26 febrero, 2010

I... Don't See You

Resbalé por las ramas de colores fluorescentes, que se iluminaban cada vez que pasaba por ellas. Caí al suelo, éste también brilló. Esperé en silencio a oír algún paso. Escuché unos murmullos, parecían de él. Me acerqué rápidamente, me escondí entre las hojas procurando no tocar ninguna. No. Allí no había nadie. Hacía mucho tiempo que él... Ya no te veo.

Máquina de pensar en ti.

Grito, me aferro a la vida como puedo, me sujeto el corazón y me acurruco. Me levanto, salgo de esa habitación, el beso amarillo me observa y fracciona lo poco que quedaba cuerdo en mí. Me alejo, otra habitación. Es naranja y tiene un gran oso marrón en el suelo. Ya no puedo más. No logro escapar de ti, de mis estúpidos recuerdos sujetos con pegamento a mi mente. Una máquina de pensar en ti, ya sea bueno o malo, es lo que soy, lo que siempre fui.

Tus silencios

No puedo, no consigo llegar a tocar fondo e intentar subir otra vez. Ya me he cansado de luchar, de gritarme a mí misma, de odiarme por hacer algo que sí que está bien hecho o dicho. Dices que sabes que me quieres, ¿dónde se quedó el: "No puedo vivir sin ti"? He optado por dejar de pensar, permitir que el aire me lleve a donde me tenga que llevar. Porque me da igual a donde vaya, estaré mejor que aquí. Respiro hondo y me escondo entre las sábanas, lloro, lágrimas cada vez más fuertes por mis mejillas. Me tapo la cara, el dolor corre y se estampa en la almohada, se rompe y lo cojo, para que no se sienta tan solo como yo.

Manzanas.

-¿Sabes que es más fácil ocuparse de los problemas de los demás que de los de uno mismo? Así que prefiero ocuparme de ti.
+Sí. Y no es nada fácil aplicarse los consejos a uno mismo. Y yo me ocuparé de ti.
-Me parece correcto.
+Bien, así no nos tendremos que ocupar de nosotras mismas.
-Cómo nos gustan las cosas fáciles.

25 febrero, 2010

Sin él no tiene sentido seguir.

Ella baila, danza sobre sus pies descalzos, alzando su blanco vestido. Está sola, nadie la acompaña. Únicamente un espejo, a lo lejos, en la misma sala donde se encierra para que no le hagan daño. Da vueltas y deja de pensar, permite que la lluvia artificial que cae del techo lleno de estrellas le cale. Se siente insegura, por eso da pasos, inventa una pareja, roza los dedos imaginarios de su amigo y le besa. Le rompe los labios a besos apasionados, buscando aquello que nunca encontró en un príncipe. Se acerca al espejo, su compañero desaparece, no se refleja. Posee cara de haber estado llorando años y años, intenta sacar una sonrisa, un día más, no puede. No lo logra. Le duele la cara, deja de luchar por lo que quiere. Porque siempre ha perdido, ¿para qué combatir ahora? No, no merece la pena. Se echa en manos del suelo y nota como el agua corre por sus mejillas. Se agarra el corazón con las manos, decide no perder las piezas. Sin embargo, las suelta después de un tiempo, sin él no tiene sentido seguir.

23 febrero, 2010

Frío que se cala en los huesos.

Es esa sensación de frío que te cala los huesos y te desgarra las entrañas, que te quita el aliento y no te deja mover las piernas ni siquiera para desentumecerlas. Te clava en el suelo como si tuvieses raíces y no te permite volar tan alto como antes lo hacías. Te hace darte cuenta de que, quzás, deberías haberte enamorado un poco menos. El problema es que no supiste demostrarlo tanto como te pedían. Aunque tú tenías muchísimo más, parecía que dabas la mitad de lo que te entregaban. Te encerrabas en ti mismo, pensando que, así, no te harían daño, no volverías a tener aquel sentimiento de estar completamente abandonado a las manos de la cama, sin poder dormir ni comer. Ya sin fuerzas para levantarte. Sin embargo, ha sido peor que la anterior, ¿verdad? Es una sensación de pérdida, vacío y desamor. A la otra ya la tenías demasiado perdida, por eso no te dolió tanto.

20 febrero, 2010

I'll come back for you.

