30 enero, 2010
Empezando a escribir en un boulevard.
Las farolas brillaban a lo largo del paseo, iluminando el triste rostro que yo misma odiaba y portaba. No quería sentirme débil ante desconocidos que se mostrarían interesados en el porqué de mis lágrimas y más tarde se reírian de la pobre chica que compartía sus problemas en un boulevar perdido. Pero, para mi beneficio, nadie caminaba, sólo se oían mis sordos pasos bajo la luz mortecina, naranja y artificial de las bombillas del ayuntamiento. Necesitaba pensar, pero me negaba obstinadamente a dar un único hilo de mi pensamiento a aquel ser casi perfecto que se había despedido de mi vida sin ni siquiera echar la vista atrás para observar como caía sobre la superficie helada de aquel infinito lugar sujetando la pequeña pieza que aun quedaba de mi ya destrozado corazón..
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