07 junio, 2010

Nueve días.

Estoy ligeramente melancólica, con cierto sabor amargo en mi corazón. Se dice que el éste sólo se rompe o brinca de alegría. Pues el mío no es así, él no se fracciona, únicamente quema, arrasa todos los huecos de mi cuerpo mandando sangre ardiendo. No creo que sea por amor, esta vez no. Sinceramente, opino que está falto de algo, pero todavía no sabe qué. Es muy indeciso, y le gusta llevar las cosas al límite, esperar a que las preguntas se resuelvan en el último minuto que les queda para morirse de estrés y tristeza. Quizás esté, como decirlo, exagerada, aburrida, insustancial, agresiva, llorona, estúpida. Sin embargo, me encuentro mejor a mí misma así, con mi soledad encima y mis piernas temblando de miedo. Temo el avión, la sonrisa de bienvenida, los buenos días y, sobretodo, perder algo que se quede aquí, me da igual el qué. Deseo saber que cualquier cosa se quedará para cuando yo venga, en su sitio, sin moverse, sin alterarse.

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