25 febrero, 2010

Sin él no tiene sentido seguir.

Ella baila, danza sobre sus pies descalzos, alzando su blanco vestido. Está sola, nadie la acompaña. Únicamente un espejo, a lo lejos, en la misma sala donde se encierra para que no le hagan daño. Da vueltas y deja de pensar, permite que la lluvia artificial que cae del techo lleno de estrellas le cale. Se siente insegura, por eso da pasos, inventa una pareja, roza los dedos imaginarios de su amigo y le besa. Le rompe los labios a besos apasionados, buscando aquello que nunca encontró en un príncipe. Se acerca al espejo, su compañero desaparece, no se refleja. Posee cara de haber estado llorando años y años, intenta sacar una sonrisa, un día más, no puede. No lo logra. Le duele la cara, deja de luchar por lo que quiere. Porque siempre ha perdido, ¿para qué combatir ahora? No, no merece la pena. Se echa en manos del suelo y nota como el agua corre por sus mejillas. Se agarra el corazón con las manos, decide no perder las piezas. Sin embargo, las suelta después de un tiempo, sin él no tiene sentido seguir.

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