27 abril, 2010

Un mundo sin ti.

El otro día andaba por la calle mientras pensaba, formaba en mi mente ideas de un mundo sin ti. No sería horrible ni espantoso, y mucho menos terrorífico. No sé, me lo imaginaba divertido y alegre, en el que sólo faltabas tú y, a mí, no me importaba. Era una utopía, una ilusión, una burda imagen en mi mente que me permitía ser positiva, lo que siempre habías querido que fuese. Me levantaba por la mañana y no tenía que ver tu cara en la pared, esa sonrisa de niño bueno pegado junto a un montón de recortes de revistas que significaban algo cuando estabas conmigo. Hasta desayunaba algunos días, creyendo que te molestaría que, por fin, te hiciese caso. Pasaba las horas dibujando, con verde, a veces, con marrón también. Comía, poco a poco, saboreando cada comida como si fuese la última, mi abuela deseaba irse a la cama y me gritaba, a diferencia de cuando tú estabas, me callaba, me daba prisa los últimos minutos y la permitía ser libre. Por la tarde, escuchaba música, oía la voz cascada de un Springsteen del que yo me sabía las letras de memoria, ni necesitaba encender el reproductor. Comencé a cruzar la calle por los pasos de cebra y con los semáforos en verde, cesé de pelearme con tus ideas y me dejé caer en tu optimismo y tu preocupación por mi vida cuando renunciaste a reprocharme y entenderme, cuando te olvidaste de mí. Me sentaba por la noche en el borde de la cama, unos segundos, los suficientes para saber que, en todas las horas que había tenido aquel día, no había resistido la tentación de pensar en ti.

25 abril, 2010

No novios.

Te quiero, pero a la vez no. Cuando estoy cerca de ti, me cuesta respirar, algo oprime mi pecho, una fuerza invisible que hace que parezca que tengo metido el corazón entre cuatro paredes increíblemente pequeñas. Y, en esos momentos, sólo deseo tu aire, robarte el aliento a base de movimientos pensados por mis labios. Te acercas más y, entonces, comienzo a notar como falta el aire dentro de la habitación donde estemos, y si estamos fuera es aún peor, porque me doy cuenta de cómo la atmósfera se reduce a un círculo muy pequeño que te rodea y te hace invencible. Ahí empiezo a soñar, a ilusionarme con tu mano rozando la mía, con tus dedos buscando mi cintura. Y me tocas, me pones los pelos de punta y me vuelvo loca. Me tiemblan las piernas y siento como mi cuerpo logra desvanecerse entre tus brazos, únicamente me permito caer en tus redes otra vez, como una heroinómana buscando su heroína, como una estúpida. Solamente pienso en ti, no puedo evadirme ni salir de este mundo de mierda para meterme en el País de las Maravillas. Porque eres mejor que ese lugar, mucho mejor.

23 abril, 2010

Tengo miedo de ti, es decir, de mí sin ti.

Todo ser humano ha sentido el miedo alguna vez. Puedes temer regresar a la realidad después de un mal sueño, a los monstruos de debajo de la cama, o del armario, meterte al agua y no poder salir de la zona profunda, gritar y que nadie pueda oírte, o que, el que te oiga, no quiera escucharte, llorar demasiado por algo que no merece la pena, a la oscuridad, a las alturas, a caerte y no saber cómo levantarte. Eres capaz de evitar todas esas cosas o situaciones que no te agradan porque producen a tu corazón saltos imparables y no te permite respirar con tranquilidad. ¿Y cuándo tienes miedo a alguien? En realidad, no quiero decir ese tipo de terror que te viene cuando ves que un desconocido te persigue, o te acosa. No. Hablo de ese miedo a perder a alguien. Es decir, el miedo de ti sin ese alguien.

Tres.

Todos deseamos cosas distintas en momentos diferentes. Cada uno de nosotros ha cambiado de opinión muchas veces. No soy única ni especial. Soy un ser humano, como tú y como ella. Nos dejamos llevar por el susurro del otro, que nos arrolla, que nos hace sentir bien, que nos da todo el valor que nunca hemos tenido. Probablemente, en días no tendré malas palabras para ti, ni para ella, ni para mí.

Quédate tu calma.

¿Qué decirte? No voy a cambiarte, sería un reto demasiado grande. Además, ya no quiero premios de papel en mi estantería. Tampoco tengo ganas de seguir con ésto. No necesito calma, ni paciencia, ni comprensión. No deseo pena, ni dolor, ni siquiera un cajón para guardar mis recuerdos contigo. Lo único que, de verdad, quiero, es a ti, pero he llegado a la conclusión de que me duele estar cerca de ti, y no me gusta sufrir.

Perdón, ¿por qué?

