31 mayo, 2010

A 21 minutos de año y medio.

Gracias por las bienvenidas con sonrisa incluída, y las despedidas con el sabor amargo de tus lágrimas en mi cuello, por los besos de buenos días, cada vez que el Sol sale y estamos juntos para verlo, y buenas noches, cada vez que dices la frase "qué estrella tan bonita" y me miras, como si, de verdad, fuese lo más precioso que has visto nunca, por arroparme cuando se me cierran los ojos y no puedo tenerme en pie y destaparme cuando crees que hace calor, por acercarme cuando tienes ganas de mí y alejarme, mientras puedas, para no oír el largo monólogo que tengo preparado los días en los que estaría mejor metida en la cama. Nos hemos convertido en un "sin ti no puedo", en un "nunca me faltes, que quiero estar contigo". Tras dieciocho cortos e increíbles meses, deduzco que me conoces lo suficiente como para saber que, ahora, cada maldito anochecer, me sobra medio colchón y dejo la mitad de las sábanas esperando a que te metas a hurtadillas y me abraces.

I'm a little drunk and I need you now.

Me acerqué a la cama y la rocé con los dedos. Recordé los momentos que habíamos pasado allí tumbados y recorrí, con mi imaginación, cada insignificante pelo de tu barba. Me senté y dí un trago de aire al perfume que todavía tenían esas sábanas, el de aquellos cortos días a tu lado. Me acordé de cómo recogías mi pelo y tocabas mi mejilla, de cómo avanzabas por mis labios, acelerando y disfrutando del frenado cuando me veías sufrir porque me faltaba el aire.

28 mayo, 2010

Con ganas de besarte.

¿Y si te dijese, acercándome, peligrosamente, a tu oído, que nunca he tenido tantas ganas de besar a alguien como en este mismo instante, como cuando nuestras manos se rozan y entrelazan, como mientras tus labios dan caricias en mi cuello, en mi oreja, en mi pelo, en mi mejilla? ¿Y si te confesase que deseo beber de ellos la respiración que llevo oyendo desde que me he acercado a ti, te he olido y me ha sentado tan bien? ¿Y si te susurrase, suave, que únicamente tengo ganas de comerte la boca? ¿Y si te grito que me da igual morirme si es besándote, arrancando cada célula de tu sonrisa, quedándome con tu alegría y tu pasión, tomando tu pelo entre mis dedos enredado? Y si intentara arrebatarte los restos que interrumpen tu silueta desnuda, ¿me dejarías, amor?

Esperándote

Estoy esperándote, aquí, bajo la lluvia que cae silenciosa tras su largo viaje desde el cielo. ¿Recuerdas que te llevaste mi paraguas? Te lo dejé para que vinieses a buscarme con tu sonrisa de volver a verme, con tu cara de llegar tarde.

Recuérdame.

Cuando sople el viento suave, recuérdame, acuérdate de las caricias que se quedaban en tu pelo enredadas. Mientras estés tumbado al Sol, con su brillo en tu mirada, rememora aquella noche en la que nuestros cuerpos no podían dejar de tocarse aunque estuvieran ardiendo de calor. Y si la lluvia te moja, si te empapa las mejillas y te trae anhelos de un día mejor, no la eches, no te escondas para que no te llegue, permite que te traslade mis besos, esos que echaré al aire cada mañana soñando que cruzan el océano y vuelan hacia ti.

Silvia.

Es de esas personas a las que terminas por cogerles cariño, porque es adorable, porque es pesada, o porque es graciosa, preciosa y se ríe de ti con nada de disimulación. Es increíble su capacidad para buscar vídeos de música Dance; en su defecto, de nuestra adorada Diosa Tabby. Admirable su estado habitual de optimismo y felicidad. Si estás con ella, puedes asegurarte tu entrada a un verano en pleno Diciembre. Podría admitir que es mi amor platónico, que me encanta cuando se pone ropa de color morado y amo su pelo, pero terminaría creyéndose que es, realmente, tan secuestrable como dice. Nunca había conocido a una persona así, y claro, todos somos únicos, sin embargo, ella posee algo que la distingue de los demás con tanta diferencia que resalta. No descarto que sea producto de mi imaginación, un sujeto tan imperfecto y fantástico a la vez, no puede ser real. Pensemos con claridad, ¿quién en su sano juicio te pediría que juntases mocos con ella, que fornicases o que la tocases la melena mientras hace tarea? ¡Yo sólo conozco a SIlvia! Ahora, diré una oración que, traducida al Español normal y corriente es "Te quiero, chica guapísima": Fuckéame, pedazo guarra barra wapiximaaaaaah.

