29 julio, 2010

Y es que, a veces, soy tuyo y, a veces, del viento.

A veces, soy tuya y, a veces, del viento. Por eso me escapo, me escurro entre tus brazos, me alejo cuando estás demasiado cerca. Necesito respirar y tú no me dejas. Me gusta sentirte, me encanta que me abraces, que me mires, que me prestes atención. Me encuentro bien cuando rozas mi mano, mientras me susurras que me quieres, que me amarás siempre. Soy egoísta, como tus niños, como tus ojos. Quiero todo para mí, sin darme cuenta de que no me perteneces, de que no podré tener a tu corazón esperando eternamente a que el mío acelere y se atreva a... Salir del viento.

Young Forever

¿Sería aburrido vivir para siempre? No seríamos absolutamente felices nunca, no tendríamos momentos pequeños de instantánea felicidad. Todo debería ser largo e interminable, insustancial y estúpidamente retorcido. Al fin y al cabo, demasiado tiempo para pensar en las cosas que te preocupan. Eso sí, si eres capaz de olvidar todo lo que ves, los que sientes y lo que pasa por tu cabeza, entonces, y sólo entonces, estás preparado para vivir eternamente.

Tan cerca y tan lejos.

Me aproximé a tu lado y me senté. Como de costumbre, ya no sabía cómo comportarme contigo. Tampoco conocía del todo mi punto de vista dentro del asunto. No quería perderte; sin embargo, no consideraba como una buena opción dejarte esperando a que todo cambiase. No podía darte lo que tú me regalabas con una sonrisa. No era capaz de quererte y amarte de la misma manera que tú lo hacías. Pasé mi mano por la tuya. Me miraste. Me observaste con esos ojos de pena contenida y escondida, recorriendo cada parte de mi cuerpo como si tuvieses miedo a que fuese la última vez que volvieses a verme.
-Estás preciosa hoy -dijiste con la voz rota.
Decidí callarme una vez más y darte un beso. Rocé tus labios y tu corazón comenzó a latir de nuevo, a saltar de alegría, como antes de que me fuese tan lejos. Seguía a kilómetros de ti, pero tú no tenías por qué saberlo.
-¿Y por qué lo dices con esa voz que denota que te cuesta mentir tanto? -te sonreí.

18 julio, 2010

Forma de ver las cosas

Coincidió en que no fue la mejor forma de decirlo. Había hecho un poco de fuego en su corazón, o quizás lo había congelado demasiado. Sabía que nunca nada volvería a ser lo mismo, pero, finalmente, aceptó con un falso optimismo que el pasado jamás regresaba, fuese malo o tremendamente bueno. Aquella noche, se arrepintió de haber abierto la maldita y estúpida boca que actuaba bajo efectos del alcohol. Miedo. Eso es lo que, en ese momento, sentía. En cada parte de su cuerpo algo gritaba que había hecho lo incorrecto, que todo había sido demasiado rápido. A seis mil kilómetros, había aprendido a esperar; sin embargo, se mostraba cómo su mente no lo ponía en práctica. Las palabras no eran las que debería haber utilizado, ni los gestos. ¿De verdad dolía tanto? Claro que dolía.

Tormenta.

Lo nuestro es comparable a una intensa noche de tormenta. Sonamos tan fuerte como el trueno cuando nuestras voces se alzan e intentamos arreglarlo de la manera más infantil posible. Los relámpagos vienen con tus ojos, con tus preciosos ojos, siempre atentos, siempre cazando mi mirada. Y el rayo nos traspasa cuando nos levantamos a la mañana siguiente, en la oscuridad de mi habitación, o de la tuya. Cuando tengo que separarme de ti para ir a hacer algo tan humano como comer. Cuando, de lo único humano que tengo ganas, es tu piel, tu desnuda y desprotegida piel, que se transforma al roce de mis dedos, que se curva y estremece, que me sonríe a través de tu boca. Adoro la lluvia en la ventana, mientras nuestros cuerpos se buscan y se esconden, mientras tus manos recorren los mechones de mi pelo intentando calmarme en el momento de máxima potencia de nuestra tormenta.