Otro día más encerrada en su habitación, con música extremadamente alta para que los pensamientos no lleguen a surgir. Ella se siente sola, se cierra en sí misma para no tener que saber nada de nadie. Porque sabe que se encariña con la gente rápido, que echa todo su ser a una relación que no durará eternamente. Se sienta en la mesa y le da un último sorbo a su café. Ve el agua caer por la ventana, se acerca a ella y susurra. Murmura palabras inteligibles. El cristal se empaña y posa su mano sobre él. Está esperándolo, como cada tarde. Mira a través de los árboles con nieve, siente como su corazón intenta alargarse hasta llegar hasta él. Pero él está demasiado lejos. Se fue, sin embargo, ella se empeña en que no la abandonó, en que volverá a por ella.

14 febrero, 2010

Volverás.

Entras en tu habitación, sólo te apetece echarte en la cama o tirarte por la ventana. Decides que la primera opción será la correcta. Éso es nuestra vida, múltiples elecciones en un camino que ya está escrito, del que no puedes escapar. Tu final no cambiará aunque tú pienses lo contrario. Le dirás mil y una veces que le quieres más que a nada en el mundo, que no puedes vivir sin él, es cierto. Últimamente no sientes, simplemente dejas que tus pensamientos se los lleve el aire, porque así puedes convencerte de que todo va e irá bien. Se ven muchas veces las historias desde fuera, pensando que tampoco serán para tanto, que se solucionarían en un abrir y cerrar de ojos si te hubiesen pasado a ti. Pero no. La vida no es tan fácil como la pintamos, porque nos gusta dibujar un sueño en un papel, para destruirlo cuando algo no nos sale bien. Sientes que te fallas a ti mismo mientras te abandonas a las suaves y delicadas sábanas de la cama que nunca haces, duermes entre lágrimas al saberte abandonado por la única persona en la que de verdad confiabas. Te preguntas por qué no le echaste en cara todo cuando tuviste la oportunidad de hacerlo. Quizás, cuando mirabas a su cara, a sus ojos, veías al niño de las fotos que estaban colgadas en la pared. El que siempre salía sonriendo y que parecía arrepentirse cuando os quedabais en silencio. Supongo que preferías echarte en sus brazos, sentir el aroma que dejaba su camiseta en tu piel, olvidarte del tiempo y reírte por todo lo que deberías estar llorando. Probablemente, elegías lo que considerabas que te haría menos daño. Cómo te equivocabas. Eras feliz, para qué mentir. Te gustaba que la lluvia cayese más fuerte cuando os despedíais de lejos con la mirada. No quedaba nadie para arroparte, susurrándote un buenas noches que no borrarías tan rápido como pretendías. Sigue dando pasos, no te pares. Porque si te detienes, te cogerán sus súplicas y disculpas. Volverás.

Catorce de Febrero.

Y te preguntas por qué siempre se repite la misma historia. Se supone que aprendemos de los errores, que sabemos a dónde vamos y de dónde venimos. Hoy, catorce de Febrero, te has dado cuenta de que él ha caído en el hoyo en el que, la última vez, no salió muy bien parado, y también has descubierto que tienes la facilidad para sacarlo y perdonarlo de hace cinco meses. Promete una cosa, después hace otra. Cuánto duró la tranquilidad. No nos queda tiempo, y lo único que se nos ocurre es discutir, hablar de otros, soñar con encontrarnos en cualquier parte menos aquí. Estás cansada de luchar para acabar igual. No. Te dices bien alto que no volverás a ser una idiota que sepa callarse y tragar. Lo ves, te habla de las razones por las que querría morirse, lo abrazas y se acabó. Se terminó todo lo que pensabas que te dolía, lo que discutisteis. Otra vez, un final que se te antoja falso, irreal, una mentira.

12 febrero, 2010

Disculpas

Disculpas, ¿para qué? Menuda pérdida de tiempo. ¿Qué nos pasa? Ahora resulta que es bueno para el corazón pedir perdón por algo que no has hecho mal, o eso consideras tú. Habrá que callarse un vez más, dejar que lo consiga fácilmente, que te bese y se arregló. Todo se reconstruye con su amor, nada queda en el suelo después de que él recoja. Le quieres, y él, ¿qué ha hecho para merecerse tu enfado y tu indiferencia? Absolutamente nada fuera de lo torpe que llega a ser el ser humano. Él no tiene la culpa de ser persona y no perro ni pez. Ámalo con sus defectos, no pretendas cambiarlo porque no te gustaría.

