09 enero, 2010

Zeta.

Cada día me levantaba pensando que no iba a ser un día perfecto, que iba llover todo lo que quisiera el cielo aunque no hubiera una nube. Un 4 de Enero, llegó Z, tan elegante, tan cabezota, tan.. parecida a mí en las rarezas. No sé. Quizá vi una luz que me deslumbró, quizá fue.. un simple zumbido de messenger lo que me hizo despertar. De alguna manera sentí que ella estaría ahí para siempre, incondicionalmente. Y tengo que decir que cada risa, cada saludo, cada abrazo imaginario que he dado por ella, ha sido de verdad. Porque Z es.. una letra, una inicial, un conjunto de puntos. Pero mucho más allá, es una gran amiga que nunca pensé en encontrar. Recuerdo aquellos días que pasaba en un banco sentada esperando al amor de mi vida, pero Z pasó, con buen ritmo, como una bala, pero a suficiente poca velocidad como para que me llamara la atención, como para que me fijara en ella. Muchas veces sueño con ese lago imaginario que nos inventamos en los miles de textos que nos enviamos, un lugar apacible, donde no existen las sonrisas falsas ni el miedo a caer sin ser recogida. Da igual por qué razón la encontré. Ya no importa. Pero parece ser que, desde que ella está, el boulevard de mi vida está iluminado por unas cuantas farolas que me dejan seguir adelante, caminar. Por eso, era, es y será siempre mi consonante preferida.

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