14 diciembre, 2010

Alba Vidal Arce

Es de esas personas que te hacen sonreír sin ni siquiera buscarlo. Tratar de explicar el efecto que tiene sobre mi estado de ánimo es como intentar hacer comprender un concepto de Filosofía cinco minutos antes de un examen. Sólo puede hacerlo ella. Tiene la absurda manía de estresarse, y eso... Me encanta. En realidad, todavía no he encontrado una cosa de ella que no me guste. Es como una buena golosina, en la que el sabor dura poco entre tus brazos y tarda mucho en irse de tu boca. No hace falta decir que tiene los ojos más bonitos del universo. Pero, ahora, no estoy hablando de su físico. Estoy escribiendo sobre sus virtudes, sobre lo que ha hecho en mí, cómo me ha cambiado. Es de las pocas que confía en mí, que me abraza cada vez que me ve un poco sensible y que me tiende su mano sin necesidad de palabras. Eso es. Ella es la clase de chica que está a tu lado y no necesita hablar para hacerte sentir mejor de lo que estabas cuando llegaste a su sonrisa. Me acuerdo de la primera vez que leí el relato que escribiste. Creo que ya te lo mencioné, pero la protagonista siempre me recordó a ti.

No hace falta que yo te lo diga, pero eres fantástica. Y lo mejor es que lo eres veinticuatro horas al día.

Te quiero.

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