartar la nube de negrura que cubría mi cuerpo y pesaba, agaché la cabeza y comencé a andar. Caminé durante un buen rato hasta llegar a un café escondido, que conocía muy poca gente en la ciudad. Allí me encontré con mi otro yo, con la persona más extraña y optimista que había conocido jamás.

Miedo a estar sola.

Creo que no me permito dejarte por el tiempo, porque ya no sé qué hacer sin ti. Sin embargo, me siento egoísta al querer retenerte junto a mí sin ni siquiera sentir más que ayer y menos que mañana. Lo siento. Porque sé que es sólo por el miedo a estar sola, a no encontrar a nadie, a buscarte en otra cama.

Cánsate.

Algún día te cansarás de luchar, de levantarte del suelo y seguir pegándote contra las paredes por mí. Llegará un minuto en el que tu cabeza empiece a llevarse por lo que ella manda y no lo que tu corazón le dicta. Te preguntarás qué haces conmigo, por qué me quieres si sólo consigo hacerte daño. Cánsate. Lárgate y no vuelvas.

02 agosto, 2010

You're not beautiful.

Te miras al espejo y ves un gran error. Un cuerpo horrible y un alma que está lejos de estar limpia. No te sientes bien contigo mismo y te sacas mil errores. Te observas desde todas las posiciones y ángulos posibles, pero continúas creyendo que, quizás, sería mejor quitarte de delante del objeto que te refleja; sin embargo, hay algo en él que te atrae y te hace pensar sobre tu inferioridad ante los demás, sobre las estupideces que cometiste comiendo un poco de más. No hay nada en el armario que te siente bien, ni siquiera lo nuevo te pega con tu forma ahora. Tras varios minutos maltratándote, agachas la cabeza y vas hasta la entrada con lo último que te probaste.

01 agosto, 2010

Veinte.

Me gustaba el olor de tu piel, y tus abrazos me sabían genial. No me cabía en la cabeza el poder vivir sin ti, ni siquiera me lo planteaba. Tenía la estúpida sensación de que, si alguno de los dos se marchaba, ése serías tú. Y me dolería muchísimo. Ahora, me he dado cuenta de que sufría demasiado por ti, por tu comportamiento o por tus palabras. He conseguido separarme de ti un poco y ver mundo sin que esté tu mano cogiendo la mía y, sorprendida, me he encontrado con que soy capaz de estar sin ti. Claro, pero éso no significa que haya dejado de amar tu perfume ni tus brazos rodeándome.

29 julio, 2010

Y es que, a veces, soy tuyo y, a veces, del viento.

A veces, soy tuya y, a veces, del viento. Por eso me escapo, me escurro entre tus brazos, me alejo cuando estás demasiado cerca. Necesito respirar y tú no me dejas. Me gusta sentirte, me encanta que me abraces, que me mires, que me prestes atención. Me encuentro bien cuando rozas mi mano, mientras me susurras que me quieres, que me amarás siempre. Soy egoísta, como tus niños, como tus ojos. Quiero todo para mí, sin darme cuenta de que no me perteneces, de que no podré tener a tu corazón esperando eternamente a que el mío acelere y se atreva a... Salir del viento.

Young Forever

¿Sería aburrido vivir para siempre? No seríamos absolutamente felices nunca, no tendríamos momentos pequeños de instantánea felicidad. Todo debería ser largo e interminable, insustancial y estúpidamente retorcido. Al fin y al cabo, demasiado tiempo para pensar en las cosas que te preocupan. Eso sí, si eres capaz de olvidar todo lo que ves, los que sientes y lo que pasa por tu cabeza, entonces, y sólo entonces, estás preparado para vivir eternamente.

Tan cerca y tan lejos.

Me aproximé a tu lado y me senté. Como de costumbre, ya no sabía cómo comportarme contigo. Tampoco conocía del todo mi punto de vista dentro del asunto. No quería perderte; sin embargo, no consideraba como una buena opción dejarte esperando a que todo cambiase. No podía darte lo que tú me regalabas con una sonrisa. No era capaz de quererte y amarte de la misma manera que tú lo hacías. Pasé mi mano por la tuya. Me miraste. Me observaste con esos ojos de pena contenida y escondida, recorriendo cada parte de mi cuerpo como si tuvieses miedo a que fuese la última vez que volvieses a verme.
-Estás preciosa hoy -dijiste con la voz rota.
Decidí callarme una vez más y darte un beso. Rocé tus labios y tu corazón comenzó a latir de nuevo, a saltar de alegría, como antes de que me fuese tan lejos. Seguía a kilómetros de ti, pero tú no tenías por qué saberlo.
-¿Y por qué lo dices con esa voz que denota que te cuesta mentir tanto? -te sonreí.

18 julio, 2010

Forma de ver las cosas

Coincidió en que no fue la mejor forma de decirlo. Había hecho un poco de fuego en su corazón, o quizás lo había congelado demasiado. Sabía que nunca nada volvería a ser lo mismo, pero, finalmente, aceptó con un falso optimismo que el pasado jamás regresaba, fuese malo o tremendamente bueno. Aquella noche, se arrepintió de haber abierto la maldita y estúpida boca que actuaba bajo efectos del alcohol. Miedo. Eso es lo que, en ese momento, sentía. En cada parte de su cuerpo algo gritaba que había hecho lo incorrecto, que todo había sido demasiado rápido. A seis mil kilómetros, había aprendido a esperar; sin embargo, se mostraba cómo su mente no lo ponía en práctica. Las palabras no eran las que debería haber utilizado, ni los gestos. ¿De verdad dolía tanto? Claro que dolía.

Tormenta.

Lo nuestro es comparable a una intensa noche de tormenta. Sonamos tan fuerte como el trueno cuando nuestras voces se alzan e intentamos arreglarlo de la manera más infantil posible. Los relámpagos vienen con tus ojos, con tus preciosos ojos, siempre atentos, siempre cazando mi mirada. Y el rayo nos traspasa cuando nos levantamos a la mañana siguiente, en la oscuridad de mi habitación, o de la tuya. Cuando tengo que separarme de ti para ir a hacer algo tan humano como comer. Cuando, de lo único humano que tengo ganas, es tu piel, tu desnuda y desprotegida piel, que se transforma al roce de mis dedos, que se curva y estremece, que me sonríe a través de tu boca. Adoro la lluvia en la ventana, mientras nuestros cuerpos se buscan y se esconden, mientras tus manos recorren los mechones de mi pelo intentando calmarme en el momento de máxima potencia de nuestra tormenta.

