30 enero, 2010
Tic, tac.
Recorría las calles sin encontrar nada, sabía lo que buscaba con tanta ansiedad, pero no podía permitirse caer una vez más. La manecilla del reloj se movía con rapidez a cada paso, dejando una huella todavía más profunda, más pesada. Continuaba corriendo, sin rumbo fijo, guiada por su corazón, a ninguna parte, las piernas parecían empezar a ceder, pero no paró. Él era lo importante, ella, sin embargo, carecía de importancia.
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