Tecúeme, Amhell.

Me gusta cómo tienes en la mano las llaves para saber hacerme sonréir cuando sabes que estoy llorando. Me encanta que me digas que tengo que cenar Cola Cao en una taza grande, y cuando me amenazas con que no voy a crecer. Seamos realistas, me voy a quedar así, ¿qué más dará una taza que otra? Llevamos cuatro insufribles años juntos, entre clases de Matemáticas, un cumpleaños en mi casa, un relación que acabó en ignorancia, camisetas de "No hay dos sin tres", pelos rapados, playas, helados, partidos de baloncesto, billares, cervezas y, sobretodo, abrazos pedidos a gritos. Me acuerdo del día que nos casamos. Tú ibas muy borracho, sé que no lo hubieses hecho si no te hubieras bebido hasta el agua de los floreros, y yo estaba echa polvo. Tras el monólogo tan largo que te había pegado la noche anterior, creo que lo único que deseabas hacer era perderme de vista. Pero no, te quedaste ahí conmigo, aguantando mis caras, mis suspiros, mis frases poco elocuentes. Me esperaste, y has soportado todas mis tonterías hasta hoy. Hoy hace un año que nos prometimos una especie de mejor amistad eterna. ¿Sabes? Desde entonces, no me has fallado ni una vez, me has entretenido para que no pensara en lo que me hacía daño, me has leído y aconsejado cada estupidez, me has seguido hasta el agua por si me ahogaba, me has odiado y tratado como merecía. Puedo ser hiperactiva, depresiva, dulce, áspera, encantadora y una hija de puta, sin embargo, ¿quién ha estado ahí para aguantar a todos mis yos? Tú. Siempre tú. Tecúeme.

25 mayo, 2010

Me falta el aire cuando me rozas.

Respirar es algo que hacía sin pensar, y que mi corazón latiese despacio era algo normal. Sé que lo dicen en todos los libros, en todas las películas, en cada estupidez de serie, pero a mí me falta el aire cuando me rozas, mientras me miras con esos ojos tan bonitos llenos de lo que nosotros llamamos amor.

Caminos.

Recuerdo haberme sentido indecisa. Había tantos caminos, y tan perfectos. Al final, algo me hizo comprender que la carretera sería más segura que la selva, pero no tendría tanta emoción. Y que, si escogía el paseo por la playa, poseería todo el tiempo que quisiese para pensar, sin embargo, el laberinto activaría más mi mente inquieta. Antes de conseguir meterme en uno de ellos, medité, quizás demasiado. ¿Por qué no elegir la carretera que desemboca el laberinto? ¿Por qué despreciar la playa al terminar la selva? Decidí dejarme llevar por el primero que me agarrase la mano, me enamorase y me besase como nunca nadie lo había hecho. Gracias por cogerme en brazos cuando estaba a punto de caerme, rescatar mis dedos del vacío y decirme que me querías con esa voz tan suave que pones cuando me susurras palabras bonitas.

Te quiero, y punto.