29 junio, 2010

Rouyn-Noranda

Entonces, se dio cuenta de que pertenecía a ese lugar, que siempre debería haber estado allí, rodeada de esa gente maravillosa y aquellos paisajes utópicos que nunca dejaban de ser bellos, ni siquiera para los que lo tenían demasiado visto. Aquel sitio le encantaba porque nadie pretendía ser igual que otro, se regía por sus propias reglas y no por las de los demás. Era su ciudad, su pueblo. Sus alas se replegaban en esos lagos majestuosos y las sonrisas, las miradas de complicidad. Su libertad habitaba ahí, entre abrazos a escondidas y lágrimas que no salían. Y no brotaban no porque no hubiese pena, sino porque sabían que volverían a encontrarse. Sus caminos no se cruzaban ahí y ya está, se unirían más tarde, quizás en ninguno de los dos países. Habría una opción B, y otra C, y, por supuesto, una D. Seguramente, no regresaría; sin embargo, algo le susurraba que esos rostros gritarían al otro lado de la calle con gesto de reconocimiento, en alguna calle, en alguna ciudad. Con suerte, sus pasos la guiarían de nuevo hacia Rouyn-Noranda. 

27 junio, 2010

Sácate una foto conmigo.

Cogí tu cara entre mis manos y te besé. Rocé aquellos labios que siempre sabían tan bien, que no tenían rastros de bosques ni de senderos, que tampoco sonaban como los lagos ni saltaban con las cascadas. Esa sonrisa, que se adivinaba mientras nos movíamos con la música, no tenía nada que ver con el país que nos rodeaba y sentía, que nos hacía volar por encima de sus paisajes impresionantes. Yo no podía dejar de mirarte, pero siempre estabas demasiado atrás y, por eso, perdía el hilo de la belleza de un lugar. Yo sólo quería sacarme fotos contigo y tú, tú nunca estabas allí.

22 junio, 2010

Sin ti.

Recuerda que, cada sonrisa que te di, me sobraba al respirar tu aire, pero ahora me faltan. Esta atmósfera no es la misma, no está impregnada de tu olor en invierno, ni de tu olor de verano. Llueve, pero no caen tus lágrimas ni resbala tu ira, ni siquiera se divisan tus besos. El viento sopla, sin embargo, tus caricias no vienen, tu sonrisa no viaja a través del océano. Se queda parada y perdida a los veinte kilómetros recoriidos. Tengo una vaga memoria que te pasa por mi mente, que te enseña a mis ojos para que el deseo prenda y te eche de menos. No es duro buscar entretenimiento para dejar de pensar en ti, es difícil darse cuenta de que tener mi cabeza ocupada no va a hacer más llevadero el estar sin ti un día más.

20 junio, 2010

Canadá.

Era un lugar apacible, tranquilo y silencioso. Era un lago que no se movía con el viento, con árboles que se reflejaban en su agua cristalina, con el Sol brillando en cada insignificante parte de aquel sitio. Nunca me había sentido así. Era un sentimiento raro, mi cabeza me hacía pensar que, en realidad, aquella era mi casa, mi hogar. Lo curioso es que jamás había pisado ese lugar.
-Do you want to jump into the water? - me preguntó Amélie.
Su voz me distrajo y asenti rápidamente, por si la oferta se acababa en menos de tres segundos. El líquido caló todas las células de mi cuerpo y el frío me heló la sangre, pero fue una de las mejores experiencias de mi vida.

11 junio, 2010

Freedom.

Mi corazón latía debajo de mi pecho con ganas de salirse, con ambiciones nuevas y sueños todavía más grandes. Me iría lejos, huiría, pero procuraría estar lo más cerca de la libertad que pudiese. Me gustaba ser libre, sentir el aire cortarme la piel y el viento cantando en mis pulmones. Nadie me lo quitaría ya. Nunca más.

I'd never wish for anyone to feel the way I do

Las letras no dejaban de aporrear mi cabeza, hasta me dolía oírlas. Me temblaba el tímpano de lo alto que tenía los auriculares, y su voz se clavaba en mi cerebro. Mientras me metía entre las sábanas, pensaba en ti.

Good Bitch Night, Love.

Me voy a la puta cama, con mi puto drama, con mis putas lágrimas, con mi puto Canadá, con mi puto libro de Filosofía, con mi puto pijama, con mi puto corazón temblando, con mi puta ira, con mi puta sonrisa. Porque sí, esta puta noche, me llevo toda mi puta vida para que no puedas cogerla. Mi puta vida puñeteramente dramática.

Goodbyes

Llevaba un mes soñando con la despedida. La culpa fue mía, por pensar, por estar demasiado tiempo encima de las nubes. Adiós a ti también. Te echaré de menos. Es probable que hablemos del tiempo, de qué hacemos el uno sin el otro. No te prometo intentar pasarlo bien sin ti, no me entra en la cabeza. Sé que puedo ser fuerte, que puedo olvidarte si me lo propongo; sin embargo, no.

08 junio, 2010

Ocho días.

Ocho días caminando, andando sin parar por un camino que ya está escrito. No considero que las cosas pasen porque alguien lo diga pero, esta vez, estoy convencida de que nada va a cambiar. Queda una semana y un día, y no se ha tornado la situación a mejor. Discusiones, más frecuentes cuando el tiempo pasa, lágrimas, abundantes por la noche y soportadas durante la larga mañana, sonrisas, pocas, casi únicas, cansancio y estrés, estúpidas acciones que llevan a absurdas consecuencias. Si esperaba que fuesen las mejores jornadas del verano, me equivocaba. Canadá, espérame, que me voy contigo.

07 junio, 2010

'Huye', me gritaban.

Miles de voces en mi cabeza me gritaban de nuevo aquella frase que, hacía mucho, no repetían.
'Huye. Porque aquí no haces nada, porque molestas. Apártate del camino de los demás'.
Temía convencerme a mí misma, con mi estúpida debilidad y mi mente aburrida empeñada en hacerme la vida imposible. Y lo peor es que las creí, me di cuenta, otra vez, que ellas tenían razón, que era imposible luchar contra mis propias ideas, que me machacaban cada día y, al final, siempre ganaban la partida.

Nueve días.

Estoy ligeramente melancólica, con cierto sabor amargo en mi corazón. Se dice que el éste sólo se rompe o brinca de alegría. Pues el mío no es así, él no se fracciona, únicamente quema, arrasa todos los huecos de mi cuerpo mandando sangre ardiendo. No creo que sea por amor, esta vez no. Sinceramente, opino que está falto de algo, pero todavía no sabe qué. Es muy indeciso, y le gusta llevar las cosas al límite, esperar a que las preguntas se resuelvan en el último minuto que les queda para morirse de estrés y tristeza. Quizás esté, como decirlo, exagerada, aburrida, insustancial, agresiva, llorona, estúpida. Sin embargo, me encuentro mejor a mí misma así, con mi soledad encima y mis piernas temblando de miedo. Temo el avión, la sonrisa de bienvenida, los buenos días y, sobretodo, perder algo que se quede aquí, me da igual el qué. Deseo saber que cualquier cosa se quedará para cuando yo venga, en su sitio, sin moverse, sin alterarse.

