30 marzo, 2010

Don't cry.

No llores, porque las lágrimas que se te ocurra derramar correrán en tu contra. Todo lo infeliz que puedas llegar a estar, todo, se arregla con palabras, aunque se las lleve el viento y a tu dolor, que está gordo y pesa, lo deje aquí a tu lado, muy pegado a ti. Sonríe, porque no merece la pena. Y sé, por experiencia, que lo que te digan no importa, que vas a llorar todo lo que te apetezca. Pues bien, llora, pero el lunes arréglate, entra por esa puerta a las ocho y media de la mañana y dile a todo el mundo que estás bien, acabarás creyéndolo tú también.

27 marzo, 2010

Fin de la pelea.

Te dejo marchar, con la esperanza de que no te metas en otra cama y abandones tu olor allí, entra las sábanas de otra. Cada vez tengo más miedo. Temor a no ser lo suficiente o a no darte lo necesario para que te quedes aquí. Igual esto lo estoy fastidiando yo con mis tonterías, con mis desconfianzas y mis reproches. Me preguntas por qué te digo cosas que no tienen sentido. Está bien, no tengo nada que decirte. Desde hace semanas parece que mi cabeza está buscando la manera de alejarte de mí, para que no se te pegue la estupidez, o porque opina que eres malo para mí. Pues bien, creo que, por una vez, estaría genial, tanto como tú, hacerle caso a los gritos de socorro que me mandan mis neuronas. Sin embargo, mi corazón es tan frágil, tan fácil de convencer con palabras bonitas, sobretodo si vienen de tu boca. Sabes que cae rendido a tus pies con cuatro frases colocadas adecuadamente, conoces su movimiento, lo manejas a tu antojo de maravilla, ya ni siquiera te hace falta el manual. Ha tocado la campana, se acabaron los asaltos, alguien ha caído al suelo, ha perdido, pero... ¿Quién?

22 marzo, 2010

Tan nosotros.

He llegado a saber cómo suena tu corazón cuando está a punto de romperse, irregular, dando golpes contra la pared de piel que lo separa del mío, intentando traspasar los kilómetros que hay entre tú y yo aunque estemos en frente. Somos tan estúpidos que únicamente se nos ocurre llorar por algo que sabemos que jamás terminará, porque lo nuestro es tan irreal e imperfecto que es imposible que tenga fin. Tan débiles estamos cada vez que recorremos distancias mentalmente para alejarnos de lo que nos hace feliz que sólo somos capaces de acercarnos a la silla más próxima, sentarnos vacilantes y pensar, destruir poco a poco todo lo que habíamos construido juntos. Tan cabezotas que esperamos a que el otro se aproxime para decirnos que nos quedemos, que no, que no se puede acabar porque es tan especial que no necesitamos más. Los dos somos tan increíblemente imbéciles que necesitamos que el otro nos diga que nos quiere antes para no sentirnos desprotegidos ante él.

Sin oposición.

Necesito salir de aquí, de esta casa, de esta ciudad, de este país. Ir tan lejos como mis piernas me lo permitan, andando cada día un poquito más, sin llevar conmigo la certeza de que tengo alguna ligera idea de a dónde me dirigen los pasos que doy. Sólo cuento, los numero para no perderme para siempre, por si quiero volver, aunque lo dude. No deseo tener una dirección fija porque mi corazón me haría darme la vuelta y regresar a ti, a tus dulces caricias y a tus ojos. Me llevaría hacia ti y yo no pondría oposición.

Entrada 112

Es gracioso. Has cambiado cada maldita parte de mi vida, desde la manera de comer hasta la forma de cruzar la calle, incluso has condicionado mi cerebro. Todas las ideas que estaban dentro de él han desaparecido o han caído en tu orden, el cual consistía en juntar las letras necesarias para formar tu nombre. A veces, me molesta no poder dejar de pensar en ti, porque no estás, porque sé que no haces lo mismo o porque, simplemente, necesito tiempo para mi. A cada movimiento de la manecilla del reloj colgado de la pared de la cocina, ése que tanto te gusta y que dices que era tuyo hasta que mi madre se lo llevó de la tienda, me pregunto qué estoy haciendo mal, qué me pasa, qué me das para tenerme tan loca. Me cuestiono si mi corazón está bien, si tiene suficiente con lo que le entregas, y él me contesta que sí, que todavía no le has hecho el suficiente daño para romperlo y que, así, le basta para sobrevivir el resto de sus días. Me susurra que te echa de menos aún estando a pasos de ti, que ojalá pudiese estrecharse contra ti, contra tu corazón, y fundirse, abandonarse a tus brazos que tienen escritos un para siempre que suena tan bien.

