02 junio, 2010

Filosofía

Creemos en un todo que se acaba convirtiendo en eso, en un terrorífico nada. Porque nos fallan, nos desilusionamos y vemos la verdad que hay tras ese espejismo montado para que seamos capaces de llevar la contraria a nuestra cabeza, sólo para seguir un ilusorio impulso de nuestro corazón, que se guía por palabras que se lleva el viento y por su fanatismo a las cosas improbables, pero nunca imposibles. Porque, ¿quién no ha creído en algo que no se demuestra y tampoco es posible de explicar? Di que no has tragado una mentira porque no te gustaba cómo sonaba. Dilo, y te diré cuántas personas te creerían. Y no porque opinen que sea una invención fácil de desmontar, sino porque ellos, en el fondo, saben que también estimaron esa falacia como veraz en algún momento del camino.

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