17 mayo, 2010

Sara.

Me has demostrado demasiadas cosas. Y todas han servido para algo. Por eso quiero darte las gracias más grandes que hayas visto jamás. Sí, incluso mejores que las que se dan por dar, por el simple placer de escuchar "De nada". Llegué a aquella clase de Inglés asustada, llorando. Bien, esto es fácil de explicar. Soy de lágrima fácil, y creo que después de tantos años, ya te has dado cuenta. Viniste a mí como el verano entra después de la primavera, con fuerza, sin pedir permiso, y con una sonrisa. Con esa sonrisa de la que no me olvidaré jamás. Gracias por ese gran recibimiento. Y me acuerdo de muchos más días, más buenos y menos buenos. Porque, aunque estuviésemos enfadadas, nunca hemos estado separadas, nunca ha sido un mal día. Siempre hemos sabido que necesitábamos perdernos un poco, que si estábamos mucho tiempo juntas la cosa se complicaba, pero que, aún así, aún odiándonos, volveríamos a encontrarnos. Gracias por enseñarme a querer a alguien por como es, y no por como quieres que sea. Con todos sus pequeños defectos y sus grandes virtudes. Gracias por no dejar que descanse ni un minuto, y por no permitir que me vaya sin ti. Por tranquilizarme en los momentos difíciles y por encenderme en los que merecían la pena. Muchos dirán: Bah, amigas. Amigas, no. Mucho más. Gracias por la ropa prestada y los abrazos que no tienen precio. Parezco un anuncio de MasterCard. Tú has sido cada estúpida mañana de Sol desde que nos conocimos, cada risa. Eres como esos rayos de luz que siempre entran por la ventana y forman en el suelo las formas de la persiana bajada, que te hacen desear que sea un día genial a tu lado. Y tú, todos los malditos días estás ahí. Gracias por besarme y quererme cuando estoy mal, por estar ahí mientras yo no quiero estar, por protegerme y quererme-odiarme. Gracias por saber tratarme relativamente bien, y por reírte de mis palabras, las cuales la mayoría no tienen gracia. Gracias por ser... Tú, por ser Sara cada minuto que hemos estado juntas. Gracias por los helados, los consejos y los batidos. Gracias por dejarme libre, pero siempre atada a ti con una cuerda muy fina que cuidas para que no se rompa. Ah, y gracias por todas las hostias tan grandes que nos hemos pegado juntas, por hacer como que te caías al suelo y recogerme y decirme que no pasa nada, que estás conmigo, que no vamos a estar mal, que nos hemos caído, pero que nos levantaremos. No sabes cómo me va a costar coger ese puto avión que me lleva lejos de ti.

No hay comentarios:

Publicar un comentario