Te pido perdón pero, ¿por qué? Porque tú quieres, porque es lo que quieres oír para sentirte menos culpable, porque eres un caprichoso que sólo desea su capricho. Ni siquiera sabes por qué debería disculparme. Busca una excusa, corre, que se te acaban en la tienda de la esquina. Espera a que me encienda, a que me dé por decir tonterías no tan estúpidas. Al que le toca agachar la cabeza es a ti, mi amor. Y yo no puedo hacer nada más que hacértelo ver. Estás tan obstinado en que tú tienes la razón que no eres capaz de mirar hacia delante y darte cuenta de que estoy ahí.

¿De qué tienes miedo?

Estaba con la cabeza bien alta tan cerca de ti que casi podía tocarte. Me faltaba el aire y me dolía todo. Me temblaban las piernas y me deshacía poco a poco en mi miseria personal. Me sentía horrible. Ojalá me hubiesen cortado la cabeza en ese momento para no estar imaginando cosas que no pasarían, como soñar con que me rozabas la mano. ¿No querías hablar? ¿No tenías algo importante que decirme? Me has tenido tres veces, sí, contadas con los dedos, y no has sido capaz de dirigirme la palabra. ¿De qué tienes miedo? Porque yo ya no lo tengo. No tengo nada que perder aquí porque, haga lo que haga, no voy a ganar.

Tengo razón.

Mírame. ¿De verdad que merece la pena que estemos así? ¿Lo ves necesario? No eres capaz de dirigirme un simple "Hola", dudo mucho que sepas lo que es observar estos ojos que están cansados de todo. Te acabas de llevar una medalla tan grande que no te cabe por la puerta, y yo una hostia tan fuerte que no podría levantarme ni aunque me ayudaran. Sí, me gusta el suelo. Lo bien que sienta el frío sobre mi piel, el tacto de la madera sobre mi mejilla. Las paredes cambiarán en cuanto te decidas. Te marchas o te quedas. Pero ten claro que no voy a decir que lo siento, ni te voy a agarrar del brazo, ni te voy a gritar que no te vayas. Cariño, muchas veces puedo no tener razón, sin embargo, sabes que esta vez sí.

Don't Forget.

¿Te olvidaste de que yo también estoy viva? ¿Ya olvidaste todo lo que tuvimos? ¿Te olvidaste de mí? ¿Alguna vez te has arrepentido de estar a mi lado? ¿Olvidaste lo que sentimos? En algún sitio, nos perdimos separados, aunque fuéramos una vez fuertes juntos. Nuestro amor es como una canción de la que no debes olvidar la letra. Ahora siento que es aquí dónde tenemos que parar. ¿Alguna vez te has arrepentido de llevar mi mano con la tuya? No lo olvides nunca. Lo tuvimos todo, sólo nos quedaba enamorarnos más de lo que ya lo estábamos. Yo no me olvidaré de nosotros. Al final, todas las fotos se han quemado, y todo lo pasado es una lección que debemos aprender. Recuerda que nuestro amor es como una canción, pero has empezado a cantar tú sólo.

22 abril, 2010

Como el gato de Cheshire.

Me evaporo, salgo del plano y dejo de existir por completo. Si quiero irme a la Luna, puedo aparecer allí, comer un poco de queso y volver el mismo día. Estaré a tu lado, o no. Sólo sé que desaparezco y tú me estás dejando. Tú no me agarras del brazo, ni siquiera me rozas la mano. Tú lloras, yo más. Me parece que no nos entendemos, y es que tú, hoy, no estás con ganas de cogerme en brazos, llevarme lejos y explicarme, intentar que comprenda qué pasa contigo. Y yo, cariño, debo ser muy escurridiza, por momentos invisible, una persona a la que sólo se le ven los ojos y la sonrisa.

Las cosas tal y como son.

Debería estar llorando, pegándome contra las paredes, gritándole a la almohada, concentrándome, únicamente, en sacar el dolor de mi pecho fuera de mí en forma de lágrimas. Lo curioso es que no siento nada de eso, ni siquiera un poco de pena. No me encuentro mal, ni me mareo, ni me duelen los nudillos de agredir a algo que no voy a poder tirar abajo. Es raro, ni un simple miedo acecha mi alma. Nada. No me he puesto agresiva, ni melancólica, ni filosófica. He tenido mi ataque en su momento, pero ahora, simplemente me cuesta creerlo. Después de tanto tiempo confiando, con la certeza en mis manos y tu corazón bien atado a mi cama, he comprendido que no hay que depender de las palabras, porque se las lleva el viento y, por supueto, no hay que dar por hecho cosas de las que no se han visto las pruebas. Claro que no todo era una farsa, muchas cosas eran demasiado reales. Nunca mentiste, solamente ocultaste lo que, a ti, no te convenía que yo supiese. Sabías que estabas haciendo mal, y aún así lo hiciste, porque a ti no te hacía daño. No voy a castigarte por ser humano. Todos somos egoístas y narcisistas, nos gusta que nos calienten la oreja con poesía, aunque sea de la barata. Es cierto, no te entiendo. Pero no por ello voy a sentirlo. No. No pienso pedirte perdón. Porque si el gato no hubiese sido curioso, jamás hubiese descubierto el mundo tal y como es, y no como alguien se lo cuenta.

