12 marzo, 2011

Mares de libertad.

Alcé la vista y decidí dejar de quejarme de que tenía los pies cansados y dañados del duro camino que había recorrido. El Sol brillaba todavía. No me acordaba de la última vez que se había hecho de noche. Opté por descansar un poco y romper mi promesa de dejar de andar cuando encontrase una sombra. Hacía siglos que no había avistado ninguna. Mientras me quitaba la ropa sucia y rota que llevaba encima, y que incluso pesaba después de tan largo recorrido, sentí cómo el agua fue a parar a mis pies. Llegó como entra el final de las olas en la playa. Era extraño porque no había ninguna playa antes de quitarme los arapos que llevaba por atuendo. Decidí que daba igual lo rara que fuese la situación; tenía que tocar el agua con cada pequeña parte de mi piel. Cuando estaba dentro, comprendí que todo lo que había criticado la libertad durante el trayecto había sido un error.

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