13 agosto, 2010

Andrea.

Las palomas salieron volando mientras yo miraba la fuente. Con aire melancólico, me levanté. Había dejado las ganas de esperar metidas en el agua, y mi orgullo había salido disparado junto a mi dignidad. Aunque me sentía más fuerte que nunca, en las mejores condiciones para abandonar ese estado bucólico y triste, para apartar la nube de negrura que cubría mi cuerpo y pesaba, agaché la cabeza y comencé a andar. Caminé durante un buen rato hasta llegar a un café escondido, que conocía muy poca gente en la ciudad. Allí me encontré con mi otro yo, con la persona más extraña y optimista que había conocido jamás.

No hay comentarios:

Publicar un comentario