En las escaleras.

Tengo un problema, y es que me cuesta confiar en la gente porque tengo miedo a que me hagan daño pero, cuando, por fin, lo consigo, doy demasiado, casi hasta agobiar a mi cómplice. A veces, siento que no importa lo que tenga que decir o lo que tenga que callarme. No quiero seguir con esto más tiempo, sé que acabaré peor, que me dolerá más que si me hubiese callado. La verdad es que no hubiera estado nada mal cerrar la boca por una vez. Quizás ahora no estaría llorando, ni gritando a un oso de peluche que ha pasado a formar parte de las escaleras.

¿Qué pasa?

Me dijiste que serías objetivo, que me dirías lo que realmente pensaras sobre mi libro. Ahora necesito que me digas lo que crees que es todo esto. Dime qué pasa, qué historia más aburrida tenemos hoy, o qué divertida. Quiero saber qué es lo que pasa por tu cabeza, o por tu corazón.

Febrero

Hoy no llueve, ni graniza, ni nieva. Tiemblo. Sé que el tiempo pasa y se acaba, no lo estoy aprovechando. Dejo el reloj en la mesa. No voy a contarlo, ni pensaré en ello mientras me quede. Correré más que él o, al menos, lo intentaré. A la mitad del camino entre la buena y la mala opción, me cansaré, dejaré el trabajo a medio hacer, como siempre. Tendré que esperar al último día para estar bien, para, por fin, apreciar los minutos que tenía. Si fuese lo suficientemente lista, empezaría desde ahora mismo. Pero, ¿cómo?

Emergencias.

(Marcando en el teléfono el 112.)
-Emergencias, ¿dígame?
+Querría hablar con el chico que me atendió el otro día.
-¿Cómo se llama?
+Como yo quisiera.
-Voy a ver si está, espere un momento.
(Música de ascensor/teléfono en espera.)
-Sí, mire, creo que Usted, la última vez, se equivocó de número. Lo siento.
+No, me contestaron con la misma frase que ha dicho.
-Ah, ya sé quién dice.
+¿Si? ¿Me podría pasar con él?
-Ya no trabaja aquí.
+¿Y sabe dónde puedo encontrarlo?
-Se enfadó con el mundo, lo despidieron por insultar al jefe. Perdone, pero se fue sin informar de su próximo paradero.
(Cuelga.)
+¿Dónde estás? ¿Dónde te has ido con mi corazón, maldito ladrón?

Las paredes me devuelven el golpe.

Vuelvo a pelearme con el armario y la pared, haciéndome daño en la rodilla. No me importa, lloro, las lágrimas ya ni siquiera salen después de un tiempo gritando. Porque me duele el corazón, como a toda persona. Porque siento, sí, aunque no lo parezca ni un poco.

Nada.

Te ahogas y caes, más abajo y más hondo, cada vez más pesada la fuerza de la gravedad sobre ti. Alzas la mano, intentas sacarla de lo que te arrastra, nadie la coge. Absolutamente nadie. Logras agarrarte al aire, pero su fuerza no es la suficiente para salvarte. Resistes un poco, te rindes, ¿por qué luchar? No te queda nada.

08 febrero, 2010

Periquitos.

Hace tiempo que sólo deseo oír su voz, que me falta el aire cuando me besa. No sé que es ese suspiro que me recorre la espalda, esos dedos que me aplastan el corazón cuando se van de mi lado. El amor no es tan bonito como lo pintan, es hasta feo. ¿Nunca habéis visto a dos periquitos limpiándose las plumas el uno al otro? Eso sí que es precioso. Ellos no discuten, ni se hacen daño. No sienten la necesidad de atacarse. Únicamente, quieren quedarse juntos, despertarse y ver que su pareja está a su lado. Echarse una siesta encerrados en una jaula, echar a volar más tarde.

04 febrero, 2010

Javier, parte dos.

