03 febrero, 2010

Javier.

Javier es ese tipo de persona que unas veces tiene paciencia y otras, no. Aquellos ojos verdes que te persiguen en sueños cada noche con un brillo divertido. Un payaso que hace reír a los demás cuando él no tiene ganas. Esos solos de guitarra imaginaria al ritmo de cualquier grupo de rock y, de repente, unas mejillas teñidas de color rojo vergonzoso. Unas manos gigantes con reflejos increíbles. Miedo a caerse al mar y arrastrar al que él llama el amor de su vida. Una pequeña ilusión puesta en un futuro no tan lejano. Pesimismo a todas horas, incluso cuando duerme. Una frase romántica en una canción rara. Un día de lluvia, también uno de sol. Una isla desierta. Unos billetes de avión al fin del mundo. Una playa.
Javier pasaría por cualquier tipo de persona. Por una naranja, un cola cao, una galleta, el dulce azúcar, un pasteloso pastel, una tarta de chocolate, un traje de novio, una revista de deportes, unas notas de "Lost" de Coldplay, un burro de peluche. Podría ser hasta un fondo de pantalla.
No voy a decir que Javier sea el romanticismo personalizado. Claro que no lo es. Pero cuando se pone a escribir esos textos, nadie le gana.
No haría daño a una mosca. Tiene manía a los interruptores. El corazón le va irrealmente rápido la mayoría de las veces. No es muy bueno en discutir. Vale, lo admito, es muy malo.
Dirías que es una persona normal y corriente lo suficientemente raro como para distinguirlo de otro Javier.
Te llevaré la contraria. Sólo por el simple placer de discutir con alguien que sí sabe.
Javier es distinto, es... Todo lo que podrías querer en una persona. Es tan bipolar que de una semana a otra jurarías no conocerle en absoluto.
Igual Javier es único, quizás yo estoy enamorada de Javier.

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