04 febrero, 2010

Javier, parte dos.

Javier es ese tipo de persona que te saca de quicio, tan romántico que hasta roza lo cursi, tan borde que dan ganas de callarlo con una mala contestación. Siempre ve el vaso medio lleno porque cree que obtiene todo lo que podría desear. Me gusta esa parte de él, significa que sabe apreciar lo que tiene.
No es excesivamente soñador; sin embargo, se pasa las horas con un pie en el futuro y es tan iluso que ni siquiera se molestaría en abandonar su afición por dar pasos adelantados en el tiempo. Es ése que te hace vivir la vida como si fuera un sueño, como si cada vez que te separases de él, se acabara el universo paralelo que había creado para ti con su idealismo.
Habita en su propia burbuja, con sus propios problemas sujetos a ella como post-its que quita para sentirse mejor. Cuando se queda sin sal, suele pedirla de manera poco corriente y su manera de agradecerlo es un tanto peculiar, como todo él.
Maneja con facilidad en el arte de dar magia a partir de un beso, sabe encender una llama de cenizas y posee esa sonrisa, bueno, esas sonrisas, que te atan a él con una cuerda muy prieta y reconfortante que no permite que te separes. Él se supone objetivo; no obstante, ve bellezas donde no las hay. Saca risas de la caja mágica de su imaginación, claro, ésto cuando no está de mal humor. Se puede considerar bipolar aunque, sinceramente, podría pasar por un humano normal con grandes cambios en el temperamento.
Creo que, de pequeño, se comió un león que ahora ruge en su estómago y le da la necesidad de darse atracones de comida las veinticuatro horas, los trescientos sesenta y cinco días al año. Al ser relativamente grande, no puede sobrevivir sin una buena cantidad de mañas al mes. Es un animal difícil de tratar, jamás acabas de ser capaz de conocerlo por completo, de predecir sus próximas huellas. Siempre sientes el cosquilleo en el cuerpo de querer más y más de él. Entonces, ve el peligro y esconde la parte de él que no desea que dañes, su corazón. Ese órgano gigante que no le cabe en el pecho, que respira tan fuerte que le retumban las costillas y que contiene un pequeño adosado con plantas que existen gracias a su sangre, tan dulce como él.
Javier es alguien excepcional, que sólo ves una vez en tu vida paseando por la calle y lo dejas pasar, dándolo por imposible.

1 comentario:

  1. Cada persona que conoces es única. Tiene características que lo hacen ser como es ;]
    Me gusta tu blog ^^

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