05 junio, 2011

Cuadernos

Hoy estaba con la mirada perdida, quieta delante de la ventana, mirando cómo el Sol jugaba con los objetos que poblaban el exterior, cuando, de repente, me di cuenta de que no hacía más que perder el tiempo. Necesitaba huir. Volver a meterme entre mis páginas escritas y desaparecer de aquel lugar. Había crecido; sin embargo, regresaban mis ganas de abrir la puerta y echar a correr, correr hasta encontrar un sitio bonito donde esconderme. Me sorprendí abriendo uno de mis viejos cuadernos, el más antiguo de todos ellos. Sólo hablaba de largarme, de irme, de coger un tren sin dirección fija, de caminar sin parar. Han pasado ya casi tres años desde que empecé a utilizar aquella libreta y... Parece que solamente he atravesado unas horas, las que se tardan en ir a comprar un cuaderno nuevo.