Walk In The Sun

Subí el volumen y me enfrasqué de lleno en las letras, en esas maravillosas palabras que soltaba un tal Danny Jones. ¡Qué razón tienes! Cuánto camino por recorrer sin saber a dónde vamos. ¿Y por qué llevamos esta maldita piedra en el zapato, que cada vez que pisamos, duele más? Enséñame con tu voz a quitarla, a ir descalza y que los pies no me quemen al pasar por una arena que lleva toda la mañana a cuarenta grados celsius. Tú tienes algo en común conmigo. Nos gusta dar paseos hacia ninguna parte, debajo del Sol, que nos reseca la piel y nos da razones para quedarnos cerca de un oasis. Claro, que también puede ser que lo escribas para que cuatro niñas locas te sigan a través de tu estúpida carretera.

05 junio, 2010

Diviérteme, entretenme, pero no me dejes pensar en Canadá.

Cada vez tengo menos ganas de despegar los pies del suelo y echar a volar. Porque, ahora, hasta las discusiones saben dulce. Los besos se hacen insoportablemente necesarios y los abrazos son la razón por la que sigo aquí, recorriendo los días que me quedan anclada a mi mundo. Mi pequeño, asqueroso, estúpido y torpe mundo que, últimamente, se ha tornado mágico, maravilloso, increíble. Ha girado todo para formarse una especie de utopía iluusoria que no hace más que generar espejismos en mi mente que me permiten enumerar las cosas que perderé con ese avión. Sin duda, de todas esas insignificantes razones para quedarme, la que más daño va a hacerme, va a ser el no ver tus ojos con el brillo de la playa un día de irresistible Sol.

Salta conmigo.

Encontraba esto innecesario, un trámite que se podía saltar, como pasamos aquella valla para correr por ese campo que se nos antojaba increíble, de un verde que todavía brillaba recién cortado, con el rocío sobre él. Todo una burda utopía, una ilusión, una estúpida idea metida en nuestra cabeza. Y únicamente porque tenía sabor a prohibición, a libertad. Nos descalzamos y nos metimos de lleno entre las margaritas que comenzaban su despertar. ¿Por qué no hacerlo otra vez? ¿Por qué no me das la mano y damos el paso juntos de nuevo, aunque sea un obstáculo más grande, en busca de lo que perdimos hace días en el mismo lugar?

02 junio, 2010

Filosofía

Creemos en un todo que se acaba convirtiendo en eso, en un terrorífico nada. Porque nos fallan, nos desilusionamos y vemos la verdad que hay tras ese espejismo montado para que seamos capaces de llevar la contraria a nuestra cabeza, sólo para seguir un ilusorio impulso de nuestro corazón, que se guía por palabras que se lleva el viento y por su fanatismo a las cosas improbables, pero nunca imposibles. Porque, ¿quién no ha creído en algo que no se demuestra y tampoco es posible de explicar? Di que no has tragado una mentira porque no te gustaba cómo sonaba. Dilo, y te diré cuántas personas te creerían. Y no porque opinen que sea una invención fácil de desmontar, sino porque ellos, en el fondo, saben que también estimaron esa falacia como veraz en algún momento del camino.

Mi escondida felicidad y tu sonora sonrisa

¿Sabes que nunca, jamás, nadie me había hecho sonreir como tú lo has hecho? Porque vienes, con tu optimismo, me dibujas una sonrisa en esta cara de idiota que no sabe disfrutar de la vida, la pintas y te vas, tiras la piedra y escondes la mano, para que parezca que tú no has tenido la culpa. Sin embargo, siéntete culpable, porque tú eres el que reanima a suspiros a mi escondida felicidad.

31 mayo, 2010

A 21 minutos de año y medio.

Gracias por las bienvenidas con sonrisa incluída, y las despedidas con el sabor amargo de tus lágrimas en mi cuello, por los besos de buenos días, cada vez que el Sol sale y estamos juntos para verlo, y buenas noches, cada vez que dices la frase "qué estrella tan bonita" y me miras, como si, de verdad, fuese lo más precioso que has visto nunca, por arroparme cuando se me cierran los ojos y no puedo tenerme en pie y destaparme cuando crees que hace calor, por acercarme cuando tienes ganas de mí y alejarme, mientras puedas, para no oír el largo monólogo que tengo preparado los días en los que estaría mejor metida en la cama. Nos hemos convertido en un "sin ti no puedo", en un "nunca me faltes, que quiero estar contigo". Tras dieciocho cortos e increíbles meses, deduzco que me conoces lo suficiente como para saber que, ahora, cada maldito anochecer, me sobra medio colchón y dejo la mitad de las sábanas esperando a que te metas a hurtadillas y me abraces.

I'm a little drunk and I need you now.

Me acerqué a la cama y la rocé con los dedos. Recordé los momentos que habíamos pasado allí tumbados y recorrí, con mi imaginación, cada insignificante pelo de tu barba. Me senté y dí un trago de aire al perfume que todavía tenían esas sábanas, el de aquellos cortos días a tu lado. Me acordé de cómo recogías mi pelo y tocabas mi mejilla, de cómo avanzabas por mis labios, acelerando y disfrutando del frenado cuando me veías sufrir porque me faltaba el aire.

28 mayo, 2010

Con ganas de besarte.

¿Y si te dijese, acercándome, peligrosamente, a tu oído, que nunca he tenido tantas ganas de besar a alguien como en este mismo instante, como cuando nuestras manos se rozan y entrelazan, como mientras tus labios dan caricias en mi cuello, en mi oreja, en mi pelo, en mi mejilla? ¿Y si te confesase que deseo beber de ellos la respiración que llevo oyendo desde que me he acercado a ti, te he olido y me ha sentado tan bien? ¿Y si te susurrase, suave, que únicamente tengo ganas de comerte la boca? ¿Y si te grito que me da igual morirme si es besándote, arrancando cada célula de tu sonrisa, quedándome con tu alegría y tu pasión, tomando tu pelo entre mis dedos enredado? Y si intentara arrebatarte los restos que interrumpen tu silueta desnuda, ¿me dejarías, amor?

