09 enero, 2010

Desorden

¿Por qué me he vuelto tan desordenada? Hace no tanto, todos mis cuadernos estaban inmaculados, sin una hoja suelta ni dibujos en las mismas páginas dónde había escrito primero. Es más, hasta odiaba verlos así en manos ajenas. Era imposible buscar algo sin tener miedo a descubrir un monstruo demasiado privado, grande e imposible de olvidar que cambiaría tu forma de ver a la otra persona. Quizás haya sido que empezó mi momento de inspiración. No lo descarto porque la gente suele decir que los artistas son un desastre en su orden y que, sólo ellos, son capaces de encontrar su obra maestra en medio de un montón de objetos inservibles. Sabrían decirte cuál ha sido la peor, casi pesadilla de la humanidad; sin embargo, por muy bien que conozcan su ubicación, no te la enseñarán por miedo a que te guste tan poco como ellos se aman a sí mismos. Supongo que eso es parte de la continua locura de existir siendo un creador de piezas irrepetibles. También puede ser el amor. Sí, esa pasión descontrolada que inyecta en tu corazón una dosis suficiente de una sustancia especial para desbocarlo y provocar que tenga ganas de más y más. Es poderoso, agradable y, de repente, horrible. Te aseguro que, si lo sientes, un día estarás increíblemente feliz y, a la mañana siguiente, gastarás lágrimas para nada. Con él, siempre tienes la sensación de que todo se acaba, incluso que se llevará la felicidad sin dejarte ni siquiera las sobras. Sí, probablemente sea una de esas dos opciones. O eso, o he cambiado para ser lo que más odio, como la mayoría de las personas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario