03 febrero, 2010

Abuelita Mena.

Creo que, en este momento, algún recuerdo está resbalando y cayendo por mis dedos helados como una pequeña gota de lluvia. Quiere quedarse conmigo, lucha contra la gravedad. Aún así, acaba rompiéndose en el suelo, en mil millones de pedazos. Hoy me he levantado con la sensación de que va a ser el día más frío de la historia. Creo que, aunque hiciese calor, tendría esa impresión desgarradora de estar clavándome agujas de hielo en el cuerpo. Siempre la tengo encima, no se va. Es lo único que nunca me abandona. A veces, viene con más intensidad y duele. Me gustaría que estuvieses aquí, para arreglarme con tus consejos, regándome y viendo como crezco. He intentado ser fuerte, que nadie me viese llorar como una niña que ha perdido su juguete preferido. Hay días en los que no puedo, en los que me faltas demasiado. Te echo de menos, mucho. Incluso más que cuando te marchaste. Quizá era demasiado pequeña para darme cuenta de que te necesitaba.
Desgraciadamente, acariciaste pronto las pálidas mejillas del fin de tu vida. Quisiste limpiar las lágrimas de una muerte que deseaba atraparte para ella sola.
Sé que debería ser feliz por el simple hecho de respirar, poder tenerme en pie y saber sonreír de vez en cuando. Tú pensabas que todos podíamos tocar la felicidad con las manos y no dejar que se escapara. Tú misma estabas tan contenta con tus flores. Ojalá volviesen a escuchar las sabias palabras que las regalabas. Me han susurrado que, dentro de poco, te anhelarán tanto como yo. Pero eso es imposible.
Supuse que disfrutaste escapándote, volando sobre el cielo como un majestuoso águila, vigilarnos desde algún lugar desconocido para los de aquí abajo.
No lo sé, no me preguntes por qué, siento que todavía no estás orgullosa de mí. Sin embargo, me queda toda una eternidad, entre comillas, para conseguir que tu sonrisa brille sobre el firmamento como la gran estrella que siempre fuiste.
Todo esto viene para decirte que, por fin, soy capaz de atrapar la felicidad. Y que sólo tú quedas para que mi vida sea un cuento de hadas de ésos que me contabas cuando me sentaba sobre tus piernas, con aquellos ojos llenos de sueños que tú lograste dejar durante toda una vida en mi cabeza. Estoy segura de que durarán tanto como los buenos recuerdos que tengo de ti. Gracias.

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