Esperándote

Estoy esperándote, aquí, bajo la lluvia que cae silenciosa tras su largo viaje desde el cielo. ¿Recuerdas que te llevaste mi paraguas? Te lo dejé para que vinieses a buscarme con tu sonrisa de volver a verme, con tu cara de llegar tarde.

Recuérdame.

Cuando sople el viento suave, recuérdame, acuérdate de las caricias que se quedaban en tu pelo enredadas. Mientras estés tumbado al Sol, con su brillo en tu mirada, rememora aquella noche en la que nuestros cuerpos no podían dejar de tocarse aunque estuvieran ardiendo de calor. Y si la lluvia te moja, si te empapa las mejillas y te trae anhelos de un día mejor, no la eches, no te escondas para que no te llegue, permite que te traslade mis besos, esos que echaré al aire cada mañana soñando que cruzan el océano y vuelan hacia ti.

Silvia.

Es de esas personas a las que terminas por cogerles cariño, porque es adorable, porque es pesada, o porque es graciosa, preciosa y se ríe de ti con nada de disimulación. Es increíble su capacidad para buscar vídeos de música Dance; en su defecto, de nuestra adorada Diosa Tabby. Admirable su estado habitual de optimismo y felicidad. Si estás con ella, puedes asegurarte tu entrada a un verano en pleno Diciembre. Podría admitir que es mi amor platónico, que me encanta cuando se pone ropa de color morado y amo su pelo, pero terminaría creyéndose que es, realmente, tan secuestrable como dice. Nunca había conocido a una persona así, y claro, todos somos únicos, sin embargo, ella posee algo que la distingue de los demás con tanta diferencia que resalta. No descarto que sea producto de mi imaginación, un sujeto tan imperfecto y fantástico a la vez, no puede ser real. Pensemos con claridad, ¿quién en su sano juicio te pediría que juntases mocos con ella, que fornicases o que la tocases la melena mientras hace tarea? ¡Yo sólo conozco a SIlvia! Ahora, diré una oración que, traducida al Español normal y corriente es "Te quiero, chica guapísima": Fuckéame, pedazo guarra barra wapiximaaaaaah.

Tecúeme, Amhell.

Me gusta cómo tienes en la mano las llaves para saber hacerme sonréir cuando sabes que estoy llorando. Me encanta que me digas que tengo que cenar Cola Cao en una taza grande, y cuando me amenazas con que no voy a crecer. Seamos realistas, me voy a quedar así, ¿qué más dará una taza que otra? Llevamos cuatro insufribles años juntos, entre clases de Matemáticas, un cumpleaños en mi casa, un relación que acabó en ignorancia, camisetas de "No hay dos sin tres", pelos rapados, playas, helados, partidos de baloncesto, billares, cervezas y, sobretodo, abrazos pedidos a gritos. Me acuerdo del día que nos casamos. Tú ibas muy borracho, sé que no lo hubieses hecho si no te hubieras bebido hasta el agua de los floreros, y yo estaba echa polvo. Tras el monólogo tan largo que te había pegado la noche anterior, creo que lo único que deseabas hacer era perderme de vista. Pero no, te quedaste ahí conmigo, aguantando mis caras, mis suspiros, mis frases poco elocuentes. Me esperaste, y has soportado todas mis tonterías hasta hoy. Hoy hace un año que nos prometimos una especie de mejor amistad eterna. ¿Sabes? Desde entonces, no me has fallado ni una vez, me has entretenido para que no pensara en lo que me hacía daño, me has leído y aconsejado cada estupidez, me has seguido hasta el agua por si me ahogaba, me has odiado y tratado como merecía. Puedo ser hiperactiva, depresiva, dulce, áspera, encantadora y una hija de puta, sin embargo, ¿quién ha estado ahí para aguantar a todos mis yos? Tú. Siempre tú. Tecúeme.

25 mayo, 2010

Me falta el aire cuando me rozas.

Respirar es algo que hacía sin pensar, y que mi corazón latiese despacio era algo normal. Sé que lo dicen en todos los libros, en todas las películas, en cada estupidez de serie, pero a mí me falta el aire cuando me rozas, mientras me miras con esos ojos tan bonitos llenos de lo que nosotros llamamos amor.

Caminos.

Recuerdo haberme sentido indecisa. Había tantos caminos, y tan perfectos. Al final, algo me hizo comprender que la carretera sería más segura que la selva, pero no tendría tanta emoción. Y que, si escogía el paseo por la playa, poseería todo el tiempo que quisiese para pensar, sin embargo, el laberinto activaría más mi mente inquieta. Antes de conseguir meterme en uno de ellos, medité, quizás demasiado. ¿Por qué no elegir la carretera que desemboca el laberinto? ¿Por qué despreciar la playa al terminar la selva? Decidí dejarme llevar por el primero que me agarrase la mano, me enamorase y me besase como nunca nadie lo había hecho. Gracias por cogerme en brazos cuando estaba a punto de caerme, rescatar mis dedos del vacío y decirme que me querías con esa voz tan suave que pones cuando me susurras palabras bonitas.

Te quiero, y punto.

¿Sabes qué? Me encantan tus besos sabor a limón, y tu espalda quemada. Tu cara de mañoso insoportable no puedo resistirla y tus ojos teñidos me vuelven loca. Diría que, cada vez que te veo, se me caen las bragas, pero no sería lo correcto o adecuado para una señorita como yo. Aunque llegues tarde, siempre recuperas el tiempo perdido, las caricias que parecen quedarse en tus manos abandonadas mucho rato vienen a mí tarde o temprano y tus labios me buscan hasta que me consiguen. Tienes la extraña manía de querer demostrar nuestro gran amor en público, y creo que es porque sabes que yo no puedo evitar ponerme roja como un tomate. Ha llegado a enamorarme esa parte de ti. No puedo oponer resistencia a tus llamadas casi a la una de la madrugada, ni a tu voz de dormido cuando te despiertas la siguiente mañana. Me asombro porque tienes algo nuevo todos los días para mí. Te acercas a mi casa a las nueve de la mañana un domingo, sabiendo que así te ganas el cielo. Te ríes de mis discusiones y me encierras en tus brazos, inventando diálogos de esos que salen en las películas. He llegado a la conclusión, demasiadas veces, de que podría vivir sin ti, aún siendo difícil; sin embargo, no. No me gustaría estar sin ti. Porque me faltarías al respirar. ¿Sabes qué? Te quiero, y punto.

23 mayo, 2010

Imagínate lo que podría haber pasado.

