12 febrero, 2011

Notas.

Cuando me deslicé debajo de las sábanas, me encontré una nota y un caramelo. Me resultó extraño porque no estaba alojándome en un hotel, sino en mi propia casa.

"Creo que es hora de que me vaya. No quiero hacerte daño. Lo siento."

Tragué el caramelo sin ni siquiera morderlo, ¿qué clase de persona que te importa se va porque "no quiere hacerte daño"? Nunca había entendido esas malditas frases de despedida, que no servían para nada, que dolían más que el mero hecho de que alguien importante para ti se marchara de tu vida. ¿Hora de irte? Jamás habías tenido un reloj o eso promulgabas. Para ti, el tiempo no se medía por segundos, minutos u horas. Tú siempre decías que los únicos días que contaban eran los que habías compartido con alguien especial. Entonces, me di cuenta de que tus contradicciones sólo me llevaban a que eras el primer hombre que conocía que no se despedía a la cara de alguien que le había regalado muchas noches y muchos desayunos, y que le dejaba una estúpida nota.

No hay comentarios:

Publicar un comentario