13 agosto, 2010

Adiós, Independencia.

Seguía parada porque mi corazón no quería soñar, no deseaba viajar y molestarse en seguir a otro, en amar distinto. Mi corazón ya no latía, aunque sonase en mi pecho, no sentía por nadie, ni siquiera por los que suspiraban por él.Ya había llorado demasiado, y sangrado. Ya no tenía ganas de llorar por los demás. No tenía lágrimas, o quizás sí, sólo se escondían. Nunca me encontraba bien, no estaba cómoda. Me gustaba estar sola, más que de costumbre. Después de un mes en el extranjero, había aprendido a guardar mis sentimientos y a reprimir el deseo de caricias, abrazos o besos. Ahora, debía volver a la pequeña realidad, en la que mi independencia dependía de los demás.

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