Me voy a la cama, y sólo pienso que podrías estar arriba, y que únicamente tendría que esperar a que ella se durmiese. Como el otro día, cuando me esperabas dormido entre unas conocidas sábanas blancas. Subiría silenciosa hasta tus brazos, y me aseguraría de que nadie me viese, ni oyese. Me acurrucaría cerca de ti y te besaría mientras te desperezases. Dormiríamos de nuevo juntos. Y sentiría tu respiración metida en cada parte de mi piel al despertar, repentinamente, al tener calor o sentirte muy lejos. Me quedaría encerrada en tus manos, con tranquilidad, con la seguridad de tener sueños bonitos todo lo que quedara hasta amanecer.

18 mayo, 2010

Caricias del viento.

Hoy miré mis manos, y estaban llenas de ti. No porque las hubiese pintado, ni porque te hubiese tocado. Simplemente, bajé la vista y vi que ningunos dedos encajarían tan perfectos como los tuyos. Noté cómo me observabas, a mi lado, sin rozarme pero intentándolo. Levanté la vista y estabás ahí, como predecía, con una sonrisa, como siempre, y con tus ojos nunca iguales, ni siquiera parecidos. Sonreí y me besaste. Para variar, dejé que tu beso durase más que un simple minuto, y permití que jugases conmigo, y que rieses, y que me dijeses cosas bonitas. Como ya dije una vez, un poco de cariño que se lleva el viento, no hace mal a nadie.

Adelante y atrás.

Tengo miedo a perderte. O eso me parece. Estoy asustada, porque has cambiado, te has convertido en aquello que juraste que nunca serías. Esta vez no puedo esconderme debajo de las sábanas esperando que pase la noche, ni acurrucarme entre tus brazos y tú entre mi pelo. Tendré que soportar la oscuridad y los días nublados, las malditas jornadas soleadas sin ti corriendo por mi playa. Jamás me había sentido así, tan estúpida. Esto parece tan irreal que podría destruirlo con mis débiles manos que están cansadas de tanto luchar, de tantos golpes contra el suelo y de tantas mentiras. Acaba con esto ya, porque no sabes lo que duele creer que te tengo y, después, darme cuenta de que no. Recuerda, nuestro tiempo es tan frágil que hasta eres capaz de romperlo en pedazos, de pararlo, acelerarlo y reiniciarlo. No te desearé suerte, porque aquí estamos los dos peleando nuestro último suspiro por algo que no lleva a ninguna parte, ni para adelante, ni para atrás.

17 mayo, 2010

Nuestra eterna Noruega.

Me gusta cuando me besas, y cómo lo haces. Suave, luego rápido, más tarde cansado. Me encanta el sabor de tu boca, y las distintas sonrisas que tiene. Podría decirse que sé que no podría vivir sin tus ojos, sin soñar tus brazos en mi cama cada mañana, mientras el Sol traspasa la ventana, su cortina y la persiana. Adoro cuando está soleado y pones esa cara que tienes, de pequeño, en las fotos. Y cuando te tumbas boca abajo porque no soportas el brillo del verano rozando tu rostro. Rara vez no te quemas la espalda. Debería odiar lo borde que eres algún día, tu incapacidad de discutir. Y no puedo con esa parte de ti. Pero todo lo tuyo es increíble y, con eso, quiero decir que te amo con tus prontos y con tu hambre descomunal. Con tus abrazos, tu olor entre mis sábanas y nuestra Noruega, nuestra eterna Noruega.

Sara.

Me has demostrado demasiadas cosas. Y todas han servido para algo. Por eso quiero darte las gracias más grandes que hayas visto jamás. Sí, incluso mejores que las que se dan por dar, por el simple placer de escuchar "De nada". Llegué a aquella clase de Inglés asustada, llorando. Bien, esto es fácil de explicar. Soy de lágrima fácil, y creo que después de tantos años, ya te has dado cuenta. Viniste a mí como el verano entra después de la primavera, con fuerza, sin pedir permiso, y con una sonrisa. Con esa sonrisa de la que no me olvidaré jamás. Gracias por ese gran recibimiento. Y me acuerdo de muchos más días, más buenos y menos buenos. Porque, aunque estuviésemos enfadadas, nunca hemos estado separadas, nunca ha sido un mal día. Siempre hemos sabido que necesitábamos perdernos un poco, que si estábamos mucho tiempo juntas la cosa se complicaba, pero que, aún así, aún odiándonos, volveríamos a encontrarnos. Gracias por enseñarme a querer a alguien por como es, y no por como quieres que sea. Con todos sus pequeños defectos y sus grandes virtudes. Gracias por no dejar que descanse ni un minuto, y por no permitir que me vaya sin ti. Por tranquilizarme en los momentos difíciles y por encenderme en los que merecían la pena. Muchos dirán: Bah, amigas. Amigas, no. Mucho más. Gracias por la ropa prestada y los abrazos que no tienen precio. Parezco un anuncio de MasterCard. Tú has sido cada estúpida mañana de Sol desde que nos conocimos, cada risa. Eres como esos rayos de luz que siempre entran por la ventana y forman en el suelo las formas de la persiana bajada, que te hacen desear que sea un día genial a tu lado. Y tú, todos los malditos días estás ahí. Gracias por besarme y quererme cuando estoy mal, por estar ahí mientras yo no quiero estar, por protegerme y quererme-odiarme. Gracias por saber tratarme relativamente bien, y por reírte de mis palabras, las cuales la mayoría no tienen gracia. Gracias por ser... Tú, por ser Sara cada minuto que hemos estado juntas. Gracias por los helados, los consejos y los batidos. Gracias por dejarme libre, pero siempre atada a ti con una cuerda muy fina que cuidas para que no se rompa. Ah, y gracias por todas las hostias tan grandes que nos hemos pegado juntas, por hacer como que te caías al suelo y recogerme y decirme que no pasa nada, que estás conmigo, que no vamos a estar mal, que nos hemos caído, pero que nos levantaremos. No sabes cómo me va a costar coger ese puto avión que me lleva lejos de ti.

10 mayo, 2010

El mejor y el peor.

Hoy me he levantado deseando que volviese el invierno, y con él, las caricias de su mano en mi espalda desnuda. Puedo proclamar que he tenido muchos amores distintos, correspondidos, no correspondidos, platónicos, imposibles... Sin embargo, ninguno se compara a éste. Sin dudarlo, lo elegiría para pasar mi vida. Puede que haya sido por el que más he llorado, en el que más me he caído, y también desde el que más alta era la caída. Quizás ha sido el que más ha dolido aquí dentro, en mi pecho, ese que ha sufrido la amarga disolución en el líquido que llevan sus ojos indescriptibles. En conclusión, ha sido el peor para mi corazón, pero hay algo que me dice que sólo estoy intentando escapar de algo tan estúpidamente retorcido y banal, que huyo de la felicidad en sus brazos, cuando es fácil dejarse tirar por él, porque, en realidad, únicamente pienso que es el mejor que he tenido. Y, probablemente, estén en lo cierto porque, ¿cuántas veces he dicho que amaba sin sentir, realmente, lo que percibo ahora?

