02 marzo, 2011

Libre

Olía la libertad en todas partes, incluso en mi habitación, con las persianas bajadas. Era una sensación única, que jamás había sentido antes. Entonces me di cuenta de que mi vida sería mejor, de que mis ideales irían delante de mis pasos siempre, y de que hacía mucho tiempo que no demostraba de lo que era capaz. Abandoné el caparazón con el que me había cubierto tanto tiempo en el armario. "Nunca se sabe si se necesitará de nuevo", me dije. Me costó desprenderme de él, pero lo creía necesario. Era hora de cambiar el punto de vista y de vivir la vida que otros habían manejado a su antojo por mí.

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