23 septiembre, 2010

No tengo nada.

Al parecer, no había conocido el verdadero amor, sólo pequeñas porciones de pasión y poco compromiso. Tampoco sabía nada del mundo, puesto que, cada vez, se sabe menos y menos; se pretende enseñar y, al final, poco se aprende, o no se aprende nada. Salvar el medio que me rodeaba no era mi fuerte; rara vez reciclaba y me gustaba el coche para unas distancias de veinte minutos andando. Mi escritura se había tornado vana, siempre tenía ideas para libros, pero también se quedaban en un capítulo, o en unas absurdas páginas. Ni siquiera servía para cocinar; la pasta se me quedaba dura y los huevos se rompían antes de salir de la sartén. Supuestamente, todo ser humano tenía una razón para su existencia, sin embargo, yo todavía no había encontrado la mía. Y éso, me ponía de los nervios. Vivir para nada, ¡qué sin vivir!

No hay comentarios:

Publicar un comentario