06 mayo, 2010

Ese lado del salón es mejor.

Te preguntas una vez más, con tu cabeza llena de estupideces, por qué no te dejas llevar una última noche, a su cama, a su sofá, a sus brazos, que se agarran tanto a ti que parece que no hay más en el mundo. Te has cuestionado tu cordura cada día, sin embargo, ¿cuántos segundos has pensado que no lo querías? Nunca, ni siquiera una milésima de tu tiempo lo has gastado en eso. Porque sabes que es imposible para ti no sentir nada por un ser tan adorable e imbécil, que se viste siempre con una sonrisa, que piensa en traerte el desayuno a la cama sabiendo que no podrá hacerlo. Mañana pondrás de excusa que te caes, que ese lado del salón era mejor, únicamente por tocarle, por sentir como su corazón se acelera al observar como tu barrera se destruye, poco a poco, con sus besos.

05 mayo, 2010

Espiral.

Me dí cuenta de que estaba tan lejos que era imposible que me alcanzaras con la mano. Tú tampoco te esforzabas mucho, me dejabas libre, me permitías escapar, pero ¿por qué? ¿Por qué razón no luchabas por mí? Optaste por quedarte quieto en tu posición, sin mirarme, frío y demasiado visible para mis ojos, que comenzaban a echar lágrimas como si el mundo se acabase. Y es que, en cierto modo, se terminaba. Finalizaba todo aquello que había soñado, esos pequeños detalles de una vida a tu lado. La mariposa agitó las alas intentando salvarme, sin percatarse de que, a cada uno de sus aleteos, yo moría un poco más dentro de esa espiral en la que me había metido. Logré sacar los dedos de ese agujero y grité. Aullé tu nombre, una y otra vez, y otra vez. Tenías que oírme porque, con eso, era suficiente para que te decidieras a escucharme. La música que, algún día, fue nuestra, comenzó su melodía en mi cabeza, taladrándome los oídos. Chillé más fuerte. Nuestra fecha, nuestros abrazos, hasta conseguí murmurar nuestros besos. Jamás me había sentido tan estúpida, nunca me había costado tanto levantarme de una caída.

Playa.

Te besé bajo ese Sol que se apagaba poco a poco entre nuestras manos, que rozaba la arena que manchaba nuestros pies descalzos. Corrí con mis dedos por tu cuello, me paré en seco en tu boca, esa sonrisa que me observaba con el aliento cortado y el sabor de mi lengua todavía metido en su memoria. Querías más, siempre deseabas más de lo que era capaz de darte. Te toqué los labios, eran tan suaves como la brisa que separaba nuestros cuerpos. Acerqué los míos, esperando, a cada instante, un movimiento de los tuyos que hiciese que se me acelerara el corazón, el cual todavía estaba saltando por el agua, jugando al escondite con el tuyo. Llené tus ojos verdes pardos de ilusión, de alegría y de pasión, tanta como pude para demostrarte que, lo que me pertenecía a mí, era para ti también. Mis manos danzaban sobre las tuyas, con un baile inusual, formando ondas perfectas compuestas de absurdo frenesí y ganas de verano. Fue una explosión de sensaciones, volver a sentir tu piel sobre la mía con el calor y el olor de la playa pegado a tus huesos.

01 mayo, 2010

Uno de Mayo.

Me cuesta describir lo que siento cuando pasamos un tiempo juntos, sobretodo cuando lo pasamos realmente bien. Me gusta como suena el silencioso toque de tus manos recorriendo mi cabeza, me encanta cuando tus dedos se enredan en mi pelo. Estoy enamorada de tu risa, no puedo resistirme a tu sonrisa y tus labios carnosos son mi perdición, incluso cuando están tristes. Es increíble el suspiro que me recorre la espalda cuando me miras, cuando me prestas atención ese susurro se convierte en grito, en un aullido que cuenta los aleteos de las mariposas gigantes de mi estómago una a una, parando para describirlas. Tienen tantos colores que la sensación me dura hasta la mañana siguiente, tras desperezarme entre las sábanas con la certeza de que no estás, deseando que pronto se acabe esa vacío que me cala los huesos al no verte allí, tumbado en la cama conmigo, respirando mi aire y yo, respirando el tuyo.

27 abril, 2010

Un mundo sin ti.

El otro día andaba por la calle mientras pensaba, formaba en mi mente ideas de un mundo sin ti. No sería horrible ni espantoso, y mucho menos terrorífico. No sé, me lo imaginaba divertido y alegre, en el que sólo faltabas tú y, a mí, no me importaba. Era una utopía, una ilusión, una burda imagen en mi mente que me permitía ser positiva, lo que siempre habías querido que fuese. Me levantaba por la mañana y no tenía que ver tu cara en la pared, esa sonrisa de niño bueno pegado junto a un montón de recortes de revistas que significaban algo cuando estabas conmigo. Hasta desayunaba algunos días, creyendo que te molestaría que, por fin, te hiciese caso. Pasaba las horas dibujando, con verde, a veces, con marrón también. Comía, poco a poco, saboreando cada comida como si fuese la última, mi abuela deseaba irse a la cama y me gritaba, a diferencia de cuando tú estabas, me callaba, me daba prisa los últimos minutos y la permitía ser libre. Por la tarde, escuchaba música, oía la voz cascada de un Springsteen del que yo me sabía las letras de memoria, ni necesitaba encender el reproductor. Comencé a cruzar la calle por los pasos de cebra y con los semáforos en verde, cesé de pelearme con tus ideas y me dejé caer en tu optimismo y tu preocupación por mi vida cuando renunciaste a reprocharme y entenderme, cuando te olvidaste de mí. Me sentaba por la noche en el borde de la cama, unos segundos, los suficientes para saber que, en todas las horas que había tenido aquel día, no había resistido la tentación de pensar en ti.

25 abril, 2010

No novios.