Locus Amoenus.

Me senté en el prado, que tenía la hierba verde, con miles de margaritas repartidas por él. Toqué una de ellas y se escondió, como si tuviese miedo. Sonreí. El Sol brillaba todavía, aunque ya estuviese desapareciendo por el firmamento dejando un tono rosáceo en el cielo, las nubes comenzaban a adquirir el color de las moras al estar maduras y el viento susurraba una suave melodía, casi consiguiendo que tuviese letra. De mi corazón, salían latidos que se ataban como raíces a la tierra, obligándome a quedarme en esa posición. Esparcí mi vestido blanco por el campo y me quedé mirando fijamente una mariposa que había aparecido de la nada. Aleteaba en contra de la brisa, huyendo de algo que yo aún no había descubierto. Se posó en mi mano cuando se la tendí y me permitió observarla. Era rosa, negra y amarilla, y sus alas eran grandes y onduladas. Detrás de ella, alguien tapó los rayos de luz que quedaban. Me sorprendí y el insecto echó a volar.
-¿Quién eres?-pregunté.
-Quien tú quieras.-me contestó.
Su voz era dulce, como sus rasgos. Tenía los ojos más bonitos que había visto nunca. Se tumbó echando su cabeza encima de mis piernas. Me quedé paralizada, era imposible que fuese tan atrevido, acabábamos de conocernos.
-Sé que piensas que no me conoces -habló después de unos minutos- . Intenta recordar.
-No... -tartamudeé-. No sé quien eres y por qué te tomas tantas confianzas.
-Si no me conoces, entonces, ¿qué haces aquí?
-Estoy aquí porque me gusta este sitio.
-No, estás aquí porque huyes de mí -dijo bajando la mirada hacia sus manos.
-No corro contra ti -continué-. Ni siquiera te conozco.
Se incorporó y me besó. Sus labios se movieron sobre los míos como si ya supieran lo que me gustaba. Me agarró la cara entre sus manos y paró para coger aire.
-¿Qué? -preguntó-. ¿Ahora me conoces?
Suspiré y comencé a temblar. Claro que sabía quien era, claro que estaba escapando de él. Sin embargo, mi corazón sólo deseaba acercarse más, abrazarlo, tocarlo, sentirlo tan cerca que nada volvería a separarlo de mi.
-Te... -titubeé-. Tenía miedo de enamorarme demasiado y de... Perderte tan rápido como te conseguí.

18 marzo, 2010

Cambio.

Y tú, ¿tú que haces? Quedarte quieto a cuatro pasos de mí, mirarme en silencio esperando a algo que he dejado de preguntarme que es. Hoy parecerás cansado, mañana de mal humor y pasado, quizás, te dará por levantarte con el gran y optimista pie derecho. Siempre, las veinticuatro horas que tiene un día, tienes en tu boca las vacaciones, incluso cuando ya estás dentro de ellas. Nada se te antoja lo suficientemente interesante para alzar la vista y fijarte en ello, así que me he permitido abandonarme a una vida sin maquillaje ni ropa ostentosa que dé a tu estúpida cabeza una vuelta y media y te haga desear imaginar. ¿Para qué? Ya me tienes más que imaginada. Es... Extraño y divertido. Puede que las cosas no hayan cambiado en absoluto, que todo sea exactamente lo mismo, no lo descarto. Sigues oliendo del mismo modo que hace meses y, por supuesto, tus labios continúan tan agradables como la primera vez que los rocé. Sin embargo, nosotros no significamos lo que éramos al principio. Dime, ¿sigues pensando que duraremos para siempre?

17 marzo, 2010

Latidos en tu corazón.

Lentamente, separo mi mano de la tuya.
"Adiós, amor".
Te beso por última vez esos labios que un día me volvieron loca. Me quedo un rato pegada a ti y me apartas, haciendo caso a mi voluntad de marcharme, ayudando a mi cuerpo a separarse del tuyo. Te pido que me ruegues que me quede. Te abres el pecho en silencio y rebuscas. Entre tus manos, algo palpita. Posas lo que has sacado de ahí dentro, aún húmedo, en mis dedos. Lo miro extrañada. Tu corazón se mueve débil en mis brazos, suspirando latidos que no tardarán en cesar. Sigo observando su movimiento un buen rato. Levanto la vista, ya no estás. Bajo la mirada con lágrimas resbalando por mis mejillas como si fuese un tobogán. Ha dejado de latir. ¿Qué he hecho?

