14 noviembre, 2010

Fuentes.

Me aproximé a la fuente, con aire distraído. Era un amanecer azul claro, sin amarillos ni rosas, limpio de nubes. El agua era cristalina y parecía fresca. Me senté al borde y saqué de mi bolsillo la pequeña moneda que había estado guardando durante toda la semana. Recordé quién me la había dado, para que la protegiese y pidiese un deseo aquel domingo, a las siete y media de la mañana. Tras varios minutos pensando, decidí que no debía tirar el céntimo, pues yo no era nadie para desear en nombre de otro. Volví a meter la moneda en mi chaqueta y observé el pequeño lago, montado en una estructura de mármol en mitad de la plaza. Oí unos pasos, pero no me giré. Me convencí de que no era nadie. Seguramente, pensé, era un mendigo, o un trabajador madrugador en aquella ciudad fantasma. Continué en mi ensimismamiento hasta que el desconocido comenzó a hablar:
-Ya veo que no eres capaz de pedir mi deseo -susurró.
No me volteé, ¿para qué? Ya sabía quién era. Me molesté. ¿Por qué me había mandado esa mañana, a esa hora, si él podía venir?
-No me creo con el derecho -respondí.
-Me lo prometiste -replicó.
-Tú también prometes muchas cosas, y no cumples ninguna.
Me agarró del brazo, sin mucha fuerza, para obligarme a mirarlo. Me enfadé más, y me zarandeé hasta que cesó en su esfuerzo.
-Era algo fácil de pedir -empezó, mientras se sentaba a mi lado.
-Para ti -contesté, alejándome un poco-. Es tu deseo. Yo no tengo por qué pedirlo.
-Y, ¿por qué has venido? -preguntó.
-Toma tu maldita moneda y tírala tú.
Enfadada, le devolví lo que me había confiado y me levanté. Pero él también se había incorporado, y parecía que no iba a dejar las cosas así.
-No lo entiendes -dijo-. Quiero que lo hagas tú.
-No. No voy a hacerlo. Olvídate ya.
-¿Por qué te resulta tan difícil? -exclamó.
-Porque no puedo, no soy capaz.
-Vamos, por favor,... -se burló.
-Que no -dije, molesta-, no voy a hacerlo. No puedo pedir una persona para ti. Empezando porque las personas no se piden con monedas.
-Hablas como si te hubiese pedido que le rogases a la suerte otra mujer. Y no. Te estoy pidiendo que te pidas a ti. Maldita sea.
-Y una estúpida fuente no va a darte lo que quieres -terminé.

No hay comentarios:

Publicar un comentario