Te quiero, pero a la vez no. Cuando estoy cerca de ti, me cuesta respirar, algo oprime mi pecho, una fuerza invisible que hace que parezca que tengo metido el corazón entre cuatro paredes increíblemente pequeñas. Y, en esos momentos, sólo deseo tu aire, robarte el aliento a base de movimientos pensados por mis labios. Te acercas más y, entonces, comienzo a notar como falta el aire dentro de la habitación donde estemos, y si estamos fuera es aún peor, porque me doy cuenta de cómo la atmósfera se reduce a un círculo muy pequeño que te rodea y te hace invencible. Ahí empiezo a soñar, a ilusionarme con tu mano rozando la mía, con tus dedos buscando mi cintura. Y me tocas, me pones los pelos de punta y me vuelvo loca. Me tiemblan las piernas y siento como mi cuerpo logra desvanecerse entre tus brazos, únicamente me permito caer en tus redes otra vez, como una heroinómana buscando su heroína, como una estúpida. Solamente pienso en ti, no puedo evadirme ni salir de este mundo de mierda para meterme en el País de las Maravillas. Porque eres mejor que ese lugar, mucho mejor.

23 abril, 2010

Tengo miedo de ti, es decir, de mí sin ti.

Todo ser humano ha sentido el miedo alguna vez. Puedes temer regresar a la realidad después de un mal sueño, a los monstruos de debajo de la cama, o del armario, meterte al agua y no poder salir de la zona profunda, gritar y que nadie pueda oírte, o que, el que te oiga, no quiera escucharte, llorar demasiado por algo que no merece la pena, a la oscuridad, a las alturas, a caerte y no saber cómo levantarte. Eres capaz de evitar todas esas cosas o situaciones que no te agradan porque producen a tu corazón saltos imparables y no te permite respirar con tranquilidad. ¿Y cuándo tienes miedo a alguien? En realidad, no quiero decir ese tipo de terror que te viene cuando ves que un desconocido te persigue, o te acosa. No. Hablo de ese miedo a perder a alguien. Es decir, el miedo de ti sin ese alguien.

Tres.

Todos deseamos cosas distintas en momentos diferentes. Cada uno de nosotros ha cambiado de opinión muchas veces. No soy única ni especial. Soy un ser humano, como tú y como ella. Nos dejamos llevar por el susurro del otro, que nos arrolla, que nos hace sentir bien, que nos da todo el valor que nunca hemos tenido. Probablemente, en días no tendré malas palabras para ti, ni para ella, ni para mí.

Quédate tu calma.

¿Qué decirte? No voy a cambiarte, sería un reto demasiado grande. Además, ya no quiero premios de papel en mi estantería. Tampoco tengo ganas de seguir con ésto. No necesito calma, ni paciencia, ni comprensión. No deseo pena, ni dolor, ni siquiera un cajón para guardar mis recuerdos contigo. Lo único que, de verdad, quiero, es a ti, pero he llegado a la conclusión de que me duele estar cerca de ti, y no me gusta sufrir.

Perdón, ¿por qué?

Te pido perdón pero, ¿por qué? Porque tú quieres, porque es lo que quieres oír para sentirte menos culpable, porque eres un caprichoso que sólo desea su capricho. Ni siquiera sabes por qué debería disculparme. Busca una excusa, corre, que se te acaban en la tienda de la esquina. Espera a que me encienda, a que me dé por decir tonterías no tan estúpidas. Al que le toca agachar la cabeza es a ti, mi amor. Y yo no puedo hacer nada más que hacértelo ver. Estás tan obstinado en que tú tienes la razón que no eres capaz de mirar hacia delante y darte cuenta de que estoy ahí.

¿De qué tienes miedo?

Estaba con la cabeza bien alta tan cerca de ti que casi podía tocarte. Me faltaba el aire y me dolía todo. Me temblaban las piernas y me deshacía poco a poco en mi miseria personal. Me sentía horrible. Ojalá me hubiesen cortado la cabeza en ese momento para no estar imaginando cosas que no pasarían, como soñar con que me rozabas la mano. ¿No querías hablar? ¿No tenías algo importante que decirme? Me has tenido tres veces, sí, contadas con los dedos, y no has sido capaz de dirigirme la palabra. ¿De qué tienes miedo? Porque yo ya no lo tengo. No tengo nada que perder aquí porque, haga lo que haga, no voy a ganar.

Tengo razón.

Mírame. ¿De verdad que merece la pena que estemos así? ¿Lo ves necesario? No eres capaz de dirigirme un simple "Hola", dudo mucho que sepas lo que es observar estos ojos que están cansados de todo. Te acabas de llevar una medalla tan grande que no te cabe por la puerta, y yo una hostia tan fuerte que no podría levantarme ni aunque me ayudaran. Sí, me gusta el suelo. Lo bien que sienta el frío sobre mi piel, el tacto de la madera sobre mi mejilla. Las paredes cambiarán en cuanto te decidas. Te marchas o te quedas. Pero ten claro que no voy a decir que lo siento, ni te voy a agarrar del brazo, ni te voy a gritar que no te vayas. Cariño, muchas veces puedo no tener razón, sin embargo, sabes que esta vez sí.

Don't Forget.

¿Te olvidaste de que yo también estoy viva? ¿Ya olvidaste todo lo que tuvimos? ¿Te olvidaste de mí? ¿Alguna vez te has arrepentido de estar a mi lado? ¿Olvidaste lo que sentimos? En algún sitio, nos perdimos separados, aunque fuéramos una vez fuertes juntos. Nuestro amor es como una canción de la que no debes olvidar la letra. Ahora siento que es aquí dónde tenemos que parar. ¿Alguna vez te has arrepentido de llevar mi mano con la tuya? No lo olvides nunca. Lo tuvimos todo, sólo nos quedaba enamorarnos más de lo que ya lo estábamos. Yo no me olvidaré de nosotros. Al final, todas las fotos se han quemado, y todo lo pasado es una lección que debemos aprender. Recuerda que nuestro amor es como una canción, pero has empezado a cantar tú sólo.

22 abril, 2010

Como el gato de Cheshire.

Me evaporo, salgo del plano y dejo de existir por completo. Si quiero irme a la Luna, puedo aparecer allí, comer un poco de queso y volver el mismo día. Estaré a tu lado, o no. Sólo sé que desaparezco y tú me estás dejando. Tú no me agarras del brazo, ni siquiera me rozas la mano. Tú lloras, yo más. Me parece que no nos entendemos, y es que tú, hoy, no estás con ganas de cogerme en brazos, llevarme lejos y explicarme, intentar que comprenda qué pasa contigo. Y yo, cariño, debo ser muy escurridiza, por momentos invisible, una persona a la que sólo se le ven los ojos y la sonrisa.

Las cosas tal y como son.