¿Sabes qué? Me encantan tus besos sabor a limón, y tu espalda quemada. Tu cara de mañoso insoportable no puedo resistirla y tus ojos teñidos me vuelven loca. Diría que, cada vez que te veo, se me caen las bragas, pero no sería lo correcto o adecuado para una señorita como yo. Aunque llegues tarde, siempre recuperas el tiempo perdido, las caricias que parecen quedarse en tus manos abandonadas mucho rato vienen a mí tarde o temprano y tus labios me buscan hasta que me consiguen. Tienes la extraña manía de querer demostrar nuestro gran amor en público, y creo que es porque sabes que yo no puedo evitar ponerme roja como un tomate. Ha llegado a enamorarme esa parte de ti. No puedo oponer resistencia a tus llamadas casi a la una de la madrugada, ni a tu voz de dormido cuando te despiertas la siguiente mañana. Me asombro porque tienes algo nuevo todos los días para mí. Te acercas a mi casa a las nueve de la mañana un domingo, sabiendo que así te ganas el cielo. Te ríes de mis discusiones y me encierras en tus brazos, inventando diálogos de esos que salen en las películas. He llegado a la conclusión, demasiadas veces, de que podría vivir sin ti, aún siendo difícil; sin embargo, no. No me gustaría estar sin ti. Porque me faltarías al respirar. ¿Sabes qué? Te quiero, y punto.

23 mayo, 2010

Imagínate lo que podría haber pasado.

Me voy a la cama, y sólo pienso que podrías estar arriba, y que únicamente tendría que esperar a que ella se durmiese. Como el otro día, cuando me esperabas dormido entre unas conocidas sábanas blancas. Subiría silenciosa hasta tus brazos, y me aseguraría de que nadie me viese, ni oyese. Me acurrucaría cerca de ti y te besaría mientras te desperezases. Dormiríamos de nuevo juntos. Y sentiría tu respiración metida en cada parte de mi piel al despertar, repentinamente, al tener calor o sentirte muy lejos. Me quedaría encerrada en tus manos, con tranquilidad, con la seguridad de tener sueños bonitos todo lo que quedara hasta amanecer.

18 mayo, 2010

Caricias del viento.

Hoy miré mis manos, y estaban llenas de ti. No porque las hubiese pintado, ni porque te hubiese tocado. Simplemente, bajé la vista y vi que ningunos dedos encajarían tan perfectos como los tuyos. Noté cómo me observabas, a mi lado, sin rozarme pero intentándolo. Levanté la vista y estabás ahí, como predecía, con una sonrisa, como siempre, y con tus ojos nunca iguales, ni siquiera parecidos. Sonreí y me besaste. Para variar, dejé que tu beso durase más que un simple minuto, y permití que jugases conmigo, y que rieses, y que me dijeses cosas bonitas. Como ya dije una vez, un poco de cariño que se lleva el viento, no hace mal a nadie.

Adelante y atrás.

Tengo miedo a perderte. O eso me parece. Estoy asustada, porque has cambiado, te has convertido en aquello que juraste que nunca serías. Esta vez no puedo esconderme debajo de las sábanas esperando que pase la noche, ni acurrucarme entre tus brazos y tú entre mi pelo. Tendré que soportar la oscuridad y los días nublados, las malditas jornadas soleadas sin ti corriendo por mi playa. Jamás me había sentido así, tan estúpida. Esto parece tan irreal que podría destruirlo con mis débiles manos que están cansadas de tanto luchar, de tantos golpes contra el suelo y de tantas mentiras. Acaba con esto ya, porque no sabes lo que duele creer que te tengo y, después, darme cuenta de que no. Recuerda, nuestro tiempo es tan frágil que hasta eres capaz de romperlo en pedazos, de pararlo, acelerarlo y reiniciarlo. No te desearé suerte, porque aquí estamos los dos peleando nuestro último suspiro por algo que no lleva a ninguna parte, ni para adelante, ni para atrás.

17 mayo, 2010

Nuestra eterna Noruega.

Me gusta cuando me besas, y cómo lo haces. Suave, luego rápido, más tarde cansado. Me encanta el sabor de tu boca, y las distintas sonrisas que tiene. Podría decirse que sé que no podría vivir sin tus ojos, sin soñar tus brazos en mi cama cada mañana, mientras el Sol traspasa la ventana, su cortina y la persiana. Adoro cuando está soleado y pones esa cara que tienes, de pequeño, en las fotos. Y cuando te tumbas boca abajo porque no soportas el brillo del verano rozando tu rostro. Rara vez no te quemas la espalda. Debería odiar lo borde que eres algún día, tu incapacidad de discutir. Y no puedo con esa parte de ti. Pero todo lo tuyo es increíble y, con eso, quiero decir que te amo con tus prontos y con tu hambre descomunal. Con tus abrazos, tu olor entre mis sábanas y nuestra Noruega, nuestra eterna Noruega.

