10 enero, 2011

Bonsai

Si te digo la verdad, cuando salí de casa para ir en tu busca, no estaba, precisamente, de buen humor. Iba con el plan de acabar con tu paciencia una vez más, pero tuvisteuna gran idea. Viniste a saludarme, con una sonrisa y un "Buenos días" escrito en la frente. Me costó resistirme, siendo sincera. No me esperaba que sacases del coche nada, ni un simple detalle. No aguardaba cartas, más disculpas o una rosa. Pero... ¿Un bonsai? ¿Quién, en su sano juicio, sabe que le van a regalar un bonsai? Prometo que me quedé paralizada y que, mientras soltabas de memoria todo lo que te habían recitado en la floristería, no era capaz de centrarme en la información que me estabas dando. Olvidé por qué habíamos discutido por la noche, las lágrimas e, incluso, el "Gracias". En realidad, mi cabeza se bloqueó de tal manera que... No entendía nada. Ni que hacías allí a las once de la mañana, ni que hacía yo contigo, ni siquiera qué narices significaba ese árbol en miniatura entre mis manos. Sólo podía pensar en una cosa: Que te quería.   

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