03 septiembre, 2010

Doloroso, estúpido y poco corriente.

Te has ido porque yo te lo he pedido. En estas horas, sólo he tenido las ganas para pensar que era imbécil por dejar que te pierdas, que eches a andar y que, al girar una esquina, ya no te vea. ¿Sabes? He tenido el teléfono entre mis manos, y no he sido capaz de llamarte. Desde el último mensaje, he estado cinco horas dando vueltas sobre la cama mirando el móvil con cara de ansiedad, con las lágrimas cayéndome por la mejilla y con la angustia pegada a la garganta. Me he levantado al baño doce veces, hasta que decidí caminar hasta el salón con el rollo de papel higiénico en la mano. Me puse a escribir en el cuaderno, en el diario que no habías querido leer. Nunca había llorado tanto. Ni me había sentido tan mal, ni siquiera había probado el sabor amargo de un adiós tan poco corriente, tan doloroso y tan estúpido.

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