Javier es ese tipo de persona que te saca de quicio, tan romántico que hasta roza lo cursi, tan borde que dan ganas de callarlo con una mala contestación. Siempre ve el vaso medio lleno porque cree que obtiene todo lo que podría desear. Me gusta esa parte de él, significa que sabe apreciar lo que tiene.
No es excesivamente soñador; sin embargo, se pasa las horas con un pie en el futuro y es tan iluso que ni siquiera se molestaría en abandonar su afición por dar pasos adelantados en el tiempo. Es ése que te hace vivir la vida como si fuera un sueño, como si cada vez que te separases de él, se acabara el universo paralelo que había creado para ti con su idealismo.
Habita en su propia burbuja, con sus propios problemas sujetos a ella como post-its que quita para sentirse mejor. Cuando se queda sin sal, suele pedirla de manera poco corriente y su manera de agradecerlo es un tanto peculiar, como todo él.
Maneja con facilidad en el arte de dar magia a partir de un beso, sabe encender una llama de cenizas y posee esa sonrisa, bueno, esas sonrisas, que te atan a él con una cuerda muy prieta y reconfortante que no permite que te separes. Él se supone objetivo; no obstante, ve bellezas donde no las hay. Saca risas de la caja mágica de su imaginación, claro, ésto cuando no está de mal humor. Se puede considerar bipolar aunque, sinceramente, podría pasar por un humano normal con grandes cambios en el temperamento.
Creo que, de pequeño, se comió un león que ahora ruge en su estómago y le da la necesidad de darse atracones de comida las veinticuatro horas, los trescientos sesenta y cinco días al año. Al ser relativamente grande, no puede sobrevivir sin una buena cantidad de mañas al mes. Es un animal difícil de tratar, jamás acabas de ser capaz de conocerlo por completo, de predecir sus próximas huellas. Siempre sientes el cosquilleo en el cuerpo de querer más y más de él. Entonces, ve el peligro y esconde la parte de él que no desea que dañes, su corazón. Ese órgano gigante que no le cabe en el pecho, que respira tan fuerte que le retumban las costillas y que contiene un pequeño adosado con plantas que existen gracias a su sangre, tan dulce como él.
Javier es alguien excepcional, que sólo ves una vez en tu vida paseando por la calle y lo dejas pasar, dándolo por imposible.

Toda tuya.

Mi corazón también duele, también se queda vacío, como mi vaso. Puede que sea alarmista, hipocondríaca, borde, mandona, pesimista y tremendamente pesada. Es posible que tenga como principal cualidad el tocar de maravilla las narices de la gente. Mis bromas son pésimas, mi equilibrio sí que da risa. ¿Sabes? Todos mis defectos, absolutamente todo mi ser, incluso la fiebre, el dolor de espalda y de cabeza, es tuyo.

03 febrero, 2010

Javier.

Javier es ese tipo de persona que unas veces tiene paciencia y otras, no. Aquellos ojos verdes que te persiguen en sueños cada noche con un brillo divertido. Un payaso que hace reír a los demás cuando él no tiene ganas. Esos solos de guitarra imaginaria al ritmo de cualquier grupo de rock y, de repente, unas mejillas teñidas de color rojo vergonzoso. Unas manos gigantes con reflejos increíbles. Miedo a caerse al mar y arrastrar al que él llama el amor de su vida. Una pequeña ilusión puesta en un futuro no tan lejano. Pesimismo a todas horas, incluso cuando duerme. Una frase romántica en una canción rara. Un día de lluvia, también uno de sol. Una isla desierta. Unos billetes de avión al fin del mundo. Una playa.
Javier pasaría por cualquier tipo de persona. Por una naranja, un cola cao, una galleta, el dulce azúcar, un pasteloso pastel, una tarta de chocolate, un traje de novio, una revista de deportes, unas notas de "Lost" de Coldplay, un burro de peluche. Podría ser hasta un fondo de pantalla.
No voy a decir que Javier sea el romanticismo personalizado. Claro que no lo es. Pero cuando se pone a escribir esos textos, nadie le gana.
No haría daño a una mosca. Tiene manía a los interruptores. El corazón le va irrealmente rápido la mayoría de las veces. No es muy bueno en discutir. Vale, lo admito, es muy malo.
Dirías que es una persona normal y corriente lo suficientemente raro como para distinguirlo de otro Javier.
Te llevaré la contraria. Sólo por el simple placer de discutir con alguien que sí sabe.
Javier es distinto, es... Todo lo que podrías querer en una persona. Es tan bipolar que de una semana a otra jurarías no conocerle en absoluto.
Igual Javier es único, quizás yo estoy enamorada de Javier.

