30 agosto, 2010

El amor existe, pero es perecedero

Las mitades perfectas no existen, ni las medias naranjas. El amor que dura para siempre parece escondido, sólo capaz de encontrarse por cuatro estúpidos de cada millón. Las relaciones nunca son eternas, duran lo que tardas en descubrir que algo no te gusta, que muchas cosas ya no son lo que eran cuando os conocíais un poco menos y decidísteis embarcaros en ese viaje, tan largo y angustioso, que os vendieron como perfecto. El amor es extraño y rebuscado, jamás tiene una solución fácil y siempre pierdes a alguien por el camino. ¿Qué es el amor? Una carretera con una acera muy estrecha. Cada día, pasan miles de coches, que no facilitan la conversación. Y, cada noche, un conductor para a uno de los dos y le dice que, si quiere, le puede transportar. La única condición es que su compañero se quede allí. Los pies duelen muchísimo y el cansancio ha creado ojeras. Te quedas por un tiempo, hasta que descubres que tu acompañante ya ni se molesta en gritarte, en parar y besarte a mediodía, ni siquiera cuando cae la noche y los grillos están de fondo. Te das cuenta de que, ahora, la maleta que compartíais, y que peleábais por llevar, sólo descansa sobre tu espalda. Entonces, a la decimoquinta noche, decides subirte a un coche, o tienes que soportar como tu pareja se lanza al asiento delantero de un Renault Megane color azul noche, más bien tirando a gris oscuro después de los años. Te preguntas qué has hecho mal. Yo te lo diré. Nada. El amor se acaba. Y tiene la jodida manía de terminarse a destiempo.

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