23 septiembre, 2010

Seamos rebeldes.

Esta sociedad no es más que una mentira, una ilusión. Nuestro último fin es intentar vivir un poco más de tiempo, con ninguna enfermedad y la posibilidad de poder seguir corriendo. Una imposibilidad. Eso de que nada es imposible, ¿quién lo dijo? Obviamente, lo proclamó para alguien que perdía la esperanza por la estúpida vida humana. Y yo pregunto: ¿de verdad te importaba tanto esa persona? Habitamos en un mundo egoísta y capitalista, donde el pez más grande es el que abusa de otros y consigue amontonar el máximo dinero en las Islas Caimán. Aquí no parece sobrevivir nadie, la inmortalidad no se puede comprar con un par de billetes. En esta mierda de mundo, hay dos clases de personas: las que merecen la pena, o rebeldes, y las que no merecen la pena, o los que aparentan ser rebeldes.

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