28 noviembre, 2011
Tú, al otro lado del inmenso mar.
Tu suave voz me llamaba desde la otra parte del mundo. Me extendías la mano, invitándome a meterme en tu vida. Yo estaba en la otra punta del inmenso océano, con unas ganas terribles de aferrarme a las oportunidades que tu sonrisa me brindaba. Nunca imaginé que, en el camino hacia ti, iba a haber tantas zarzas, llenas de espinas que se clavaban en mi piel. Mi corazón empezaba a flaquear, pero vi la orilla. Te vislumbré al final de ese angustioso andar. Todavía quedaba un trozo de calzada por terminar; sin embargo, ya no me importaba mucho. Por que, por fin, sentía cerca tu respiración. Veía tus labios. Tus ojos me miraban como si fueses capaz de dar tu vida por salvarme.
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