Vanilla Twilight

Las estrellas se inclinan para besarte. Estoy despierto, insomne, echándote de menos. Necesito una gran cantidad de aire fresco para olvidarte. Así, me quedaré dormido segura y profundamente, aún anhelando tus brazos alrededor de mi cuerpo. Te enviaría una carta, para encontrarte, para que supieses que me gustaría que estuvieses aquí. Veo la noche cayéndose, regresando al color azul claro, como todos los días, pero no es lo mismo sin ti. Cuesta hasta suspirar y levantarse. El silencio no está tan mal hasta que miro mis manos. Me siento vacío, me falta algo, los espacios que hay entre mis dedos están justo donde los tuyos quedaban tan perfectos. Sé que descubriré el reposo, aunque no haya dormido en dos días porque la fría nostalgia se me cala en los huesos y no me abandona. Sin embargo, sentado en el porche esta noche, salpicado por el crepúsculo color vainilla, pienso en ti y no me siento tan solo. Tantas veces como parpadee, así pensaré en ti. Cuando el morado y amarillo aparezcan en el cielo, comenzaré a sentirme vivo, olvidaré el mundo que conocí. Únicamente espero no olvidarte mientras lo intente. Si pudiese volver atrás, buscaría tu oreja y susurraría: "Ojalá estuvieses aquí"

07 marzo, 2010

Dejar de respirar.

Cuando me falta el aire es, generalmente, porque estoy demasiado cerca de ti y no me importa. Me quedo tanto rato mirándote y concentrándome en cada célula de tu cara, de tus ojos y de tu sonrisa, que mi cerebro no puede pensar en nada que no seas tú, ni siquiera en sobrevivir. Ése es el único problema que tengo cuando estoy contigo.

Al otro lado de la pared, tú.

Escucho un ligero ruido al otro lado de la pared. Me extraño, siempre había estado silencioso. Me entra curiosidad, sentimiento que nunca se había molestado en pasar por mí y me sorprende lo fuerte que viene. Me acerco y poso la oreja sobre el muro lleno de colores. Lo único que me había entrado dentro de aquella habitación era la imaginación. La mesa se encuentra tapada por los cuadernos y las hojas escritas por todas partes, dibujadas, hasta tengo una página en la que había intentado describir una página. A la derecha, está la cama, con un bolígrafo abierto encima de una libreta. Había estado escribiendo hasta que oí el ruido extraño fuera. Tengo las pinturas esparcidas por el suelo, aquella noche había decidido darle vida a las paredes. Un golpe. Alguien está golpeando contra lo que sea que hay entre los dos.
-Eh... ¡Eh! ¿Alguien me oye?
Su voz me asusta, hacía tanto que no oía hablar. Parece masculina, pero no me arriesgo a demostrarlo. Me doy la vuelta y camino hacia mis sábanas. Necesito dormir.
-¡Se que estás ahí! ¡Ayer te oí! ¡Te oigo todas las noches, todas y cada una de las noches que lees lo que escribes en alto! ¡Sé que puedes oírme! -continua gritando.
Me paro en seco, había estado espiándome. Aunque no lo quisiera, lo había hecho, había roto mi intimidad. Llevaba oyendo mis relatos tanto tiempo que quizás me conocía más que yo misma.
-¡Sé lo que te hicieron! ¡Sé que estás aquí porque no trataron bien a tu corazón! ¡Hazme caso, yo puedo sacarte de este infierno! -chilla desesperado.
-No es un infierno -susurro.
-Sé que estás encerrada ahí porque piensas que es seguro, que ahí no te harán daño. Déjame ayudarte.
Ha dejado de gritar, pretende convencerme. Me suena su tono, es tan familiar. Me permito caer en los recuerdos, huelo su aroma en uno de ellos, lo he visto alguna vez. Él también me hizo daño.
-No... Sé que me conoces. Sé que soy de los peores, pero nunca quise hacerte daño, siempre te amé todo lo que pude, incluso más. -comienza a explicar.
-Cállate -le ruego-. ¿Por qué me trataste así? Es lo único que quiero saber.
-¿Sabes cuando te gusta tanto una persona que dejas de respirar sólo porque está a tu lado? -me pregunta-. Me asusté, no sabía dónde meterme para escapar de ti. Me estabas quitando la vida porque tú sentías lo mismo, lo sabía, pero no lo demostrabas igual, parecía que dabas mucho menos de lo que recibías. Me dolía tanto el corazón al separarnos que empecé a preocuparme. No me salían lágrimas cuando peleábamos porque pesaban demasiado dentro de mi cuerpo. Perdóname. Por quererte demasiado y por dejarte escapar. Siento no haber sido todo lo que necesitabas a cada momento. Siento no haber podido darte lo que tenía cuando de verdad me lo pedías a gritos. Entiéndeme. Los dos estamos escapando del otro y nos han metido cerca porque saben que no podemos estar separados. Porque oigo tus palabras todavía y, aunque sean duras, me gustan, me revuelven el estómago con las mariposas que me faltaban desde que dejamos de sentirnos.

