20 marzo, 2011

Mi paraiso en la ventana.

Las gotas resbalaban por la ventana mientras yo me acercaba a ella. Me quedé mirando el exterior rodeado de un halo triste y siniestro; pero no más tormentoso que la casa donde yo me encontraba. Mi aliento empañó el cristal y, cuando me di cuenta, comencé a dibujar. Primero, un sol. Después, un árbol. Un árbol muy grande, con miles de hojas. Más tarde, tracé la hierba, el césped verde, con unas cuantas motas que representaban flores de colores que sólo existían en los sueños. La lluvia continuaba cayendo; sin embargo, yo ya estaba lejos, en un lugar feliz en el que no tenía que preocuparme por las tormentas.

Stop fighting with yourself.

Stop fighting with yourself. You must do it because your mind is not free if you hide your thinkings. You should know that nithing cares more than you in this world, that the others will be far from you two steps after an experience lived together, that they cannot live your life. The only one that is going to suffer, to lose, to cry, to feel pain, is you. And, do the others deserve your pain? I think not.

12 marzo, 2011

Mares de libertad.

Alcé la vista y decidí dejar de quejarme de que tenía los pies cansados y dañados del duro camino que había recorrido. El Sol brillaba todavía. No me acordaba de la última vez que se había hecho de noche. Opté por descansar un poco y romper mi promesa de dejar de andar cuando encontrase una sombra. Hacía siglos que no había avistado ninguna. Mientras me quitaba la ropa sucia y rota que llevaba encima, y que incluso pesaba después de tan largo recorrido, sentí cómo el agua fue a parar a mis pies. Llegó como entra el final de las olas en la playa. Era extraño porque no había ninguna playa antes de quitarme los arapos que llevaba por atuendo. Decidí que daba igual lo rara que fuese la situación; tenía que tocar el agua con cada pequeña parte de mi piel. Cuando estaba dentro, comprendí que todo lo que había criticado la libertad durante el trayecto había sido un error.

07 marzo, 2011

La noche en la que me enamoré de ti.

Abrí los ojos. La luz del sol entraba por la ventana, iluminando el cuarto desordenado, dando a ese suelo cubierto de cosas cierto encanto. Suspiré y te moviste. Rozaste, con tus dedos, mi espalda desnuda y recordé entonces cómo habíamos acabado en mi casa, en mi habitación, en mi cama. Me besaste el hombro. Por un momento, olvidé todo lo que había pasado y las ganas que tenía de mirar la hora. Estaba segura de que era muy, muy pronto, pero me daba... Sentí tu pecho contra mi piel, y tus brazos rodeándome. Acerqué mi mano a la tuya y, al saberme despierta, me incitaste a darme la vuelta. Cuando me giré, tu aliento ya estaba allí, esperándome. Miré tu boca, y tú observaste la mía. Sonreí. Sonreiste.
-Te quiero -dijiste mientras posabas tu frente en la mía-. No podría vivir sin ti.
Aquella noche me lo habías repetido tantas veces que se me había pasado completamente contestarte a alguna de ellas. Aquella fue la noche en la que me enamoré de ti.

02 marzo, 2011

Libre

Olía la libertad en todas partes, incluso en mi habitación, con las persianas bajadas. Era una sensación única, que jamás había sentido antes. Entonces me di cuenta de que mi vida sería mejor, de que mis ideales irían delante de mis pasos siempre, y de que hacía mucho tiempo que no demostraba de lo que era capaz. Abandoné el caparazón con el que me había cubierto tanto tiempo en el armario. "Nunca se sabe si se necesitará de nuevo", me dije. Me costó desprenderme de él, pero lo creía necesario. Era hora de cambiar el punto de vista y de vivir la vida que otros habían manejado a su antojo por mí.