Tu promesa

Esto ha dejado de ser cosa de dos. Tú decidiste coger tu camino sin avisar, dejándome plantada con la sonrisa pintada un día de lluvia. ¿Sabías que esa pintura de cara se quita con el agua? Yo tampoco lo descubrí hasta esa mañana. Qué rápido olvidaste todo lo que supuestamente sentías. ¿Recuerdas el viaje a Las Vegas? ¿Y el aro de cebolla en nuestros dedos? Suponía que te daría un vuelco al corazón en cuanto lo leyeras, pero ya no te conozco. ¿Te acuerdas de tu promesa? No ha caído ni una puta tormenta en todo el verano. Y es por culpa tuya, sólo tuya.

Como ciegos

Cogió su cara entre esas manazas que lo caracterizaban, la miró con toda la fuerza de sus ojos verdes y sonrió. Era tan odiosamente encantador. No volvería a discutir con él, no merecía la pena. Cuando estábamos tan cerca éramos incapaces de hacer otra cosa que no fuera comernos a besos. Puede que tengan razón, que nos ciegue la pasión.

Ruido

Sólo quiero que, bajo un cielo estrellado, me digas que nunca me dejarás. No pretendo que lo hagas si no te sale de ahí dentro. Sí, de ese pedazo de patata que tienes en el pecho y que no deja de latir. ¿Sabes que suena ruidosamente rápido? Es una de las cosas que tienes que me vuelven loca.

Sola

¿Nunca te has sentido terriblemente sola? Yo sí. Es una sensación rara y horrible que no te deja escapar sin que luches. Siempre te suele atrapar cuando no te apetece sonreír ni hablar con nadie. Sabes que hay alguien ahí que te quiere, pero ella te convence de lo contrario. Te hace pensar que nada merece la pena. ¿Y tú qué haces? Creerla, es tan increíblemente fácil. Dejarse abrazar por unos brazos que desean ser tan queridos como tú no es tan difícil como lo pintan. La soledad intenta ser suave y cariñosa contigo, convirtiéndose en el amor perdido al que lloras todas las noches. Te repite en sueños que puedes vivir sin ellos, los que te hicieron daño. Tú te resistes. Al final, caes.

Abuelita Mena.

Creo que, en este momento, algún recuerdo está resbalando y cayendo por mis dedos helados como una pequeña gota de lluvia. Quiere quedarse conmigo, lucha contra la gravedad. Aún así, acaba rompiéndose en el suelo, en mil millones de pedazos. Hoy me he levantado con la sensación de que va a ser el día más frío de la historia. Creo que, aunque hiciese calor, tendría esa impresión desgarradora de estar clavándome agujas de hielo en el cuerpo. Siempre la tengo encima, no se va. Es lo único que nunca me abandona. A veces, viene con más intensidad y duele. Me gustaría que estuvieses aquí, para arreglarme con tus consejos, regándome y viendo como crezco. He intentado ser fuerte, que nadie me viese llorar como una niña que ha perdido su juguete preferido. Hay días en los que no puedo, en los que me faltas demasiado. Te echo de menos, mucho. Incluso más que cuando te marchaste. Quizá era demasiado pequeña para darme cuenta de que te necesitaba.
Desgraciadamente, acariciaste pronto las pálidas mejillas del fin de tu vida. Quisiste limpiar las lágrimas de una muerte que deseaba atraparte para ella sola.
Sé que debería ser feliz por el simple hecho de respirar, poder tenerme en pie y saber sonreír de vez en cuando. Tú pensabas que todos podíamos tocar la felicidad con las manos y no dejar que se escapara. Tú misma estabas tan contenta con tus flores. Ojalá volviesen a escuchar las sabias palabras que las regalabas. Me han susurrado que, dentro de poco, te anhelarán tanto como yo. Pero eso es imposible.
Supuse que disfrutaste escapándote, volando sobre el cielo como un majestuoso águila, vigilarnos desde algún lugar desconocido para los de aquí abajo.
No lo sé, no me preguntes por qué, siento que todavía no estás orgullosa de mí. Sin embargo, me queda toda una eternidad, entre comillas, para conseguir que tu sonrisa brille sobre el firmamento como la gran estrella que siempre fuiste.
Todo esto viene para decirte que, por fin, soy capaz de atrapar la felicidad. Y que sólo tú quedas para que mi vida sea un cuento de hadas de ésos que me contabas cuando me sentaba sobre tus piernas, con aquellos ojos llenos de sueños que tú lograste dejar durante toda una vida en mi cabeza. Estoy segura de que durarán tanto como los buenos recuerdos que tengo de ti. Gracias.