06 marzo, 2010

Guapa para nadie.

Vuelvo a estar sola. Otro día más, me pongo guapa para nadie. Me lavo la cara y me maquillo para alguien que no va a aparecer. Y le doy otra oportunidad más, porque sé que no... ¿Soy imbécil? ¿Qué es ésto? ¡Tengo vida además de él! Me abandona con la esperanza de verlo, ¿y qué? Hay más cosas que hacer en el mundo. No es el centro, no es algo sin lo que no pueda vivir. ¿Qué ha pasado conmigo? Antes no necesitaba de alguien para divertirme, para ser feliz, para pasar una tarde. Únicamente tenía que poner la música un poco más alta y ponerme a bailar, danzar hasta que me doliesen los pies, porque nada me importaba más que mi cabeza llena de ideas locas. Debía mi existencia a mi gran imaginación, capaz de inventarse una vida paralela a la mía. Tenía acciónb de sobra sin que ningún estúpido hombre me la estropease con su manía de meterse en algún corazón ajeno todo el tiempo, sin dejarte ni soñar con ser... Alguien mejor. No era... No lo era todo al principio, y ahora me doy cuenta, cuando sí lo es. Cuando no se me ocurre nada más que arrastrarme y arrastrarme, y volverme a arrastrar detrás de él, pidiéndole que venga, que no puedo pasar una tarde sin él. Todo esto sin estas palabras. Tiene que parecer obvio, pero no tanto.

Pegado a tu cuerpo

Recorre tu espalda a besos y se para, posa la cabeza sobre ella y respira hondo, como si quisiese que ese momento fuese eterno, como si desease a toda costa que te quedases un poco más a su lado. Sonríe, lo notas porque cada célula de tu piel está especializada en su sonrisa, en sus gestos. Suspiras, entierras la cabeza en la almohada y descansas, duermes hasta la mañana siguiente con su lado izquierdo de la cara pegado a tu cuerpo.

01 marzo, 2010

Mamá.

Hoy, quizás hoy estemos solas, pero hay que ser duras, hay que saber mostrar la maldad justa para tenerlos locos a todos. No podemos permitir que se nos engañe, porque no merece la pena llorar por un hombre que te hace daño. Porque el amor no trata de melancolías ni de desengaños, trata de respeto, de alegría. Claro que se discute, claro que algún día te cansas. La vida pasa rápido y hay que vivirla. No hay que encerrarse y malgastar lágrimas por una persona que no te ha sabido querer. Si no te quiere él, ¿qué más da? Ya te querrás tú misma. Sé que tienes valor suficiente para hacer lo que quieres, sé que llegarás lejos. Te quiero y nadie puede hacerte daño.

Y me encanta porque me encantas tú.

Te quiero, te quiero, te quiero. Claro que te quiero, más que a nada en el mundo. Y me encantas, y sé que puedo vivir sin ti pero no quiero, ni siquiera un poco. Me gusta cuando me haces ser yo misma, cuando me obligas, con la mirada, a hacer cosas que nunca haría, como volar a cien metros sobre el suelo, como soñar mil y una veces con la posibilidad de que te quedes a dormir conmigo. Me has cambiado, me has revolucionado todo. Has venido y has colocado tus cosas como se te ha venido en gana en mi preciado y artístico orden caótico. Ha llegado un momento en el que me da exactamente igual repetir palabras, ¿te has fijado? Porque te necesito y, cuando te necesito, me olvido de cualquier situación que no tenga que ver contigo, contigo y con tu boca, contigo y con tus ojos, que nunca son del mismo color. Como todos los días, que son distintos, puede haber malos y buenos, pero siempre para nosotros. No para ti, ni para mi. No. Porque somos nosotros. Me gusta esa palabra. Me gustas tú. Y no puedes dejar de gustarme, porque cada vez que estamos juntos tengo más y más ganas de ti. Me sorprendo a mí misma buscando tiempo donde no lo tengo para estar junto a ti, porque es lo único que quiero hacer toooooooooodo el rato. Porque hoy, aún siendo pocos los minutos que hemos pasado, han sido unos, han sido de los mejores. Hacía mucho que no me reía a carcajadas. Hacía mucho que no te sentía tan cerca como lo has estado hoy. Y me encanta porque me encantas tú.