05 junio, 2010

Diviérteme, entretenme, pero no me dejes pensar en Canadá.

Cada vez tengo menos ganas de despegar los pies del suelo y echar a volar. Porque, ahora, hasta las discusiones saben dulce. Los besos se hacen insoportablemente necesarios y los abrazos son la razón por la que sigo aquí, recorriendo los días que me quedan anclada a mi mundo. Mi pequeño, asqueroso, estúpido y torpe mundo que, últimamente, se ha tornado mágico, maravilloso, increíble. Ha girado todo para formarse una especie de utopía iluusoria que no hace más que generar espejismos en mi mente que me permiten enumerar las cosas que perderé con ese avión. Sin duda, de todas esas insignificantes razones para quedarme, la que más daño va a hacerme, va a ser el no ver tus ojos con el brillo de la playa un día de irresistible Sol.

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