Debería estar llorando, pegándome contra las paredes, gritándole a la almohada, concentrándome, únicamente, en sacar el dolor de mi pecho fuera de mí en forma de lágrimas. Lo curioso es que no siento nada de eso, ni siquiera un poco de pena. No me encuentro mal, ni me mareo, ni me duelen los nudillos de agredir a algo que no voy a poder tirar abajo. Es raro, ni un simple miedo acecha mi alma. Nada. No me he puesto agresiva, ni melancólica, ni filosófica. He tenido mi ataque en su momento, pero ahora, simplemente me cuesta creerlo. Después de tanto tiempo confiando, con la certeza en mis manos y tu corazón bien atado a mi cama, he comprendido que no hay que depender de las palabras, porque se las lleva el viento y, por supueto, no hay que dar por hecho cosas de las que no se han visto las pruebas. Claro que no todo era una farsa, muchas cosas eran demasiado reales. Nunca mentiste, solamente ocultaste lo que, a ti, no te convenía que yo supiese. Sabías que estabas haciendo mal, y aún así lo hiciste, porque a ti no te hacía daño. No voy a castigarte por ser humano. Todos somos egoístas y narcisistas, nos gusta que nos calienten la oreja con poesía, aunque sea de la barata. Es cierto, no te entiendo. Pero no por ello voy a sentirlo. No. No pienso pedirte perdón. Porque si el gato no hubiese sido curioso, jamás hubiese descubierto el mundo tal y como es, y no como alguien se lo cuenta.

Fifty five days

Me levanto de la silla y cierro la pantalla del ordenador, ni siquiera lo he apagado, ya se las arreglará él solo. Como yo, que tengo que ingeniármelas para salir de ésta. Lo curioso es que todo lo miro desde el lado optimista. Por primera vez en mi vida, veo que todo va a ir bien. Quizás no en dos semanas, o en un mes, pero sí en cincuenta y cinco días. Estaré lejos de aquí, me pondré mis gafas de Sol y miraré al cielo con una sonrisa. Te recordaré, claro, con tu camiseta blanca de "SICK, SICK, SICK", con tus manos gigantescas, con tu cara de no haber roto un plato en tu santa vida. Y me vendré abajo. También es posible que me ponga todavía más contenta de estar ahí. Depende. Todo depende.

21 abril, 2010

Juguemos

Me levanto de la mesa y me doy la vuelta, ni siquiera tengo fuerzas para mirarte. Me coges de la mano después de incorporarte, deseando retenerme. La aparto, con frialdad, con dureza, como nunca imaginé que lo haría. Oigo como luchas por acercar una silla a mi cuerpo, me siento. Cruzo las piernas y observo mis cartas, las devuelvo a su sitio, nunca seria una buena jugada. Acercas tus ojos y me rozas la mejilla, suave, como si tuvieses miedo al rechazo. Permito que te quedes un rato más ahí, el daño está más abajo. Intentas romper mi barrera de hielo con palabras bonitas, sin embargo, no puedo dejar que lo hagas. Te aproximas tanto que casi no logro respirar otro aire que no sea el que tú mismo expulsas. Me susurras al oído que me adoras, que me quieres, que no puedes vivir sin mí. Tu boca busca la mía y te beso, te sigo el juego. Porque éso estamos haciendo, jugar, ¿no?

Levántate.

Hoy es un día de esos en los que te preguntas por qué te dio por salir de la cama. Sí, es básico, todos los bajos en autoestima suelen utilizar frases como ésta. Aunque, en realidad, creo que quieren levantarse. Desean dejar las sábanas abandonadas para empezar de nuevo, un día extraordinario puede llegar, cualquiera puede decirte que estás preciosa hoy, alguien te besará, se enamorará de ti y, milagrosamente, se terminará esa espiral de pesimismo que se posa sobre tu cabeza.

13 abril, 2010

Tus alas.

Puede que me haya equivocado muchas veces, que meta la pata cada vez que doy un paso y no miro hacia abajo. Me tropiezo, caigo y me levanto, como todo el mundo. ¿O es que tú no te equivocas? No soy perfecta, ni siquiera llego a ser normal, dentro de lo que se dice una persona que no tiene un error todos los minutos desde que comenzó a hablar. Quizás sí que soy cabezota pero, ¿qué humano no lo es? Nacimos para serlo. Además de egoístas, perezosos y masoquistas, ésa es una habilidad que desarrollamos todos, más o menos. No pretendo echarte en cara nada, creo que se me ha hecho tarde para eso. El tren se fue, el pájaro voló. Ya sabrás lo que dicen, más vale pájaro en mano que ciento volando. Y es que tú estabas más en el cielo que cualquier otro. A ti te gustaba sentir el aire cortándote la piel, los pies por encima de la realidad. Necesitabas precipitarte por el vacío para abrir tus alas, sin embargo, yo no te lo permitía porque me parecía estúpido, porque, para mí, mis ideas eran las que sabían de la vida, las que habían probado el sabor amargo de la caída. No tenía en cuenta lo que decías porque estabas tan loco que ni se me pasaba por la cabeza confiar en ti. No podías demostrar que sabías utilizar tus plumas sino te caías, y yo no quería perderte. No estaba dispuesta a echarte de menos, y mucho menos a olvidarte. Estábamos enfadados. Y seguimos en ese estado. Y, probablemente, no salgamos de él hasta dentro de mucho. Tenemos un grave problema y es que, si yo intento tirarme, me agarras de la mano y me riñes por cuestionar mi mortalidad y, si por el contrario, tú lo compruebas, yo te cojo del brazo y te grito por no tener miedo a la muerte.

08 abril, 2010

Cobardes.

Escóndete, que es lo que te va. No olvides que siempre puedes ser mejor de lo que eres. La verdad es que dejas mucho que desear con tu conducta de lo más estúpida y cobarde. Éso es lo que eres, un cobarde, una persona que huye, que tiene miedo a enamorarse demasiado o a no querer lo suficiente. Deja ya de darle vueltas a esa cabeza tuya tan llena de tonterías que se podría crear una bomba nuclear con ella, no te sirve de nada, ni siquiera para saber lo que es bueno para ti. Nada te parece interesante, vives encerrado en tu rutina, con tus cereales integrales y tu bol de leche helada, tan fría como tú por la mañana, cuando tu madre ha quitado la calefacción a las dos de la madrugada y no quieres salir de la cama porque sabes que tienes la sangre tan congelada que no tardará en hacerse cubitos de hielo cuando salgas de entre las sábanas. Tápate, que pasado será un nuevo día, o quizás un poco más, el lunes que viene será una nueva semana, una nueva vida. Tendrás que levantarte de tu escondite, salir y ver la luz del día, que te sentará de maravilla. Deberás ponerte tus Ray-Ban ya que hará sol, aunque a ti te moleste que lo haga. ¿Te falta alguien? Pues bien, ya era hora de sufrir un poco, que nunca sienta mal y aparta del frigorífico ese corazón que posees entre espinas para que no ame demasiado y puedan hacerte daño.