Sara.

Me has demostrado demasiadas cosas. Y todas han servido para algo. Por eso quiero darte las gracias más grandes que hayas visto jamás. Sí, incluso mejores que las que se dan por dar, por el simple placer de escuchar "De nada". Llegué a aquella clase de Inglés asustada, llorando. Bien, esto es fácil de explicar. Soy de lágrima fácil, y creo que después de tantos años, ya te has dado cuenta. Viniste a mí como el verano entra después de la primavera, con fuerza, sin pedir permiso, y con una sonrisa. Con esa sonrisa de la que no me olvidaré jamás. Gracias por ese gran recibimiento. Y me acuerdo de muchos más días, más buenos y menos buenos. Porque, aunque estuviésemos enfadadas, nunca hemos estado separadas, nunca ha sido un mal día. Siempre hemos sabido que necesitábamos perdernos un poco, que si estábamos mucho tiempo juntas la cosa se complicaba, pero que, aún así, aún odiándonos, volveríamos a encontrarnos. Gracias por enseñarme a querer a alguien por como es, y no por como quieres que sea. Con todos sus pequeños defectos y sus grandes virtudes. Gracias por no dejar que descanse ni un minuto, y por no permitir que me vaya sin ti. Por tranquilizarme en los momentos difíciles y por encenderme en los que merecían la pena. Muchos dirán: Bah, amigas. Amigas, no. Mucho más. Gracias por la ropa prestada y los abrazos que no tienen precio. Parezco un anuncio de MasterCard. Tú has sido cada estúpida mañana de Sol desde que nos conocimos, cada risa. Eres como esos rayos de luz que siempre entran por la ventana y forman en el suelo las formas de la persiana bajada, que te hacen desear que sea un día genial a tu lado. Y tú, todos los malditos días estás ahí. Gracias por besarme y quererme cuando estoy mal, por estar ahí mientras yo no quiero estar, por protegerme y quererme-odiarme. Gracias por saber tratarme relativamente bien, y por reírte de mis palabras, las cuales la mayoría no tienen gracia. Gracias por ser... Tú, por ser Sara cada minuto que hemos estado juntas. Gracias por los helados, los consejos y los batidos. Gracias por dejarme libre, pero siempre atada a ti con una cuerda muy fina que cuidas para que no se rompa. Ah, y gracias por todas las hostias tan grandes que nos hemos pegado juntas, por hacer como que te caías al suelo y recogerme y decirme que no pasa nada, que estás conmigo, que no vamos a estar mal, que nos hemos caído, pero que nos levantaremos. No sabes cómo me va a costar coger ese puto avión que me lleva lejos de ti.

10 mayo, 2010

El mejor y el peor.

Hoy me he levantado deseando que volviese el invierno, y con él, las caricias de su mano en mi espalda desnuda. Puedo proclamar que he tenido muchos amores distintos, correspondidos, no correspondidos, platónicos, imposibles... Sin embargo, ninguno se compara a éste. Sin dudarlo, lo elegiría para pasar mi vida. Puede que haya sido por el que más he llorado, en el que más me he caído, y también desde el que más alta era la caída. Quizás ha sido el que más ha dolido aquí dentro, en mi pecho, ese que ha sufrido la amarga disolución en el líquido que llevan sus ojos indescriptibles. En conclusión, ha sido el peor para mi corazón, pero hay algo que me dice que sólo estoy intentando escapar de algo tan estúpidamente retorcido y banal, que huyo de la felicidad en sus brazos, cuando es fácil dejarse tirar por él, porque, en realidad, únicamente pienso que es el mejor que he tenido. Y, probablemente, estén en lo cierto porque, ¿cuántas veces he dicho que amaba sin sentir, realmente, lo que percibo ahora?

06 mayo, 2010

Ese lado del salón es mejor.

