14 febrero, 2010

Volverás.

Entras en tu habitación, sólo te apetece echarte en la cama o tirarte por la ventana. Decides que la primera opción será la correcta. Éso es nuestra vida, múltiples elecciones en un camino que ya está escrito, del que no puedes escapar. Tu final no cambiará aunque tú pienses lo contrario. Le dirás mil y una veces que le quieres más que a nada en el mundo, que no puedes vivir sin él, es cierto. Últimamente no sientes, simplemente dejas que tus pensamientos se los lleve el aire, porque así puedes convencerte de que todo va e irá bien. Se ven muchas veces las historias desde fuera, pensando que tampoco serán para tanto, que se solucionarían en un abrir y cerrar de ojos si te hubiesen pasado a ti. Pero no. La vida no es tan fácil como la pintamos, porque nos gusta dibujar un sueño en un papel, para destruirlo cuando algo no nos sale bien. Sientes que te fallas a ti mismo mientras te abandonas a las suaves y delicadas sábanas de la cama que nunca haces, duermes entre lágrimas al saberte abandonado por la única persona en la que de verdad confiabas. Te preguntas por qué no le echaste en cara todo cuando tuviste la oportunidad de hacerlo. Quizás, cuando mirabas a su cara, a sus ojos, veías al niño de las fotos que estaban colgadas en la pared. El que siempre salía sonriendo y que parecía arrepentirse cuando os quedabais en silencio. Supongo que preferías echarte en sus brazos, sentir el aroma que dejaba su camiseta en tu piel, olvidarte del tiempo y reírte por todo lo que deberías estar llorando. Probablemente, elegías lo que considerabas que te haría menos daño. Cómo te equivocabas. Eras feliz, para qué mentir. Te gustaba que la lluvia cayese más fuerte cuando os despedíais de lejos con la mirada. No quedaba nadie para arroparte, susurrándote un buenas noches que no borrarías tan rápido como pretendías. Sigue dando pasos, no te pares. Porque si te detienes, te cogerán sus súplicas y disculpas. Volverás.

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