Olas gigantes.

¿Sabes? Hace tiempo me preguntaba qué narices pasaba conmigo. No sabía por qué me dejaba llevar por tus ojos, por tu sonrisa. Nunca había pasado por ésto. Es algo raro pero increíblemente fantástico. Estar en los brazos de alguien no me parece muy seguro pero contigo es tan sumamente fácil. Cuando estuve un tiempo dándole vueltas, me di cuenta de que estaba demasiado loca. Pero loca por alguien. Por ti. Y que me daba igual que el mundo se cayera mientras tú estuvieses conmigo. Abrázame cuando venga una ola gigante y dime al oído que me quieres lo suficiente como para pasar el fin de mi mano.

No quiero verte.

+¡LÁRGATE! ¡NO QUIERO VERTE!
-No digas esas cosas. No está bien decirlas.
+¡He dicho que adiós!
-Ahora sé que.. No puedo vivir sin ti.
+Oh, bien.. ¡Ahora lo descubres! Vaya, Señor Ahoratequiero Yahorano. Pensé que ibas a salir con otra de tus excusas estúpidas sobre cómo una persona podría estar sola toda su vida pero que es más bonito compartirla. Me he cansado de que tenga que gritarte que te vayas de mi casa cada vez que quiero oír de tu boca que me quieres un poco. No. Lo siento. Vete. Cierra la puerta y no vuelvas.
-Pero..
+¡PERO NADA! ¡NO QUIERO OÍR NADA QUE VENGA DE TI!
-¿Por qué?
+Porque sé que si me dices que me quieres, volveré a perdonarte otra vez, te besaré y me comportaré como una loca que no hace más que desear vivir en tus labios las veinticuatro horas del día.

Llévame contigo.

Hace tiempo que sólo me apetece echarme en la cama, taparme con las sábanas y sentirte cerca. Que me abraces tu, y no el pijama en su vano intento de no molestar mi sueño. Quiero que me levantes y me des vueltas, que me beses como si no nos quedara aire más que en la boca del otro. Atráeme hacia ti con tu olor de recién afeitado o sin afeitar, posa tu cabeza sobre mis piernas, mírame. Dime todo con esos ojos verdes teñidos de marrón. Los míos te escuchan, obedecen y te rozan la mejilla. Me tiro sobre ti, me acaricias la espalda. Te tengo tan cerca que no puedo evitar hacerte saber que no puedo resistir más tiempo sin sentir tu cuello entre mis dedos. Me dejas mimarte. Te dejo sonreírme.

Errores.

Dicen que los errores sirven de algo. Que, aunque vuelvas a cometerlos, aprenderás de ellos. No, no es verdad. Sólo son una forma inventada por algún estúpido ser humano para culparse a uno mismo por lo que les está pasando a los demás. O simplemente, la manera de culpar a otros de una cosa que no deberíamos haber hecho nosotros.

Móviles.

Me levanto e intento encontrarte entre las sábanas. No estás. Mierda. Busco el móvil, miro tus pérdidas y me maldigo por haberme dormido mientras estabas pensando en mí. Finalmente me levanto, voy a desayunar y, cuando la taza está dando vueltas en el microondas, me pongo a pensar en dos tazas, en una cocina perfecta, en que me abrazas por detrás mientras esperamos nuestro cola cao(jaja). Desayuno mientras veo alguna serie adolescente de amores y desamores y, buaaah, entonces vienen las miles de cosas que me has dicho, los diálogos estúpidos que hemos tenido, todo. Me entretengo un rato con el ordenador y tus privados(y rezo porque estés al otro lado). Te pego toques y al final te llamo. Dichoso el día en que puedes venir a la playa conmigo. Esos días no estoy veinticuatro horas sacando el móvil del bolsillo para saber si tengo noticias de ti o si, hoy, te ha apetecido desaparecer de la patalla del chisme éste al que tanto quiero cuando leo tus sms. Si me aburro y estoy en casa, me pongo a leer tus sms, desde el principio. Cuando acaba la tarde y vuelvo a casa, me entretengo mirando al cielo, deseando que estuvieses conmigo. A veces ni enciendo el ordenador, no me apetece. Pero otras, quiero encenderlo, esperar a que te conectes y, yo que se, hablar de cualquier estupidez que no tenga nada que ver con todo esto que parece ser tan irreal. Me voy a la cama. Antes me miro al espejo, y veo todas las veces que has estado delante de él. Conmigo. Promete que en nuestra casa habrá un gran espejo en nuestra habitación. Bueno, cuando llego a la cama.. Mensaje. Te lo envío automáticamente. No sé, es algo raro. Sí, yo y mis rarezas. Cuando por fin cierro los ojos, abrazo fuerte la colcha. Una noche más, me faltas tú.

