28 mayo, 2010

Tecúeme, Amhell.

Me gusta cómo tienes en la mano las llaves para saber hacerme sonréir cuando sabes que estoy llorando. Me encanta que me digas que tengo que cenar Cola Cao en una taza grande, y cuando me amenazas con que no voy a crecer. Seamos realistas, me voy a quedar así, ¿qué más dará una taza que otra? Llevamos cuatro insufribles años juntos, entre clases de Matemáticas, un cumpleaños en mi casa, un relación que acabó en ignorancia, camisetas de "No hay dos sin tres", pelos rapados, playas, helados, partidos de baloncesto, billares, cervezas y, sobretodo, abrazos pedidos a gritos. Me acuerdo del día que nos casamos. Tú ibas muy borracho, sé que no lo hubieses hecho si no te hubieras bebido hasta el agua de los floreros, y yo estaba echa polvo. Tras el monólogo tan largo que te había pegado la noche anterior, creo que lo único que deseabas hacer era perderme de vista. Pero no, te quedaste ahí conmigo, aguantando mis caras, mis suspiros, mis frases poco elocuentes. Me esperaste, y has soportado todas mis tonterías hasta hoy. Hoy hace un año que nos prometimos una especie de mejor amistad eterna. ¿Sabes? Desde entonces, no me has fallado ni una vez, me has entretenido para que no pensara en lo que me hacía daño, me has leído y aconsejado cada estupidez, me has seguido hasta el agua por si me ahogaba, me has odiado y tratado como merecía. Puedo ser hiperactiva, depresiva, dulce, áspera, encantadora y una hija de puta, sin embargo, ¿quién ha estado ahí para aguantar a todos mis yos? Tú. Siempre tú. Tecúeme.

No hay comentarios:

Publicar un comentario