Fifty five days

Me levanto de la silla y cierro la pantalla del ordenador, ni siquiera lo he apagado, ya se las arreglará él solo. Como yo, que tengo que ingeniármelas para salir de ésta. Lo curioso es que todo lo miro desde el lado optimista. Por primera vez en mi vida, veo que todo va a ir bien. Quizás no en dos semanas, o en un mes, pero sí en cincuenta y cinco días. Estaré lejos de aquí, me pondré mis gafas de Sol y miraré al cielo con una sonrisa. Te recordaré, claro, con tu camiseta blanca de "SICK, SICK, SICK", con tus manos gigantescas, con tu cara de no haber roto un plato en tu santa vida. Y me vendré abajo. También es posible que me ponga todavía más contenta de estar ahí. Depende. Todo depende.

21 abril, 2010

Juguemos

Me levanto de la mesa y me doy la vuelta, ni siquiera tengo fuerzas para mirarte. Me coges de la mano después de incorporarte, deseando retenerme. La aparto, con frialdad, con dureza, como nunca imaginé que lo haría. Oigo como luchas por acercar una silla a mi cuerpo, me siento. Cruzo las piernas y observo mis cartas, las devuelvo a su sitio, nunca seria una buena jugada. Acercas tus ojos y me rozas la mejilla, suave, como si tuvieses miedo al rechazo. Permito que te quedes un rato más ahí, el daño está más abajo. Intentas romper mi barrera de hielo con palabras bonitas, sin embargo, no puedo dejar que lo hagas. Te aproximas tanto que casi no logro respirar otro aire que no sea el que tú mismo expulsas. Me susurras al oído que me adoras, que me quieres, que no puedes vivir sin mí. Tu boca busca la mía y te beso, te sigo el juego. Porque éso estamos haciendo, jugar, ¿no?

Levántate.

Hoy es un día de esos en los que te preguntas por qué te dio por salir de la cama. Sí, es básico, todos los bajos en autoestima suelen utilizar frases como ésta. Aunque, en realidad, creo que quieren levantarse. Desean dejar las sábanas abandonadas para empezar de nuevo, un día extraordinario puede llegar, cualquiera puede decirte que estás preciosa hoy, alguien te besará, se enamorará de ti y, milagrosamente, se terminará esa espiral de pesimismo que se posa sobre tu cabeza.

13 abril, 2010

Tus alas.

Puede que me haya equivocado muchas veces, que meta la pata cada vez que doy un paso y no miro hacia abajo. Me tropiezo, caigo y me levanto, como todo el mundo. ¿O es que tú no te equivocas? No soy perfecta, ni siquiera llego a ser normal, dentro de lo que se dice una persona que no tiene un error todos los minutos desde que comenzó a hablar. Quizás sí que soy cabezota pero, ¿qué humano no lo es? Nacimos para serlo. Además de egoístas, perezosos y masoquistas, ésa es una habilidad que desarrollamos todos, más o menos. No pretendo echarte en cara nada, creo que se me ha hecho tarde para eso. El tren se fue, el pájaro voló. Ya sabrás lo que dicen, más vale pájaro en mano que ciento volando. Y es que tú estabas más en el cielo que cualquier otro. A ti te gustaba sentir el aire cortándote la piel, los pies por encima de la realidad. Necesitabas precipitarte por el vacío para abrir tus alas, sin embargo, yo no te lo permitía porque me parecía estúpido, porque, para mí, mis ideas eran las que sabían de la vida, las que habían probado el sabor amargo de la caída. No tenía en cuenta lo que decías porque estabas tan loco que ni se me pasaba por la cabeza confiar en ti. No podías demostrar que sabías utilizar tus plumas sino te caías, y yo no quería perderte. No estaba dispuesta a echarte de menos, y mucho menos a olvidarte. Estábamos enfadados. Y seguimos en ese estado. Y, probablemente, no salgamos de él hasta dentro de mucho. Tenemos un grave problema y es que, si yo intento tirarme, me agarras de la mano y me riñes por cuestionar mi mortalidad y, si por el contrario, tú lo compruebas, yo te cojo del brazo y te grito por no tener miedo a la muerte.

