09 enero, 2010
Alone.
¿Te imaginas estar solo en el mundo? No hacer colas para nada, tener todo lo que siempre soñaste. Quizá ser hoy estrella de un gran festival al que no fuera nadie, mañana dueño de millones de coches a los que la gasolina no se les terminara. Oh, que feliz serías. Podrías por fin echarte a dormir en una tienda de colchones sin que te miraran con desaprobación, buscar la luna tapado con solo una manta en algún tejado deshabitado. Pero seguirías buscando en Internet algún indicio de que alguien como tú estaba al otro lado. Continuarías escribiendo algo en una página para que alguien te encontrara y poder pasar lo que te quedaba de tiempo con una persona que contestara a lo que decías. Sin embargo, a veces ni las mismas personas te responden. Así que, sí, apagabas el ordenador, te ponías en el iPod viejas películas y te convencías de que no te hacía falta ningún amor a tu alrededor. Te despertabas por la mañana y, cuando no recibías abrazos ni besos, te dabas cuenta de que una noche más te habías acostado con la equivocación.
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