Te preguntas una vez más, con tu cabeza llena de estupideces, por qué no te dejas llevar una última noche, a su cama, a su sofá, a sus brazos, que se agarran tanto a ti que parece que no hay más en el mundo. Te has cuestionado tu cordura cada día, sin embargo, ¿cuántos segundos has pensado que no lo querías? Nunca, ni siquiera una milésima de tu tiempo lo has gastado en eso. Porque sabes que es imposible para ti no sentir nada por un ser tan adorable e imbécil, que se viste siempre con una sonrisa, que piensa en traerte el desayuno a la cama sabiendo que no podrá hacerlo. Mañana pondrás de excusa que te caes, que ese lado del salón era mejor, únicamente por tocarle, por sentir como su corazón se acelera al observar como tu barrera se destruye, poco a poco, con sus besos.

05 mayo, 2010

Espiral.

Me dí cuenta de que estaba tan lejos que era imposible que me alcanzaras con la mano. Tú tampoco te esforzabas mucho, me dejabas libre, me permitías escapar, pero ¿por qué? ¿Por qué razón no luchabas por mí? Optaste por quedarte quieto en tu posición, sin mirarme, frío y demasiado visible para mis ojos, que comenzaban a echar lágrimas como si el mundo se acabase. Y es que, en cierto modo, se terminaba. Finalizaba todo aquello que había soñado, esos pequeños detalles de una vida a tu lado. La mariposa agitó las alas intentando salvarme, sin percatarse de que, a cada uno de sus aleteos, yo moría un poco más dentro de esa espiral en la que me había metido. Logré sacar los dedos de ese agujero y grité. Aullé tu nombre, una y otra vez, y otra vez. Tenías que oírme porque, con eso, era suficiente para que te decidieras a escucharme. La música que, algún día, fue nuestra, comenzó su melodía en mi cabeza, taladrándome los oídos. Chillé más fuerte. Nuestra fecha, nuestros abrazos, hasta conseguí murmurar nuestros besos. Jamás me había sentido tan estúpida, nunca me había costado tanto levantarme de una caída.

Playa.

Te besé bajo ese Sol que se apagaba poco a poco entre nuestras manos, que rozaba la arena que manchaba nuestros pies descalzos. Corrí con mis dedos por tu cuello, me paré en seco en tu boca, esa sonrisa que me observaba con el aliento cortado y el sabor de mi lengua todavía metido en su memoria. Querías más, siempre deseabas más de lo que era capaz de darte. Te toqué los labios, eran tan suaves como la brisa que separaba nuestros cuerpos. Acerqué los míos, esperando, a cada instante, un movimiento de los tuyos que hiciese que se me acelerara el corazón, el cual todavía estaba saltando por el agua, jugando al escondite con el tuyo. Llené tus ojos verdes pardos de ilusión, de alegría y de pasión, tanta como pude para demostrarte que, lo que me pertenecía a mí, era para ti también. Mis manos danzaban sobre las tuyas, con un baile inusual, formando ondas perfectas compuestas de absurdo frenesí y ganas de verano. Fue una explosión de sensaciones, volver a sentir tu piel sobre la mía con el calor y el olor de la playa pegado a tus huesos.

01 mayo, 2010

Uno de Mayo.

Me cuesta describir lo que siento cuando pasamos un tiempo juntos, sobretodo cuando lo pasamos realmente bien. Me gusta como suena el silencioso toque de tus manos recorriendo mi cabeza, me encanta cuando tus dedos se enredan en mi pelo. Estoy enamorada de tu risa, no puedo resistirme a tu sonrisa y tus labios carnosos son mi perdición, incluso cuando están tristes. Es increíble el suspiro que me recorre la espalda cuando me miras, cuando me prestas atención ese susurro se convierte en grito, en un aullido que cuenta los aleteos de las mariposas gigantes de mi estómago una a una, parando para describirlas. Tienen tantos colores que la sensación me dura hasta la mañana siguiente, tras desperezarme entre las sábanas con la certeza de que no estás, deseando que pronto se acabe esa vacío que me cala los huesos al no verte allí, tumbado en la cama conmigo, respirando mi aire y yo, respirando el tuyo.