08 abril, 2010

Cobardes.

Escóndete, que es lo que te va. No olvides que siempre puedes ser mejor de lo que eres. La verdad es que dejas mucho que desear con tu conducta de lo más estúpida y cobarde. Éso es lo que eres, un cobarde, una persona que huye, que tiene miedo a enamorarse demasiado o a no querer lo suficiente. Deja ya de darle vueltas a esa cabeza tuya tan llena de tonterías que se podría crear una bomba nuclear con ella, no te sirve de nada, ni siquiera para saber lo que es bueno para ti. Nada te parece interesante, vives encerrado en tu rutina, con tus cereales integrales y tu bol de leche helada, tan fría como tú por la mañana, cuando tu madre ha quitado la calefacción a las dos de la madrugada y no quieres salir de la cama porque sabes que tienes la sangre tan congelada que no tardará en hacerse cubitos de hielo cuando salgas de entre las sábanas. Tápate, que pasado será un nuevo día, o quizás un poco más, el lunes que viene será una nueva semana, una nueva vida. Tendrás que levantarte de tu escondite, salir y ver la luz del día, que te sentará de maravilla. Deberás ponerte tus Ray-Ban ya que hará sol, aunque a ti te moleste que lo haga. ¿Te falta alguien? Pues bien, ya era hora de sufrir un poco, que nunca sienta mal y aparta del frigorífico ese corazón que posees entre espinas para que no ame demasiado y puedan hacerte daño.

07 abril, 2010

El Sol y La Luna.

El Sol estaba ahí arriba, con los ojos cerrados porque no podía soportar su propia luz. Lanzaba rayos a la hierba, más verde y húmeda que al amanecer. Las margaritas se cerraban en cuanto la sombra las atrapaba, con su oscura y deliberada frialdad. Caían como si no esperasen despertar al día siguiente, con la esperanza de que alguien jugase con ellas al "me quiere, no me quiere". Había una toalla abandonada en la tierra, en el trozo iluminado y alto de aquel jardín gigante. Se oía correr lejos el agua, arrollador, susurrando una canción al viento, el cual iba a su aire e intentaba inventarse otra melodía. Unas manos se entrelazaban y, más tarde, se soltaban. Unos labios sonaban ansiosos y, al rato, silenciosos, casi inexistentes. Llegó la hora en la que los abrazos cesaron y dejaron paso a los, pedidos a gritos, momentos a solas, con uno mismo, sin tener que soportar al otro. Se preguntaban por qué se habían cansado. Quizás necesitaban tiempo para echarse de menos. Se convencieron de que seguían amándose, de que morirían si fuese necesario por salvar la vida de su compañero. Se acercaron y se miraron. Sus dedos nerviosos se revolvían en el vestido de ella y en el pelo de él. Se observaron durante horas. Cada vez se aproximaban un poco, con miedo, con deseos de rechazo por parte del observador para demostrarse que tenían razón. Juntaron sus labios cuando la Luna salió por fin, en busca de ese amor que le esperaba hasta que le dolía el corazón, hasta que no tenía más remedio que irse porque se apagaba de pena. Ese chico que siempre iba con los ojos cerrados porque no podía soportar su propia luz. Los amantes seguían abajo, sin saber lo que se perdían si permitían marchar a su amor.

06 abril, 2010

Restos de Abril

Te quiero porque me has enseñado muchas cosas, entre ellas, a escribir sobre cosas bonitas, a llorar porque estás lejos aún estando a dos pasos de mí, a sacar una sonrisa sólo con ver la tuya, a dar besos de buenas noches con la esperanza de que te quedes un poquito más entre las sábanas y no me dejes ahí, con la nostalgia metida en los huesos y tu olor todavía en mi nariz. Te quiero porque has conseguido meter en mi cabeza ilusiones que son tan fáciles de construir como de destrozar. Has logrado que desee que nada de lo que has puesto dentro de mí se caiga. Te quiero porque eres tan estúpidamente encantador que sería un gran error por mi parte no hacerlo.

04 abril, 2010

Verano.

No quiero que llegue el verano, ese aterrador vaso lleno de agua marina y arena que se remueve con el viento. Siempre lo he odiado porque no salía de una programación para meterme en otra. No me gusta que controlen mi vida y, aún así, permito que lo hagan, porque así no les decepciono. Nunca he tenido ganas de escapar, vivo feliz en mi cárcel de cristal, sobre la cual mandan todos. Con su fuerza me trasladan, me deslizan por este pequeño mundo lleno de decisiones que ellos toman por mí. Me convezco de que lo pasaré bien, de que ellos quieren lo mejor para mí, por eso elegirán lo que me ponga más contenta cuando lleguen las consecuencias.