21 julio, 2011

Te prometí que siempre estaría contigo

Tus ojos me miraban al otro lado de la calle, con aire peligroso, expulsando a la noche una especie de suspiro aventurero. Tu sonrisa comenzaba a vislumbrarse. Querías jugar, pero... ¿A qué? Aquel día no quería ni oír hablar de risas, sólo pasaba por ese lugar porque, al final de la avenida, estaba mi casa. Lo único que deseaba en ese momento era meterme a la cama, sin ni siquiera preguntarme el por qué de mi depresión espontánea. Pero allí estabas tú, en frente de mi portal, esperándome. Me observabas en silencio, me aguardabas con paciencia. Apuesto a que mis latidos se oían por encima del único sonido de la madrugada, el de las farolas alumbrando los coches aparcados en ambos lados de la carretera que nos separaba. Al ver que no movía ni uno solo de mis músculos, optaste por pasear, lentamente, hacia mí. Venías, sin dejar de posar tu mirada en mis ojos, en mi boca, en mi cuerpo. Cuando te encontrabas a escasos centímetros de mí, una especie de reflejo me hizo dar un paso hacia atrás, alejándome de ti. Esta vez, te moviste más rápido y pronto tus brazos me rodearon. Enterré mi cara en tu pecho y pregunté, al menos, un millón de veces, la razón por la cual te encontrabas conmigo en una estúpida noche de lágrimas. Cuando llevaba cinco minutos llorando sin abrir la boca, me contestaste:
-Porque te prometí que siempre estaría contigo.

15 julio, 2011

Stay strong.

No quiero ser fuerte. Ya no. Voy a dejarme caer otra vez, porque era la única manera de sentirme segura, de saber que yo misma podía quererme, podía superarme. Es hora de volver a empezar con los retos, con los espejos y las estupideces. Hoy voy a llorar en cuanto me meta a la cama. Esta noche las sábanas van a mojarse con mis lágrimas silenciosas. Nadie va a ser capaz de salvarme esta vez. No quiero la mano de ninguna persona en este lugar. Deseo estar abajo de nuevo, para ir subiendo escalón a escalón, para avanzar poco a poco en este maldito mundo lleno de corazones rotos.