02 febrero, 2010

Agua helada.

Me metí en la piscina. El agua estaba fría, casi helada. Supuse que esa sensación se me pasaría, así que terminé de dejarme caer dentro del líquido transparente. Comencé a nadar. Todo estaba silencioso, sólo se escuchaba mi respiración y mis brazos rompiendo la barrera acuosa. No me sentía con fuerzas, aún así, continué. Permití que cada molécula del fluido recorriese mi piel, deseando que fuese otro el que pasease sus dedos por mí. Paré en una de las esquinas para tomar aire. Me habían recomendado el deporte acuático porque, supuestamente, la natación limpiaba el alma. Después de catorce largos, había llegado a la conclusión de que únicamente servía para cansarse. Seguí con el ejercicio, queriendo, a toda costa, dejar de pensar en lo que me pasaba o no. El agua cada vez estaba más fría. Toqué el suelo, no lo recordaba tan arriba. Me extrañe, pero no miré hacia abajo. Después de unos minutos, la altura de la piscina me llegaba por la mitad de los muslos. Intenté salir, escapar de ese lugar tan extraño. De repente, el hielo se cerró en torno a mis pantorrillas, subiendo por mis piernas suavemente. Tiritaba. Nadie me salvaría, no lograría tocar el borde ni las escaleras para huir por mi cuenta. La gran cristalera que había enfrente se cubría de una capa grisácea con reflejos azulinas, hasta ocultar los rayos del Sol. Gotas caían del techo, en el que se habían formado estalactitas. Las lágrimas volaban y se hacían piedra antes de tocar mi mejilla. Me ahogaba, las agujas que el hielo portaba se estaban clavando en mi corazón y mis pulmones. El trozo que cubría mi cuerpo se volvía rojo. Dolía. Chillé, sabiendo vano mi intento. Éso era lo que aconsejaban otras personas. Mientras perdías la conciencia y abandonabas las canciones de cuna para otro momento que no vivirías, no tenías la cabeza metida en asuntos peores que tu propia muerte y la angustia de saberse con un pie en el otro mundo. Ya sabes, un dolor mayor alivia al primero, que comienza a ser insignificante.

¿Medio vacío o medio lleno?

Unos lo ven vacío, sin ilusiones ni sueños puestos en él, se convencen de que son inconformistas, de que son uno más, de que no sirven para nada además de para estorbar. Vagan por las calles con la cabeza y la mente fijada en el suelo, donde desean estar tumbados, dejando que el tiempo corra en su contra, permitiendo que nazcan las arrugas y no les traigan nada. Tienen perspectiva pesimista, así creen que podrán librarse de cualquier tipo de sufrimiento. A ellos también les duele, sienten como su vida gira en torno a rutinas que no proporcionan ninguna satisfacción. Saludan a la muerte de cerca, sin embargo, ninguno de ellos desea morir. Son personas con ningún objetivo que seguir, que andan sin saber a donde les llevará el camino. Otros, lo observan lleno, con futuro y pasión dentro, saben que siempre puede caber un poco más de cualquier sentimiento optimista. Tienen fe en aquello de "si quieres, puedes". Portan un brillo especial en los ojos, que miran al frente y no paran de hablar de mariposas y lo preciosa que es cada insignificante cosa que los rodea. Con un pie puesto en el mañana, sin tomar precauciones para lo que pueda pasar porque hay posibilidades de que ocurra la mejor opción. Son gente que ha ganado la lotería, que atraviesa un buen momento profesional. Os preguntaréis por qué no he hablado de enamorados; bien, en ese caso particular, hay de todo. Y tú, ¿cómo ves el vaso?